Las novias de Ion Fiz perfuman de blanco la pasarela
- Amaya Arzuaga: el arte de la aguja, la aguja del arte
- Juana Martín recrea el luto; Vidal, la estética del sex shop
- Ana Locking dibuja al antihéroe y Ailanto esboza un bosque de estampados arty
- Moisés Nieto, con homenaje a Las Trece Rosas, y ManéMané abren la jornada
Ion Fiz se inspira en Catherine Deneuve, como actriz y como mujer, y construye el armario de una mujer sofisticada, de una señorita de clase alta que se perfuma de elegancia refinada, se mueve con soltura en escenarios lujosos pero que sueña con dar rienda suelta a sus pasiones, a las altas y a las bajas.
Las modelos han interpretado a Séverine, protagonista de Belle de Jour, con prendas enmarcadas en el paso de los sesenta a los setenta, tintadas de todos los colores menos el azul. La artista Cristina Iturrioz ha hecho los estampados de caballos y bailarinas y las esculturas que decoraban la pasarela entre las que se han paseado vestidos de cóctel y fiesta, siempre con un aire vintage.
Un ramillete de novias ha cerrado el desfile, todas en colores suaves y oro. Todas, bellas de día.
Antes vimos la propuesta de Juana Martín que retrata las etapas del luto, desde el dolor al alivio. Grises, blancos y negros tiñen sus emociones y vemos vestidos con estampados de cruces o con flores de costura, bordadas sobre seda y lúrex.
Vemos prendas monacales, texturas opacas y golpes de estilo deportivo, como las bomber, que juegan al contraste. Pero también encajes que recuerdan a las enaguas de las abuelas aunque ahora saltan sobre las prendas para aportar una fuerte carga de feminidad. Muchos de sus looks recuerdan a su homenaje a Bernarda de Alba. "Ahora son distintos, hay que renovarse pero sin perder nuestra esencia", dice.
Son muchas las revisiones de los años sesenta y la moda inspirada en la carrera espacial. Pero la mirada de Amaya Arzuaga al espacio es distinta y no tiene ningún punto de nostalgia. "La culpa la tiene mi hijo, porque le pongo películas y documentales del espacio". Y mientras él se entretiene, ella se inspira.
Su colección es un tratado de los volúmenes y las siluetas inventadas. Desde siempre la mujer y el hombre han utilizado la moda para esconder, cambiar y transformar su cuerpo. Arzuaga esconde, cambia y transforma a su antojo, creando un nuevo canon estético en el que las el patrón, novedoso y atrevido, provoca formas que recuerdan a las naves espaciales, a los robots, que nos marcan el camino hacia una posible evolución.
Vemos prendas con detalles cúbicos y volúmenes geométricos que proyectan sombras casi alienígenas. Llaman la atención los vestidos con espalda-mochila, los vestidos-capa princesa Leia, los tops de formas tubulares y los perfiles orgánicos que construyen un nuevo discurso que juega con la realidad y la ficción, pero siempre con un patrón muy trabajado, pensado. Parido con mucho esfuerzo.
El negro, opaco y denso, lo inunda casi todo pero algunas prendas llevan partes en tul de seda transparente para que los vestidos parezcan flotar desafiando la gravedad. Otros llevas texturas de metal de espejo, "como los satélites", dice, que contrastan con su frialdad con el punto grueso, cálido y sensual, realizado a mano en Burgos.
Destacan las prendas en crêpe 'foamizado' que parece neopreno, más elegante y cálido. Los vestidos son más largos que anteriores ocasiones, y los cortos permiten ver medias en piel troquelada, cortada al láser. Tan solo se cuela un estampado, un príncipe de Gales que aporta un contraste soberbio a la colección.
La mezcla de texturas añade distintos matices. Y si allá arriba hay diferentes formas de vida, aquí en la tierra hay diferentes formas de entender, y sentir, la moda. La de Arzuaga es única, como todo el arte.
Se agradece ver una propuesta que no se base en variaciones de los vestidos para bodas y fiestas. "Los códigos de cóctel y la noche están desfasados", dice Ana Locking, "estamos en un momento estupendo para romper barreras, coger las colecciones y hacerlas propias para que cada uno busque su identidad".
Su propuesta boceta la figura del antihéroe, "me identifico con ese personaje secundario con los que luchan por sus sueños aunque a veces se escapen como un globo por el aire". Sus chicas y chicos anónimos tiene un armario de día en el que cuelgan códigos de la cultura juvenil y urbana. La noche es distinta.
Locking imprime un estilo onírico a los vestidos que hace en seda blanca con plumeti y falda de godets y que combina con una chaqueta que se inspira en una bomber.. "La bomber es una prenda icónica pero la trabajo desde la sastrería y luego la mezclo con los vestidos largos. Diseños que tienen el don de la eterna juventud y son un soplo de frescura en la pasarela.
En alguien tan ligado a la cultura no podía faltar un guiño a Bowie y las últimas salidas se inspiran en el Aladdin Sane de Bowie, con detalles pierrot que salpican tres looks blancos, casi angelicales. Decidados a ti, Bowie, que estás en los cielos.
Juan Vidal llevaba tiempo atado a las circunstancias del éxito y la exigencias de las tiendas y ha querido liberarse, volver a sus orígenes y hacer, textualmente, lo que le da la gana. "Soy muy caprichoso y he querido sentirme más libre", dice tras confesar que se sentía comido por la parte empresarial.
