'Una entre muchas', la denuncia de una víctima de la violencia de género
- La británica Una cuenta cómo la violaron en los años 70, cuando era menor de edad
- Una época en la que la policía no conseguía detener al Destripador de Yorkshire, por sus prejuicios
- Un relato que nos recuerda la importancia de denunciar la violencia de género, en el 'Día de la Mujer'
Esperemos que algún día no tengamos la necesidad de celebrar el Día de la Mujer porque se haya conseguido una igualdad real en todo el mundo, algo para lo que todavía nos queda mucho camino por recorrer. Pero hasta entonces es fundamental denunciar las desigualdades, los abusos y los malos tratos. Porque, casi siempre, el silencio es el mayor problema para conseguir esa igualdad.
Eso es lo que denuncia la británica Una en su novela gráfica Una entre muchas (Astiberri), en la que relata la violación que sufrió cuando era menor de edad (en 1977) y cómo se sintió sola, indefensa e incluso culpable. También nos cuenta el largo camino que recorrió hasta poder liberarse de las secuelas de esa violencia cotidiana que a veces banalizamos.
Una historia que mezcla con uno de los sucesos más conocidos de la historia británica reciente, el caso del asesino en serie apodado "el Destripador de Yorkshire" que pudo matar a trece mujeres, en parte gracias a los prejuicios de la policía que calificó a todas sus víctimas como prostitutas, lo que le llevó a una línea errónea de investigación errónea que permitió al asesino seguir cometiendo sus crímenes, impunemente, durante cinco años. Al final sólo le cogieron por una casualidad.
Mezclando estas dos historias reales con datos y estudios sobre la violencia de género en la actualidad, Una entre muchas explora este problema y la responsabilidad social que hay tras el, y denuncia una cultura mundial que exige que las víctimas de la violencia paguen su precio.
"La idea de que hay algo incrustado profundamente en la cultura que produce erupciones de violencia de género y permite que florezcan, en lugar de ser algo aleatorio y sin móvil, se está haciendo más popular, y es lo que impulsa este libro", afirma la autora.
Una historia biográfica
Una sufrió esa agresión cuando tenía doce años pero no se atrevió a denunciarla hasta ahora, cargando con la culpa y la vergüenza durante casi cuarenta años, como nos explica en las notas del libro: "No he utilizado la palabra 'violación' para describir este incidente, aunque es lo que fue. Eso es porque no lo llamé violación hasta muchos años más tarde. Es imposible explicar por qué. Sólo puedo decir que a Terry no le interesaba mi consentimiento ni si yo era lo bastante mayor para consentir. Tampoco le importaba si me sentía herida o impresionada, o si lloraba, cosa que hice".
Una intentó contar su experiencia pero se encontró con el rechazo social, incluso el de su propia familia. Incluso tuvo que asistir a psicólogos, psiquíatras y terapeutas, que no lograron disminuir sus traumas."Nadie a quién se lo contara sugirió que denunciase a la policía lo que había pasado", asegura.
Por eso, más de cuarenta años después y viendo que la sociedad no ha avanzado lo deseable en este aspecto, Una se ha decidido a relatar su experiencia explorando la violencia de género, la vergüenza y la responsabilidad social de este tipo de crímenes contra las mujeres.Y en este libro, aparte de denunciar todas esas cosas, se pregunta qué significa educarse en una sociedad en la que la agresión machista no es cuestionada.
Y Una hace esta denuncia a través de un libro en el que las poderosas metáforas visuales reflejan perfectamente la indefensión y la angustia de las víctimas. Un libro que también se convierte en un homenaje a las víctimas del Destripador de Yorkshire y a todas lasmujeres que han sufrido cualquier tipo de abuso o violencia de género.
El destripador que la sociedad permitió
No nos olvidamos del destripador. Peter William Sutcliffe fue un asesino en serie británico, que operó entre finales de los años setenta y principios de los ochenta del siglo XX, esencialmente en el condado de Yorkshire. Su modus operandi incluía mutilaciones abdominales y genitales, y extracción de órganos, lo que le valió el apodo de "El destripador de Yorkshire". Y fomentó una idea errónea de que todas sus víctimas tenían que ser prostitutas, porque la sociedad piensa que las cosas malas no le pasan a la gente buena".
Una nos relata cómo el silencio social y las anticuadas actitudes machistas hacia las mujeres fueron lo que le permitió actuar con impunidad durante cinco años: "La insitencia en que el asesino buscaba prostitutas (ya que esto sin duda era razonable) significó que las pruebas que no encajaban con esta idea fueran ignoradas. En verdad, ahora se reconoce que una de las pruebas procedentes de una adolescente muy al principio de la investigación, si se hubiera seguido podría haber impedido casi todas las muertes y lesiones posteriores. La policía no sabía cómo escuchar, no sabía cómo tomarse en serio a las mujeres y no sabía cómo ver más allá de sus ideas consolidadas sobre ellas".
"Culpar a la víctima -continúa Una- es un acto de refugio y autoengaño. Permite que el culpabilizador juzgue, imaginando alguna injusticia mística que significa que las cosas malas le pasan sólo a la gente mala y asegurando así su propia inseguridad... Esto es un desastre sobre todo porque desvía la mirada colectiva de lo ordinario de la violencia machista".
Al final la detención del destripador de Yorkshire fue fruto de la casualidad. Policías que no tenían nada que ver con el caso le detuvieron por llevar matrículas falsas en su coche en el que hablaba con una mujer (posiblemente su próxima víctima). Mientras detenían a la mujer, el asesino tiró su martillo y su cuchillo por encima de un muro. Dos días después, un policía curioso los encontró. Y Peter fue interrogado de nuevo hasta que no pudo aguantar más y se derrumbó, confesando sus crímenes.
Unos crímenes que, de haber escuchado a las víctimas, quizá podrían haberse evitado.
Una confiesa que no tiene la solución para acabar con esta violencia machista, pero con este trabajo ha conseguido que nos planteemos muchas preguntas para las que la sociedad debe buscar respuestas inmediatamente. Solo así se podrá llegar a la igualdad real entre hombres y mujeres y evitar nuevos casos de esta plaga, que es la violencia machista.