Pedro Almodóvar: "'Julieta' refleja la soledad deliberada en la que vivo ahora mismo"
- El cineasta manchego estrena Julieta, su película número 20
- Basada en relatos de Alice Munro, es un drama seco sobre la culpa
- Con la participación de TVE, se estrena en salas el 8 de abril
En La piel que habito, Elena Anaya rellenaba obsesivamente la pared con garabatos que en realidad eran relatos de la escritora Alice Munro. Pedro Almodóvar ya había comprado los derechos de tres de ellos (Destino, Pronto y Silencio) para la que sería su primera producción en inglés. Pero no hubo manera: por muy venerado que sea en todo el mundo, Almodóvar, de momento, solo sabe ser él en España. Y esos personajes y esquema narrativo, tamizados por su todopoderosa autoría, llegan a las salas el 8 de abril bajo el título de Julieta.
Aunque se defina a Almodóvar como explorador del universo femenino, tal vez sería más acertado pensar en él como explorador de emociones concretas a través de personajes femeninos. En Julieta es la culpa, que se agarra a la historia hasta estrangularla en un drama profundo sin concesiones de tono.
Adriana Ugarte y Emma Suárez prestan su rostro a esa culpa en un reparto con muchas caras nuevas para el director manchego (Inma Cuesta, Michelle Jenner y Daniel Grao) y otras reincidentes (Rossy de Palma, Darío Grandinetti o Susi Sánchez) . En el despacho de su refugio creativo, El deseo, donde libros de fotografías, moda y diseño se apiñan en las estanterías con Goyas o Baftas, desentraña su nueva película. La número 20.
PREGUNTA.: Se habla de Julieta en términos de “poco almodovariana”, como si pudieras renunciar a tu adjetivo. ¿Sientes que siempre se quiere al mismo Almodóvar y a un nuevo Almodóvar?
RESPUESTA: (risas) Sí, es imposible porque la ha hecho la persona que tienes delante y me llamo así.
Trato de olvidarme de esa presión. Porque es una presión. En el momento de escribir y rodar ya hay problemas suficientes. Pero la siento en el momento en el que entra en contacto con el público, porque las películas están hechas para ser vistas. Lo bueno es que veo que siempre hay expectativas. Es positivo y ojalá sea así. Pero siempre tengo la impresión de que mi propia libertad a la hora de elegir desconcierta al espectador. Siempre soy absolutamente yo. De hecho, sobre la maternidad y el matriarcado ya he hecho varias películas. Afortunadamente, el tono de estas películas es distinto de otras películas protagonizadas por madres. Ojalá tenga la oportunidad siempre de decirlo.
PREGUNTA: Es poco frecuente que uno de los autores cinematográficos más importantes adapte a una de las autoras literarias más reconocidas. Son dos autores fuertes y de estilos distintos que a veces combaten en la pantalla ¿Es esa diferencia con Munro la responsable de ese sutil cambio de tono?
RESPUESTA: Da la impresión de que la literatura y el cine son dos lenguajes hermanos pero son primos lejanos. Hacer literalmente los relatos de Alice Munro es imposible. Lo que ella consigue de un modo increíble y hace que sea la mejor autora de relatos ahora mismo en lengua inglesa le pertenece a la literatura. Son frases secundarias o comentarios pequeños acerca de la acción principal que se convierten en lo esencial de la narración. Y, además, nos distingue la cultura. Ella siempre habla de la familia, lo que me interesa muchísimo. Pero la familia canadiense o anglosajona no tiene nada que ver con la que vivimos y entendemos en esta parte del Mediterráneo.
Al principio, cuando la película iba a ser en inglés, era más fiel, pero cuando decidí quitarme esa obligación de encima y traerla a España me separé de Munro y sus relatos.
P.: Pero al margen de personajes, relaciones y esqueleto narrativo, Munro está ahí: en el extrañamiento de la secuencia del tren, donde hay una ambigüedad ‘sobrealmodovariana’
R.: Sí, extrañamiento. Fue lo que me atrajo de los tres cuentos. Munro me gusta porque me sorprende, porque son historias que parecen muy cotidianas y cuando terminas de leerlas están cargadas de misterio.