Ahora da rienda suelta a talento y dice sentirse mejor, "más atractivo". Y esto es lo que vemos en su colección. Vidal reinterpreta el vestuario de un sex shop vistiendo a sus mujeres con charol, leopardo, cocodrilo, lamé y lentejuelas. Siempre con un toque setentero y discotequero, con algún reflejo de los ochenta "pero renovado, contemporáneo, que para lo otro están las tiendas vintage".
La voz sensual de Donna Summer envuelve a las modelos con vestidos lenceros, que desnudan el cuerpo, aunque luego Vidal los protege con abrigos y plumas estampados. No faltan sus prendas en canalé de seda, aunque ahora con transparencias, siempre al servicio de una mujer que tiene en la noche su espacio, su escenario para ser libre y "para no ser un objeto, más bien para buscar objetos", dice con picardía.
Ailanto, la etiqueta de los hermanos Muñoz, nos regala cada temporada un hermoso catálogo de estampados. Ahora es la obra del canadiense Lawren Harris su fuente de inspiración. Los óleos del artista, ventanas a paisajes y bosques frondosos, se trasladan a los vestidos, siempre con una estética artística que varía desde el impresionismo hasta lo abstracto.,
Los diseñadores juegan con la perspectiva y los dibujos parecen una cosa u otra según lo cerca o lejos que se miren. El collage de texturas aportan riqueza y profundidad a las prendas, y también los juegos geométricos en jacquard relizados con delicados hilos de colores vivos con la técnica de intarsia.
Un abrigo camel lleva se decora con geometrías en blanco, negro y burdeos, algunos pantalones se ensanchan con orgullo hasta confundirse con una falda larga. Destacan los vestidos camiseros que vemos en distintas versiones, en juegos de rayas que juegan a desencontrarse o con plisados vintage.
Toda la paleta cromática lleva colores terciarios. "No hemos utilizado los primarios y todos los tonos son muy oscuros y van en la gama de los paisajes y árboles que enmarcan la colección". Una propuestas estéticamente intensa, brutal a veces, como la madre naturaleza, pero los looks son ligeros, con menos superposiciones.
Llaman la atención los minivestidos con osados escotes en 'V' por delante y en la espalda. Simetría y perfección. Al gusto de la casa. A destacar los colgantes, minitapices trenzados de forma artesanal. Igual que los bolsos de mimbre entrelazado, siempre en colores que encajan con la colección.
La trilogía de Moisés Nieto
Moisés Nieto cierra una trilogía que rinde homenaje a las mujeres que lucharon y murieron por defender sus derechos. Tras los guiños a La casa de Bernarda Alba y al ambiente liberal del Torremolinos de los 70 llega el homenaje a las trece mujeres fusiladas en 1939 en la tapia del cementerio de la Almudena de Madrid.
Nieto traslada el espíritu de Las Trece Rosas a una colección invernal, con prendas de carácter masculino y sencillos vestidos de lana con elastán. Siempre con una mezcla de estilo povera y a la vez con un patrón envolvente, protector.
Texturas naturales se mezclan con pieles sintéticas, con las que el diseñador hace faldas plisadas al estilo de los años 30. “Recuerdan al plomo, a las armas de la guerra”, dice. El pantalón es una de las prendas que marca la colección y Nieto presenta hasta 14 diseños.
“No suelo hacerlos pero los vendo mucho en Japón”, comenta sobre uno de sus principales mercados. “Casi el 80 % de mi producción se vende allí y a esa clienta le gustan los pantalones, los vestidos con volantes y los detalles en piel”.
La paleta cromática es extensa y va desde los tonos no-color hasta los azules, amarillo y rojo apostando por las combinaciones en bloque para actualizar las prendas. Prendas, todas, realizadas en Madrid.
Destacan las prendas de encaje negro que llevan una impresión de pintura en el mismo tono, como un vestido que se lleva sobre un pantalón. Un look potente que lleva la firma de este singular creador.
Miguel Becer lleva muchos años pisando la moqueta de Ifema y ahora, tras pasar por EGO, pega el salto y se codea con los que fueron sus maestros, entre ellos Amaya Arzuaga y Ángel Schlesser.
“Estoy nervioso, sé cómo funciona todo esto pero quiero que salga bien y que la gente se divierta”, señala. Y lo intenta con la complicidad de las modelos y con una colección joven, “es como si una chica abre el armario de sus abuelos y se hace sus looks”.
Las prendas son un rompecabezas de texturas e ideas. Un barbour se destroza para construir un pantalón de aspecto envejecido y piezas que vienen de la sastrería masculina tradicional, en pata de gallo, mil rayas o príncipe de Gales, se desestructuran para presentarse muy juveniles.
“Estamos en un mundo nuevo”, comenta. Y ese mundo enmarca su colección, urbana aunque con aires de la montaña que se aprecian sobre todo en los colores de la prendas de caza. Hay una parte deportiva, con un logo desestructurado, siempre con un estilo “de género difuso”.
Por eso no hay falda, tan solo patrones pareo. Destacan las prendas hechas con tejidos típicos de Cáceres, su tierra, y los vestidos enlutados, en negro, cuajados de lazos blancos. Una colección arriesgada pero acertada.