'Las amigas de Ágata': La pandilla en primera persona
- Es el primer largometraje de las jóvenes cineastas Laia Alabart, Alba Cros, Laura Rus y Marta Verheyen
- Empezó como un corto de final de carrera y ahora llega a las carteleras
Las amigas de Ágata es el enésimo cumplimiento de la profecía de 1957 de Francois Truffaut, cuando el cineasta francés intuyó un cine futuro “más personal que una novela autobiográfica” en el que los creadores se expresarán en primera persona. Laia Alabart, Alba Cros, Laura Rus y Marta Verheyen son cuatro jóvenes cineastas cuyo trabajo final de carrera se fue agrandando hasta cristalizar en una película que, para sorpresa de ellas, llega ahora a las carteleras.
Las amigas de Ágata (Les amigues de l'Àgata en el catalán original) no es más que la leve crónica de la transición de las amistades a la infancia a las amistades universitarias, y nada menos que un cine natural y verdadero, a contracorriente por su autenticidad y sorprendente en su madurez narrativa.
“Escogimos un tema en el que las cuatro pudiéramos aportar por igual y que hubiéramos vivido. Y justamente ese cambio de amistad lo habíamos vivido en paralelo cuando comenzamos la universidad”, apunta Laia Alabart en una entrevista para RTVE.es.
Lo puede decir cualquiera de ellas. Son un extraño ejemplo de consenso y la frase que empieza una la termina otra con más convencimiento aún. Así, la organización de la cineasta-múltipe fue sencilla porque su amistad es muy natural: las cuatro aportaban por igual en guion, montaje y realización.
El argumento es mínimo (cuatro amigas que salen de fiesta y se van de viaje a la Costa Brava) y se reduce a una emoción muy concreta: la tensión entre individualismo y conformismo de cualquier pandilla, pero mostrando con realismo la alegría, la complicidad, pero también el hastío, el aburrimiento y el no entenderse a uno mismo.
“Es el momento de la primera brecha en una amistad que se creía para toda la vida, el momento en el que la burbujita en la que has crecido empieza a romperse y sales de la zona de confort”, explican las cineastas que afirman identificarse con Ágata, el personaje principal y más introvertido de la pandilla protagonista.
“Inevitablemente sale ese retrato generacional, porque no deja de ser un cine de lo real: eran nuestros espacios comunes, nuestros amigos haciendo de actores”, explica Marta Verheyen “Todo desprende naturalidad y la gente que la ve se impregna”.
El método de trabajo: muchos ensayos grabados con las cuatro actrices (Elena Martín, Marta Cañas, Carla Linares y Victoria Serra) hasta conseguir que improvisaran con facilidad su personaje. No había diálogos sino descripciones de escenas sobre las que grababan variaciones. Así hasta 70 horas rodadas que depuraron en el montaje.
Un cine posibilista no solo por las limitaciones económicas, sino incluso las creativas. “No me siento capacitada para escribir un diálogo superbueno o un gran guion a nivel de trama. Buscamos a lo que podemos llegar”, añade Alba Cros.
El reverso negativo, al que empiezan a asomarse, es la precariedad del sector. Basta pensar en que algunos de sus profesores en Universidad Pompeu Fabra, como Isaki Lacuesta o Elías León Siminiani, no tienen fácil sacar adelante sus proyectos.
“Como surgió del marco académico, no hemos tenido un trato directo con el mundo de la industria”, sostienen. “La gente dice ahora que somos directoras, pues bien, pero tampoco tenemos esa presión”. Y aunque como cuadrilla no tienen (aún) un segundo proyecto, sí trabajan en dar continuidad individual a su carrera.