'Paisajes encontrados': El Bosco, Goya y El Greco al desnudo
- El Lázaro Galdiano presenta versiones de obras maestras vacías de personajes
- La pinacoteca se suma con Artilugios bosquianos a los homenajes a El Bosco
Descubrir, comparar y dejarse sorprender. Son las tres premisas que guían al visitante en su recorrido por la original exposición Paisajes Encontrados, en el Museo Lázaro Galdiano de Madrid (Hasta el 11 de septiembre. c/Serrano, 122, entrada 6 euros).
Junto a pinturas de El Bosco, Goya y El Greco se exhiben sus “versiones” vacías de personajes o movimientos ideadas por el pintor y artista gráfico José Manuel Ballester (Madrid, 1960). Un creador enfocado en la belleza de la arquitectura urbana y la geometría de los espacios.
Ballester trabaja con fotografías digitales sobre lienzo, a modo de trampantojo, y elimina vía ordenador los elementos de acción que permiten a los paisajes emerger desnudos.
El resultado es sorprendente. De los espacios vacíos florecen nuevas obras, cuyo significado cambia totalmente, a la vez que retan al espectador a descifrar el arte por otros caminos.
Los cuadros versionados corresponden a lienzos emblemáticos de la heterogénea colección del museo: Meditaciones de San Juan Bautista (1499) y La visión de Tondal (1501‐1550), de El Bosco, Las brujas (1797‐1798), El aquelarre (1797‐1798) y El verano (1786), de Goya, San Francisco en éxtasis (1577‐1580 ) de El Greco a la que se suma Cristo agonizante con Toledo al fondo (1604-1614) también del autor griego, cedida para la muestra por la Fundación Santander.
También se puede disfrutar de una intervención a tamaño real de El jardín de las delicias (1503), como guiño al año de El Bosco, del que se celebra el aniversario del quinto centenario de su muerte con la gran muestra de El Prado, entre otros eventos.
Tres momentos, tres maestros
La selección del Lázaro Galdiano encarna tres momentos históricos a través de tres grandes maestros que nos hablan desde sus escenas.
Las fotos están insertadas en el itinerario cotidiano de la pinacoteca. El público, a modo de juego, puede hallarlas entre otras pinturas y cotejar las diferencias entre original y reproducción.
De esta forma, impacta El jardín deshabitado [Ver la imagen que encabeza la noticia], basada en la enigmática El jardín de las delicias, la joya emblema del Museo del Prado.
El icónico tríptico del genio holandés refleja el mundo ordenado del Renacimiento; sin embargo, el paisaje liberado de acción de Ballester refuerza su tono surrealista “que recuerda a las obras de Dalí o a las creaciones de Walt Disney, y nos demuestra el carácter absolutamente contemporáneo de El Bosco”, explica a RTVE.es la comisaria de la exposición, Elisa Hernando.
La fotografía-cuadro viene acompañada de un interesante audiovisual explicativo, acerca de cómo el autor madrileño interpreta las formas geométricas ocultas en la obra maestra.
El choque conceptual se repite en los trampantojos de El Greco y Goya, que engañan al ojo del espectador en su descontextualización. En Cristo agonizante con Toledo al fondo, emerge la vista de la ciudad manchega que en el original queda eclipsada. La pincelada se torna mucho más expresionista, en relación con el propio discurso del artista, en palabras de la experta.
El donante oculto de El Bosco y más secretos
En otra vuelta de tuerca, la exposición también exhibe tres creaciones de Meditaciones de San Juan Bautista: una copia del original, que se encuentra en la muestra de El Prado, una imagen impresa sobre lienzo del artista gráfico, y una tercera versión en la que aparece un personaje que estaba oculto en la obra primigenia de El Bosco: el donante borrado.
“A través de radiografías de la pintura se observó que había un personaje escondido. Ballester lo ha sacado, es un donante, que no se sabe a ciencia cierta lo qué ocurrió pero algunas teorías dicen que no pagó y que el pintor lo tapó con arbustos. Es una persona real que aparece en otra obra de El Bosco”, señala Elisa Hernando.
También reviste especial interés la recién restaurada La visión de Tondal. Una pintura atesorada en los fondos del Lázaro Galdiano de la que se investiga su posible atribución al taller de El Bosco.
La creación representa los temas característicos de Jheronimus Bosch: alegorías morales sobre los pecados capitales simbolizadas en seres grotescos.
Es la aproximación al arte a la que invita Paisajes encontrados, una puerta abierta a la Historia desde otra perspectiva: “El arte es una forma de entender un momento histórico determinado a través de la visión del artista que es subjetiva, pero es la visión del momento. La historia puede ir cambiándose por los intereses de unos y otros pero el arte, no, y es una ventana que nos lleva a ese mundo. Hemos querido desnudar los originales y que el espectador pueda trasladarse a la época de Goya, El Greco o El Bosco”, concluye la comisaria, que asegura que la exposición “a nadie dejará indiferente”, e invita a la visita en la compañía de los más pequeños de la casa.
El juego de los pájaros "bosquianos"
Si el espectador mira al techo del Salón de Baile descubre varios “pajarracos” que flotan sobre nuestras cabezas, o entre casullas decimonónicas asoma agazapado un ingenio con plumas que mira irónico con sus ojos de fusibles.
Es parte de la propuesta de Artilugios bosquianos (Hasta el 11 de septiembre), creada por el artista holandés Sjon Brands, y con la que el Lázaro Galdiano se suma a la “boscomanía”.
Los pájaros de Brands son pizpiretos, provocadores y originales. Evocan bajo una mirada dadaísta el imaginario del maestro de las criaturas del averno.
“Hay pájaros que recuerdan a los que representa El Bosco en Las tentaciones de San Antonio de Abad. Una especie de artilugios que son como dirigibles. Eso es un poco lo que inspira la obra de Sjon Brands”, señala a RTVE.es Amparo López, comisaria de la muestra y conservadora jefe del museo.
“Siempre hay un relato y una historia, muchas veces personal, detrás de cada imagen, como ocurre en El Bosco. En esto son muy semejantes aunque la forma de construir y el relato es otro, porque el artista contemporáneo no tiene esa carga religiosa”, añade la especialista.
Las doce esculturas, diseminadas por todo el edificio, son una amalgama de centenares de objetos de la vida cotidiana que el artista saca de mercadillos, donaciones de amigos o de la cocina de su madre; cucharas, teteras, plumas de avestruz, vasos o incluso poesías se ensamblan en cuerpos de alambre y fibra de vidrio.
Un trabajo detallista y cuidadoso en el que los enseres resplandecen impolutos en un homenaje al reciclaje.
“Lo que queremos es provocar y que se vea el museo con otra mirada, con una sonrisa. Queremos provocar la imaginación del visitante y que tenga que fijarse en los miles de detalles que tienen estos pájaros gigantes”, detalla Amparo López con entusiasmo.