La salida de Dilma Rousseff no cierra la crisis de Brasil
- La crisis económica y la corrupción, entre otros factores, han precipitado su caída
- Temer se enfrentará a los mismos problemas en una situación de interinidad
Brasil ha decidido cambiar de caballo en mitad del río: este jueves, Dilma Rousseff ha sido apartada de su cargo por el Senado, que juzgará si ha cometido un delito por permitir irregularidades fiscales, y el país queda en manos del vicepresidente, Michel Temer, que tendrá que lidiar con los mismos problemas que han precipitado la salida de la primera presidenta brasileña: una grave crisis económica, una corrupción rampante y una sociedad indignada.
Temer, que lleva tiempo perfilando su ejecutivo, tendrá que gobernar en una situación de interinidad durante los próximos seis meses, mientras se desarrolla el juicio político contra Rousseff, que tendrá que cederle su despacho en el Palacio de Planalto, pero seguirá viviendo en la residencia oficial del presidente, el Palacio da Alvorada.
“Los dos primeros meses van a ser claves; si mejora la economía ganará legitimidad“
"Los dos primeros meses van a ser claves; si mejora la economía ganará legitimidad", resume para RTVE.es el investigador principal para América Latina del Real Instituto Elcano, Carlos Malamud, que vaticina que Temer no podrá encarar las reformas que requiere Brasil hasta que no se confirme la destitución de Rousseff, allá por octubre.
"Mi impresión es que la crisis no está cerrada, porque el juicio político no responde a unos fundamentos jurídicos, sino a la crisis económica y a la frustración de la opinión pública", abunda el politólogo de la Universidad de Pittsburgh Aníbel Pérez Liñán, especialista en procesos de impeachment (destitución).
Un proceso legal, pero traumático
Ambos descartan, en cualquier caso, que la salida de Rousseff responda a un golpe de Estado, como han denunciado en repetidas ocasiones la mandataria y sus partidarios. "Cuando Rousseff habla de golpe, está unificando bajo la misma etiqueta este proceso con los golpes de los años 70", critica Pérez Liñán, mientras que Malamud recalca que el procedimiento ha sido "impecable: se ajusta a la legalidad y ha sido refrendado a cada paso por el Tribunal Supremo".
Sin embargo, eso no evita que sea un proceso traumático. "Tiene un grado de anomalía que responde al estado general de la política brasileña", apunta Malamud, que subraya que la función del impeachment es, precisamente, acortar el mandato de un presidente cuando se considera necesario.
“El juicio político es un mecanismo con alma jurídica y cuerpo político, y en momentos de crisis, el cuerpo controla al animal“
"Los fundamentos jurídicos de estos procesos en América Latina siempre han estado cuestionados", explica Pérez Liñán, que recuerda casos como el de Fernando Lugo en Paraguay. "El juicio político es un mecanismo con alma jurídica y cuerpo político, y en momentos de crisis, el cuerpo controla al animal", comenta.
Al final, ha sido una combinación de factores lo que ha empujado a Dilma Rousseff hasta la rampa de salida del Palacio de Planalto: la crisis económica (Brasil, que crecía al 2,3% en 2013, cerró en 2015 con una caída del PIB del 3,8%), la corrupción que afecta a políticos de todo el espectro político, los propios errores del Ejecutivo y las diferencias en el seno de la coalición de Gobierno, que se ha acabado diluyendo ante la movilización de los brasileños en las calles.
Un Gobierno interino para afrontar la crisis
Esos problemas siguen ahí y el nuevo Gobierno que forme Michel Temer tendrá que afrontarlos si quiere mantenerse en el poder. "Es un Gobierno transitorio, al menos hasta que no se apruebe el impeachment [de Rousseff] en el Senado, lo que va a dificultar la adopción de medidas que son necesarias", indica Carlos Malamud.
El especialista del Instituto Elcano destaca la fortaleza del área económica que tendrá el nuevo Ejecutivo, en el que se da por hecho que el expresidente del Banco Central de Brasil, Henrique Meirelles, ocupará la cartera de Hacienda, la más relevante. Los mercados, de hecho, han reaccionado favorablemente al proceso de impeachment, esperando reformas económicas.
Aníbal Pérez Liñán subraya que el nuevo Gobierno "no va a resolver la crisis económica de forma inmediata, más bien al contrario, va a tener que adoptar medidas de ajuste impopulares". Además, remarca, el propio Temer tiene pendientes casos por corrupción y los poderes judiciales de Brasil han mostrado una gran autonomía a la hora de juzgarlos.
"Lo único que tiene a su favor es que los partidos tienen un incentivo para respaldarle, al menos durante un tiempo", señala este experto, que recuerda que "no hay forma de gobernar Brasil sin coalición".
El final de una época
En este sentido, será también clave la reacción del Partido de los Trabajadores, desalojado del poder tras 13 años de dominio, primero con Luiz Inácio Lula da Silva y después con Rousseff. "De momento, está reaccionando mal, con un discurso radical para recuperar a sus bases de izquierda que le aleja de la centralidad. Veremos si lleva la oposición contra Temer a la calle", comenta Malamud.
Pérez Liñán explica que el descontento de la sociedad brasileña comenzó como un movimiento transversal: "La polarización entre izquierda y derecha es algo de los últimos meses, como resultado del propio proceso del juicio político y de la movilización de las bases del Partido de los Trabajadores".
En cualquier caso, hay dudas sobre si Dilma Rousseff podrá recuperar la presidencia dentro de seis meses, cuando el Senado vote su destitución definitiva, para lo que se necesita el respaldo de dos tercios de los senadores. En la votación de este jueves, votaron a favor del juicio político 55 de 81, uno más de los que se necesitan para aprobar el impeachment.
"Va a ser muy difícil que eso cambie", pronostica Malamud, aunque deja un resquicio: "Salvo que la situación se deteriore mucho; un regreso de Rousseff sería peor". Pérez Liñán coincide en que es "poco probable", aunque comenta que "dado que los fundamentos jurídicos [del juicio político] no son fuertes y dada la volatilidad de la opinión pública en los últimos tiempos, no es descartable". El archivo de la causa contra Rousseff, sin embargo, devolvería a Brasil a la casilla de salida: "Sería un bucle, volver al mismo punto con los mismo problemas, pero seis meses después".