Y eso está en el bloque de secuencias del tren. Es la originalidad de Munro: la sorpresa mezclada con rareza, algo que habitualmente no se encuentra en las historias.
P.: Supongo que es la soledad extrema de Juliet/Julieta lo que conectaba contigo
R.: El personaje, cuando lo interpreta Emma Suárez, está en una soledad mayor que cuando vive en la obra de Munro, donde tiene un montón de amantes.
La soledad del personaje en su edad madura refleja mi soledad deliberada en la que vivo ahora mismo: ella está solo a lo que escribe y a leer algunos libros. Por otro lado, sus relatos son muchos más duros. Es menos clemente con sus personajes.
P.: El tema de Julieta es complejo: la culpa y su transmisión, potenciada por el silencio.
R.: Potenciada por el silencio, sí. Creo que no está de ese modo en los relatos de Munro. Naturalmente si a una madre le abandona la hija tiene que preguntarse qué ha hecho. Pero a mí se me ha colado una culpa que pertenece a una educación distinta a la del personaje de Julieta, que es una mujer muy laica. Yo también soy profundamente defensor del laicismo, pero tuve una educación católica, de salesianos. Cuando salí del colegio me la quité como quien se quita una gabardina y no he tenido la típica vida de alguien educado en la culpa y el castigo. Y, sin embargo, reconozco que algo queda de ese sentimiento de culpa.
Esa idea puramente judeocristiana ha contagiado la historia de un personaje y su gran drama. Y es curioso porque es algo que no he podido controlar ni preveía que se iba a convertir en un elemento importante. Normalmente eres consciente del material y del espíritu que se agazapa detrás del material. Pero hay un significado último y más trascendente que se escapa y descubro incluso ahora mismo, hablando con los periodistas.
P.: Otro tema que se repite en Julieta: la enfermedad y el cuidado de seres queridos. Entre muchos personajes, y en distintos momentos, hay vínculos de pacientes-enfermeros.
R.: Si hay una película con la que relacionaría Julieta es Hable con ella. De hecho, Darío Grandinetti me decía: “¿Te das cuenta de que siempre me pones en hospitales junto a una mujer enferma?”. Y, es verdad, algo tendrá Darío porque no me di cuenta. Son mis dos películas más espirituales, aunque sea un adjetivo difícil de aplicar, por los temas y porque las dos hablan de dolor, aquí con un elemento mucho más protagónico.
P.: También se transmite un abatimiento por el paso del tiempo aunque, por esa mayor clemencia con los personajes de la que hablabas, parece que la película es un poco terapéutica para ti. ¿Es así?
R.: Creo que es una película que al final te conmociona, pero no me parece normal que la gente llore al final. Es lo que diferencia al drama del melodrama.
Las películas le dan sentido a mi vida, con todo lo que eso significa: se han convertido en mi razón de ser. No son una reparación inmediata de los problemas que uno tiene, pero sí es cierto que lo que uno hace aparece en la película y encuentra un modo de atravesarlas. Julieta habla exactamente del período 2015-2016.
P.: ¿En qué sentido?
R.: Primero el mío: se han filtrado elementos de mi propia vida reflejados en la propia Julieta pero no voy a abundar en esto porque es delicado y sería más fácil escribir sobre esto y luego corregirlo.
También en que la película entra con la alegría explosiva de Adriana Ugarte en 1985, una mujer libre, y luego cae en el mismo personaje 30 años después. No quiero decir que todo haya cambiado para mal en estos 30 años, pero en la película hay algo de la ciudad en la que vivía, la ciudad de ahora mismo, de yo mismo con 30 años más. El país y el mundo han cambiado. Todo eso está reflejado no de un modo directo, no es algo literal ni una metáfora de que España está mucho mayor, no. Es una cosa como atmosférica, de clima.
P.: Llegamos a la parte plástica: el entorno, de hecho, definen al personaje.
R.: Todo lo que vemos en las casas hablan de quién es Julieta y cómo se encuentra en ese momento. Cuando el personaje decide irse para cortar con la memoria de la hija, se encuentra en un local impersonal en el que, por primera vez en mi filmografía, aparece el blanco, lo que habla de falta de actitud, de ausencia de detalles que implican una ausencia aún mayor.
