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Wilfredo Lam, la modernidad de un arte forjado en el exilio continuo

  • El Reina Sofía presenta una retrospectiva de la obra del autor cubano
  • Lam inició una pintura en la que aunó el modernismo con el arte caribeño
  • Sus trayectoria estuvo marcada por la diáspora y su origen mestizo

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Wilfredo Lam, la modernidad de un arte forjado en el exilio continuo

El arte de Wilfredo Lam (Sagua La Grande,Cuba,1902-París,1982) es reconocido internacionalmente y ocupa un lugar destacado por derecho propio en la pintura del siglo XX, pero durante décadas se han mantenido en torno a su figura lugares comunes que desembocan en cierta visión reduccionista sobre sus creaciones.

Algunos de los mitos derribados: su trabajo no fue una síntesis entre surrealismo y cubismo, a pesar de que bebió de ambas fuentes, tampoco fue alumno de Picasso aunque mantuvo estrecho contacto y amistad con el artista español en París, y su influencia es notable.

El origen de Lam, nacido en Cuba de padre chino y madre mestiza, y su exilio continuo de país en país, obligado por el horror de la guerra, marcan una obra que se va moldeando en diferentes etapas en función de sus circunstancias vitales y de su contacto con diferentes corrientes artísticas; también fue determinante su colaboración con los escritores, pensadores y autores más destacados de su época.

Gran retrospectiva de Wilfredo Lam en el Reina Sofía

Gran retrospectiva de Wilfredo Lam en el Reina Sofía

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En este conjunto cambiante permanece inalterable con el paso de los años su rechazo a la dominación colonial, su conciencia de clase, y su compromiso social. No cayó en el dogmatismo y pergeñó un lenguaje nuevo, único y original en su defensa de la libertad.

“Lo interesante de Lam es que a través de sus obras crea un tipo pintura mestiza que cuestiona la modernidad y que cuestiona muchas de las ideas recibidas, que aúna la utopía de la modernidad con la violencia de la colonización, y eso es lo que le hace un artista extraordinario y relevante hoy en día”, explica en una entrevista con RTVE.es, Manuel Borja-Villel, director del Museo Reina Sofía, sobre la faceta de Lam como iniciador de una pintura que integraba el modernismo occidental con el simbolismo africano o caribeño.

Borja-Villel comisaria junto a Catherine David la retrospectiva de Wilfredo Lam que desembarca en la pinacoteca madrileña (Del 5 de abril al 15 de agosto de 2016), tras su exitoso paso por el Centro Pompidou de Paris, y que recalará tras ser exhibida en la capital en la Tate Gallery londinense.

La amplísima muestra, que engloba 250 obras, recorre la trayectoria del creador a través de pinturas, grabados, dibujos y cerámicas, que cristalizan la continúa exploración de medios y formas de expresar del cubano.

El dolor de la etapa española

La exposición también rescata algunas obras desconocidas de su etapa española (1923-1938), en la que paulatinamente comenzará a despojarse del academicismo y arrancará su propio camino.

'Campesina castellana' (1927)

En España, sufrirá la guerra civil, y un fuerte impactó personal, ya que perdió a su mujer y a su hijo a causa de la tuberculosis. Fruto de este convulso tiempo serán sus obras en papel de maternidades y personaje suplicantes, además de una gran escena de guerra que puede observarse en la selección. Lam quedó impactado por la miseria de los campesinos españoles a los que también retrató.

Su adscripción al bando republicano provoca en el fin del conflicto su huida a París. Será el comienzo de la diáspora incesante en la que vivió inmerso el artista.

En París, Lam tomará contacto directo con las vanguardias

'El sombrío Malembo, dios de la encrucijada', 1943/ The Rudman Trust

Los rostros de las obras de Lam se trocan en máscaras geométricas, expresión de su dolor interno tras el drama vivido en España. Una influencia cercana al expresionismo más que a las creaciones étnicas. En lo personal, el autor retornará de nuevo al exilio por la Segunda Guerra Mundial y la ocupación alemana de París. Esta nueva etapa le hará volver a Cuba, su tierra natal, dieciocho años después de su partida.

“El llegó en los años 30 a París en el momento en que cierto tipo de vanguardia mostraba síntomas de agotamiento, el que llegara un artista del Caribe, una artista mulato, un artista con todo tipo de connotaciones iba como anillo al dedo para ratificar una idea del otro, como alguien primitivo para ir de los primitivo a lo natural a lo que no está culturado”, señala Manuel Borja-Villel.

'La fruta bomba' (1944) /MUSEO REINA SOFÍA

El aterrizaje de Lam en la isla, de la mano de Breton, le afectará profundamente pero ahondará en su labor como puente entre las vanguardias internacionales, Europa, y América. La mezcla sincrética, en figuras que mixturan lo vegetal, lo animal y lo humano, es un canto a la espiritualidad de las culturas caribeñas que inundará su actividad artística.

A partir de este momento, los viajes a través del mundo de este autor prolífico e infatigable serán continuos. Al final de su vida, recalará en Albissola (Italia) donde cae seducido por la luminosidad del ambiente, y vuelca su creatividad en esculturas y cerámicas de terracota, varias de las cuales se exhiben en el Reina Sofía, que remiten al simbolismo de sus pinturas y dibujos.

Es el legado, rabiosamente actual, de un artista inclasificable y genial marcado por su origen mestizo y una vida en perpetuo movimiento .