El oficio del traductor: entre el traidor y el autor
- El escritor y traductor Javier Calvo publica el ensayo El fantasma en el libro
- Un recorrido histórico y actual sobre la traducción literaria
En italiano suena mejor que en ningún idioma: traduttore, traditore (traductor, traidor). El dicho refiere a una traición inevitable porque comunicar dos idiomas es, por definición, imposible. No existe la equivalencia, sino “una agregación impracticable de situaciones particulares”. El entrecomillado corre a cargo del escritor Javier Calvo en El fantasma en el libro, su ensayo sobre la profesión que publica la editorial Seix Barrall.
La metáfora del título ilustra esa presencia constante pero invisible que media entre autor y lector. Javier Calvo (Barcelona, 1973) es, además de autor de novelas como El jardín colgante o Mundo maravilloso, traductor de más de 130 libros del inglés al español. Entre ellos, muchos de las obras más aclamadas de J.M. Coetzee, Don DeLillo, Chuck Palahniuk o David Foster Wallace.
En El fantasma en el libro aborda la evolución de su oficio. En el breve repaso histórico recuerda su origen ligado a la religión y a la necesidad de expandir a otras lenguas la palabra revelada de cada confesión. Y muestra los vaivenes de la traducción literaria, como las ‘bellas infieles’ del siglo XVIII francés que violaban el tono, estilo y hasta argumento de los originales.
En el siglo XX combaten las dos tendencias de traducción antagónicas: la fiel y la creativa. Calvo señala casos de traductores célebres como Borges, que celebraba la reinterpretación del traductor; o el trilingüe Nabokov, que aspiraba al calco y a páginas trufadas de ‘notas del traductor’ que “se eleven como rascacielos hasta las cimas de las páginas”.
El futuro incierto del traductor literario
Inevitablemente, también aborda el presente y futuro de la profesión con un pesimismo realista. “No me parece pesimista, estoy absolutamente acostumbrado porque son cosas con las que he convivido prácticamente siempre. La situación de la traducción ahora mismo es lamentable en la misma medida que todas las demás profesiones del sector cultural. Ya existía un maltrato antes de la recesión de hace ocho años, el problema es que en la situación actual nos sentimos nostálgicos del maltrato tradicional”, lamenta el autor en una entrevista para RTVE.es
Hablamos ya de la cultura en la era digital, en la que un trabajo de calidad pero lento como la traducción parece una antigualla. “Todavía no está del todo claro, pero tenemos que empezar a pensar que Internet ha matado a los medios de comunicación y que el mercado editorial se está reduciendo para adaptarse a un mundo en el que el consumo literario pasará a ser muy minoritario”, sostiene. “Entonces sí, sería imposible no ser pesimistas y pensar que eventualmente nos quedaríamos la mayoría sin trabajo”.
“La situación de la traducción es lamentable en la misma medida que todas las demás profesiones del sector cultural“
No son solo especulaciones, afirma que cada año recibe más de 20 llamadas de experiodistas literarios, exeditores o simplemente escritores que no pueden ganarse la vida, buscando refugio en la traducción. “Y, en realidad, lo que yo intento es tener trabajo para llegar a fin de mes, lo cual es la parte más tétrica del asunto”.
El español de las traducciones
En la segunda parte del libro, Calvo analiza dos consecuencias de las práctica de la traducción actual. La primera es la asimetría en el intercambio de traducciones, con una clara preeminencia de autores en lengua inglesa derivada del mayor poder económico de sus editoriales.
La segunda es el ‘el español de las traducciones’, es decir, la lengua inexistente en el habla común de cualquier país hispanohablante que, sin embargo, es la lengua franca de las traducciones de libros, películas y series. “No todos los libros están sujetos al mismo nivel de mutilación, el problema es cuando hay que plantearse traducir a los matones de New Jersey o los pastilleros de Escocia. Me sabe mal decirlo, pero la forma en la que se trabaja hoy en día está aplanando mucho el lenguaje de las traducciones. No hay otra forma de describirlo.”
Y específica: “Uno de los mayores problemas de la traducción son las variantes locales, regionales y dialectales del propio español. Cuando, por ejemplo, en los años 80 la editorial Anagrama decidió traducir a esos matones de New Jersey con acento callejero cheli, automáticamente en Argentina murieron cinco millones de gatitos”.
Calvo sostiene que la traducción es especialmente esquiva a la teorización. Solo se adivinan dos reglas de su experiencia: las notas a pie de página son el fracaso del traductor y nunca jamás hay que contactar con el autor para resolver dudas.
“Me parece una aberración: huyo de los autores a los que traduzco. Aunque es verdad que en ese sentido soy como de otra época. Pero pienso que si consultas al autor estás dando el control sobre la traducción a una persona que no necesariamente sabrá cuál es la mejor manera de traducir el libro”, razona.
De hecho, la Ley de Propiedad Intelectual incluye a las traducciones como objeto de propiedad intelectual. Nunca está de más recordar que, también, traduttore, autore.