En Galicia -esas cosas no se notan pero a mí me sirve-, todas las obras son de artistas gallegos, además de las porcelanas de Sargadelos. Las marinas son de un pintor, Luis Seoane, que es maravilloso. Son las marinas que se llevan a la otra casa y que están en un decorado distinto, en la habitación de la hija, cuando vive con la madre en Madrid: hay una vinculación robusta de la hija con el padre.
P.: Has mencionado el uso novedoso del blanco y, si hay un color predominante en Julieta es el amarillo. ¿Piensas en el impacto psicológico del color de manera consciente o instintiva?
R.: De un modo polivalente. La paleta es distinta a otras películas, pero sigo inclinándome por colores contratados y vivos: es mi naturaleza. Por un lado pienso siempre en el impacto visual. Si hago un plano ahora contigo, lo que más aparece es el color de la silla, el color de tu camiseta y el color de la pared. El suelo y la pared se convierten en elementos protagónicos de lo visual. Y los muebles y los trajes. Lo ensayo todo como un pintor. Primero quiero que el color y lo que veamos tenga que ver con el personaje. Cada decorado habla, o al menos yo puedo interpretarlo, de la Julieta en ese momento.
Pero también tiene que ser gama de colores que me interese visualmente. Por ejemplo, si la pared es un gris tirando a azul, pido 12 tonos distintos, unos más azules, otros más grises. Una vez elijo, pinto dos metros y traigo distintos muebles, los combino, hago que me pinten los muebles. Fotografío todo. Lo mismo con los trajes: tienen que servir a la época, a la chica, a la decoración y, además, que funcione con el fondo que he elegido.
Es una auténtica locura, una pesadilla para los decoradores porque siempre tienen que traer varias opciones de muebles. Ya me conocen y tenemos un almacén descomunal donde vamos a rodar con multitud de cosas de las que hemos hablado. Y yo voy como un pintor, solo que no muevo colores sino objetos en tres dimensiones. Porque después te llevas muchas sorpresas: los rojos y los grises son tantos que hay que buscar exactamente el matiz.
P.: Si algo está depurado en Julieta es el humor, que desaparece, y los diálogos reducidos a su mínima función.
R.: He eliminado voluntariamente el humor, que además aparecía en los ensayos de las escenas y tenía que quitarlos. Depurar es algo que trato de hacer con cada una de mis películas de acuerdo con la historia que cuento y mi pericia en el momento. Pepi, Lucy, Bom es todo efectos técnicos y eso se convierte en su estilo, pero era algo que a mí no me preocupaba, era el resultado de alguien que se enfrenta a su primer trabajo.
El lenguaje se va a aprendiendo y en Julieta es llamativa la renuncia a varios elementos de estilo que se supone que me acompañaban de por vida. Pero lo pedía la propia historia. Todas mis películas forman una cadena que es mi trayectoria, es algo natural. No es que intente reinventarme. Ojalá pudiera y supiera.
P.: ¿Te gustaría poder realizar ese guion sobre la memoria histórica del que has hablado alguna vez?
R.: Llegué a terminarlo, pero no todos los guiones que termino me gustan. De hecho, Julieta estuvo en el cajón durante tiempo. Me da mucha rabia que ese guion no haya cuajado porque es un gran problema y me parece que cuando se resuelva verdaderamente nos habremos trasladado de una época a otra. Es la única herencia que mantenemos de los años 70 y me parece esencial que se resuelva. Además es mucho más fácil de que lo que la gente que se opone cree. Después de tres o cuatro años vuelvo a mirar guiones que tienen cosas que me gustan. Ojalá me salga.
(La entrevista se realizó el pasado miércoles, antes de la filtración de documentos que ha revelado sociedades opacas denominada como 'Los papeles de Panamá'. La productora El Deseo ha declarado que no va a "hacer ningún comentario sobre las filtraciones", recordando que tanto "El Deseo como Pedro y Agustín Almodóvar están al corriente de sus obligaciones tributarias")