Margallo viaja a Libia para apoyar al nuevo Gobierno de unidad nacional
- Italia, Francia, Alemania y Reino Unido ya han mostrado su apoyo
- El ministro defiende una Libia "unida, democrática y con seguridad para todos"
- El nuevo gobierno libio no tiene aún el reconocimiento del Parlamento
El ministro español de Asuntos Exteriores y de Cooperación en funciones, José Manuel García-Margallo, ha viajado a Trípoli en una visita sorpresa para apoyar al llamado gobierno de unidad nacional libio, similar a la que realizaron en los últimos días sus colegas de Italia, Francia, Alemania y Reino Unido.
El avión militar en el que viajaba García-Margallo ha trasladado además al país norteafricano una tonelada y media de ayuda humanitaria de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid), compuesta principalmente por kits de emergencia para los casi 435.000 desplazados internos del país.
Esta breve visita del ministro español, al igual que la de sus colegas europeos, es una señal de apoyo al nuevo gobierno del país magrebí encabezado por el primer ministro, Fayez al Serraj. Al Serraj y su equipo, que llegaron el pasado 30 de marzo a Trípoli en barco desde Túnez, mantienen su sede en la base naval de "Abu Setta".
Repsol, dispuesta a producir de nuevo en Libia
En esta base, donde está instalado el Ejecutivo y el Consejo presidencial designado por la ONU, Garcia-Margallo ha abogado por "una Libia unida, democrática y en la que se recupere la seguridad para todos su habitantes", y ha añadido que "corresponde al pueblo libio protagonizar la transición y culminar la consolidación democrática, y España como buen amigo manifiesta su disponibilidad para ayudar".
Además, el ministro ha asegurado que Repsol le ha trasladado que está "perfectamente dispuesta" a empezar a producir en Libia en cuanto se reúnan las necesarias condiciones de seguridad y se solucionen los pagos atrasados a la compañía. La petrolera estaría en condiciones de producir hasta 100.000 barriles diarios después de que "se llegase a un acuerdo en las zonas donde están las válvulas que garantizan la seguridad para la explotación y el transporte de petróleo".
Margallo ha recordado que antes de que estallasen los conflictos en el país, Repsol producía 340.000 barriles diarios, el 22% de la producción libia. En julio de 2014 y como consecuencia del deterioro de las condiciones de seguridad en Libia, Repsol decidió evacuar a su personal del país, en el que opera desde los años setenta.
Sin legitimidad del Parlamento
La nueva autoridad en Trípoli carece aún de la legitimidad que debe darle el Parlamento de Tobruk, ya que este pospuso el pasado 18 de abril la sesión de confianza al gobierno de unidad nacional.
García-Margallo tiene la opinión de que las cosas en Libia van "mejor de lo esperado", pues Serraj ha podido instalarse en Trípoli -sede del Gobierno y Parlamentos rebeldes-, ha tomado el control del Banco Central, la Compañía Nacional de Petróleo y la agencia encargada de la inversión en el exterior, lo que garantiza que la financiación no irá a las milicias o grupos que no respalden al gobierno de unidad nacional.
El pasado lunes, el nuevo gobierno de Libia anunció haber tomado el control administrativo de siete ministerios, incluido el de Exteriores, en un paso más para aplicar el acuerdo entre las facciones rivales de Tobruk y Trípoli para estabilizar el país. El resto de departamentos que controla son los de Transporte, Vivienda e Infraestructuras, Juventud y Deporte, Gobiernos Municipales, Asuntos Sociales y Asuntos Islámicos.
Libia, Estado fallido desde 2011
Las administraciones de Tobruk -la oficial- y Trípoli -la rebelde- han accedido a crear un gobierno de unidad nacional que, si bien ya ha recabado el reconocimiento de la comunidad internacional, aún tiene dificultades para desplegar sus poderes en Libia.
Libia es un Estado fallido, víctima del caos y la guerra civil desde que en 2011 la comunidad internacional contribuyera militarmente a la victoria de los rebeldes sobre la dictadura de Muamar al Gadafi.
Desde finales de marzo, el país vive una situación política confusa, con un gobierno sin legitimidad interna, un Parlamento que se niega a respaldar ese gabinete y un liderazgo cesante en la capital que aún conserva poder militar.
De ello han sacado provecho tanto grupos radicales como la rama libia de la organización terrorista Estado Islámico (EI), que en el último año ha ampliado el territorio bajo su control e incluso establecido un nuevo bastión en la costa del Mediterráneo. También los traficantes de personas se han servido del caos en el país para aumentar sus actividades y generar un negocio millonario.