'El caso Fritz Bauer': la herencia nazi en la democracia alemana
- Lars Kraume reivindica la figura del fiscal que enfrentó a Alemania con su pasado
- Un modélico thriller político que se estrena el 29 de abril
Están las películas del advenimiento nazi, las de II Guerra Mundial, incluso las de la inmediata posguerra. Y ya parece que pasamos a las de los años 70 y el terrorismo de izquierdas. ¿Y dónde están las películas históricas sobre la RFA de los años 50 y 60? “Son los años ‘no dramáticos’”, define el cineasta Lars Kraume que, para llenar ese vacío aparente, ha dirigido El caso Fritz Bauer, modélico thriller político que se estrena el 29 de abril en España.
Fritz Bauer fue un fiscal general alemán que combatió en los años 50 y 60 la impunidad de los crímenes del nazismo. De origen judío, ateo y homosexual, Bauer fue expulsado de la judicatura en los años 30 y huyó del país evitando los campos de concentración. Pero, tras un exilio en Suecia, regresó como referente intelectual de la sociedad alemana e incansable perseguidor de criminales nazis.
El caso Fritz Bauer recrea su persecución de Adolf Eichmann, el responsable del transporte de prisioneros a los campos de exterminios, refugiado en Argentina bajo identidad falsa. Eichmann era el perfecto alemán obediente portador de lo que Hanna Arendt llamó ‘la banalidad del mal’.
Bauer no encontró en la democracia alemana más que palos en la rueda de su investigación y terminó recurriendo al Mosad, con el riesgo de ser acusado de alta traición. “A finales de los años 60, el 80% de los jueces ya estaban en servicio durante el III Reich. En los tiempos de Frtiz Bauer era un gran ataque afirmar que había que confrontar el pasado”, resume Kraume.
Nadie quería oír que responsables de la nueva democracia habían sido simpatizantes nazis. Fritz Bauer fue el Pepito Grillo contra la amnesia colectiva. Desde Fráncfort, epicentro del movimiento estudiantil transmitía a los jóvenes participar en la construcción democrática. El actor Burghart Klaubner (La cinta blanca) compone un brillante retrato humano de Fritz Bauer, mientras que Ronald Zehrfeld (Phoenix) da vida a un joven fiscal que también sufre las zancadillas del Estado.
La eterna revisión del pasado alemán
“La mayoría de la gente no se preocupa de dónde viene la democracia, pero ahora surgen películas sobre esa época como Hanna Arendt, de Margerehe von Trotta, o La conspiración del silencio que se preguntan ¿Cómo fue ese proceso de transición?”, explica Kraume sobre la distancia necesaria para abordar la historia desde el arte.
Otro ejemplo: el artículo 175 del código penal que castigaba la homosexualidad era una herencia del código nazi que no fue derogado hasta 1994. “Aunque desde comienzos de los 80 ya se ejecutaba, se ve cómo los estándares morales nazis permanecieron en las mente de los fundadores de la constitución. Podían haberse inspirado en Dinamarca, donde la homosexualidad se permitía”, señala el cineasta.
Alemania siempre será el país de la culpa y de la omisión, pero la visión de Kraume (la del nieto) está libre de las tabúes de la generación de los hijos. “Hasta hace poco Fritz Bauer era relativamente desconocido porque fue un ejemplo de que era posible estar en la oposición y eso es incómodo para los que piensan que no se puede hacer nada”.
En ese sentido, Kraume compara a Fritz Bauer como Snowden, “alguien que se levante y dice que algo está mal” y resume las lecciones de su legado: “La democracia es algo que los ciudadanos deben luchar cada día”.