'El niño y la bestia', la fabula animada japonesa sobre la madurez
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El niño y la bestia fue elegida el año pasado por el Festival de cine de San Sebastián como la primera película de animación que optaba a ganar la Concha de Oro en su historia. Su director Mamoru Hosoda, seguía así los pasos del único director de anime que ha logrado romper barreras culturales (y de animación) en los grandes festivales: Hayao Miyazaki.
Hosoda, director de La chica que saltaba a través del tiempo (2006), Guerras de verano (2009) o Niños lobo (2012), presenta una historia de maduración y relaciones padre-hijo a través de la historia de Kyuta, un niño solitario que descubre un mundo paralelo habitado por criaturas fantásticas. Allí, se convierte en discípulo de Kumatetsu, una bestia malhumorada e insociable iniciando una relación de mutuo aprendizaje.
“Me interesa la relación entre padre e hijo, que es un tema muy misterioso para mí”, dice el cineasta en una entrevista durante el último Festival de San Sebastián. “Creo que los padres también pueden crecer cuidando a los hijos”.
La delicada animación de El niño y la bestia luce en el mundo imaginario repleto de divinidades, herencia del sintoísmo japonés.“En Japón creemos en muchos dioses, dicen que hay ocho millones. Lo que pasas es que la sociedad actual es como la americana o europea: no tienen ni idea de mitología japonesa. Por eso quería expresar su importancia en la película.”, dice Hosoda.
Ese realidad invisible está regida por una moral más sencilla que la humana, abundan los trabajos artesanales, y las disputas son deportivas. Un mundo ideal para Hosada.
“La ciudad de las bestias ya ha superado el lado negro de la vida, por ejemplo: luchan, pero no se odian. Creo que los humanos siempre tenemos rencores, pensé cómo sería un mundo que hubiera superado esa oscuridad”, explica.
Precisamente esa oscuridad será “Moby Dick es una de las novelas que más me influyó cuando estudiaba. Ahab lucha contra una ballena, pero en realidad está luchando consigo mismo, es una sensación muy parecida a la que tienen los adolescentes: siempre están luchando porque no saben qué hacer”.
Si quieres aprender, enseña. Así puede resumirse El niño y la bestia. Y aunque Hosoda reconoce la todopoderosa influencia de Miyazaki, aclara: “Cuando era niño, era un fan, pero me encantaría superarle un día.