Keiko versus Fujimori
- El antifujimorismo gana las elecciones más reñidas de la historia de Perú
- Derrota inesperada en las presidenciales, victoria amarga en las legislativas
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“Es ridículo y absolutamente falso, yo tomo mis propias decisiones”. Con esta contundencia me respondió Keiko Fujimori en junio de 2011 a la pregunta de si era cierto, como denunciaban sus detractores, que su padre movía desde la cárcel los hilos de su campaña electoral. En el salón de su casa, donde recibió al equipo de TVE, destacaba la fotografía de una Keiko sonriente junto a Alberto Fujimori en sus tiempos de jovencísima primera dama tras el divorcio de sus padres. Dos días antes de jugarse en las urnas el regreso a la Casa de Pizarro de titular indiscutible, la candidata Fujimori hacía equilibrios para reivindicar su autonomía sin renunciar a la herencia de quien defendía como “el mejor presidente de la historia de Perú”. Los sondeos le daban tres puntos de ventaja sobre el izquierdista Ollanta Humala: el margen por el que finalmente perdió en un vuelco inesperado.
Cinco años después se repite la historia, pero esta vez la derrota es aún más amarga. De nada le ha servido a Keiko Fujimori ganar la primera vuelta de las elecciones a la Presidencia de Perú con la bandera de la lucha contra la inseguridad y la pobreza, ni asegurar que nunca indultaría a su progenitor, ni desmarcarse de él aunque fuera calificando de “errores” los delitos de corrupción, robo y lesa humanidad por los que cumple 25 años de prisión. La sombra del expresidente que dominó la política peruana en la década de los noventa es alargada incluso entre rejas.
Activo o talón de Aquiles
El Chino, como le apodan hasta los suyos, ha sido el mayor activo de la campaña de su hija Keiko y su talón de Aquiles. Muchos peruanos siguen agradeciendo a Alberto Fujimori que acabara con la hiperinflación y con la sangrienta guerrilla de Sendero Luminoso. Pero el recuerdo de sus excesos, escándalos y crímenes –las masacres de la lucha antiterrorista, las miles de mujeres esterilizadas a la fuerza- ha vuelto a imponerse hasta desbordarse en un tsunami de antifujimorismo que ha acabado aupando a la presidencia al improbable candidato Pedro Pablo Kuczynski. El exministro y economista liberal, que en 2011 pidió el voto para Keiko Fujimori, ha ganado por la mínima el pulso de la derecha peruana gracias al respaldo de última hora de la aspirante de izquierdas descabalgada en la primera vuelta, Verónika Mendoza, con la consigna de evitar el regreso de la saga de origen japonés.
Amarga victoria
Perdida la Casa de Pizarro, la victoria fujimorista en las elecciones legislativas parece un decepcionante premio de consolación. Fuerza Popular ha logrado 73 de los 130 escaños del Congreso, a gran distancia de los 20 del Frente Amplio de Izquierda y los 18 del PKK (Peruanos por el Kambio) del propio Kuczynski. Un obstáculo añadido para el presidente electo: hereda un país dividido por la batalla política, la desigualdad social y la frustración por el escaso reparto de los beneficios de una economía que sigue creciendo por encima de la media en la región, aunque a menor ritmo que hace unos años.
Con solo 41 años, la mitad del censo electoral de su parte y mayoría absoluta en el parlamento, Keiko Fujimori tiene las herramientas para probar si a la tercera va la vencida. La incógnita es si dentro de cinco años el fujimorismo seguirá unido y el antifujimorismo tan pujante como hoy. Es decir, si la sombra del padre se desvanece o vuelve a oscurecerla.