La actriz Ángela Molina, Premio Nacional de Cinematografía 2016
- Es una de las intérpretes fundamentales del cine español desde los 70
- Ha trabajado con directores de la talla de Luis Buñuel o Pedro Almodóvar
- El galardón, concedido por el Instituto de Cinematografía, está dotado con 30.000 euros
La actriz Ángela Molina ha sido galardonada con el Premio Nacional de Cinematografía 2016 que concede el Instituto de la Cinematografía y las Artes Escénicas (ICAA), dependiente del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, según ha confirmado a RTVE fuentes del organismo.
La actriz, de 60 años, es una de las intérpretes fundamental del cine español desde los años 70 y ha trabajado con buena parte de los cineastas más importantes de la historia del cine español como Luis Buñuel o Pedro Almodóvar. En 2012 recibió la Medalla de Oro de la Academia de Cine.
En su fallo, el jurado destaca la trayectoria de una actriz "desde sus primeras películas con apenas 20 años, dejando palpable la estirpe de artistas de donde proviene, trabajando fuera y dentro de nuestras fronteras", así como sus reconomientos y "su amor y generosidad con cada uno de los actores y directores que ha trabajado. Una actriz espontánea, auténtica, arriesgada y original”. El Premio Nacional de Cinematografía está dotado con 30.000 euros.
Ha sido cinco veces candidata a los Premios Goya, y en su haber figuran galardones tan diversos como el David di Donatello, la Concha de Plata, la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, el Gran Premio de la Crítica de Nueva York, varios Fotogramas de Plata y la Espiga de Plata de la Seminci, entre otros muchos.
Molina: "Los premios son milagros inesperados"
Por su parte, la actriz ha dicho recibir este galardón de una manera "inexperta" e "inesperada" y ha recalcado que se siente "altamente galardonada", con reconocimientos que ni siquiera esperaba, en declaraciones a Europa Press. "Los premios son milagros inesperados", ha añadido Molina, quien subraya que lo único que ha hecho en su vida ha sido "amar" su trabajo.
Ángela Molina ha señalado que en el trabajo "hay que arriesgar y ser auténtico", unos calificativos que no considera un "mérito, sino una necesidad". "Yo me limito a soñar, trabajar, a dar todo lo que puedan mis sentidos, y elucubrar una idea que entre todos tenemos que conseguir que se convierta en un sueño", ha manifestado.
Molina se siente "orgullosa" de haber trabajado "sin parar" en su profesión durante 45 años, así como de todas las personas que la han acompañado, a los que se refiere como "la familia" de su "memoria". "Este trabajo es la vida", ha enfatizado.
La actriz viajará en breve a Roma para trabajar en una producción italiana, la serie Furor, y posteriormente a Canarias para arrancar el rodaje de una película argentina de la que aún no quiere dar detalles, por "temor y respeto". En cuanto a la posibilidad de rodar en una producción española, Molina ha señalado que confía "plenamente" en el trabajo "tal y como se va dando". "Somos necesarios donde nos llaman estoy siempre soñando y adecuándome a lo que la vida me trae", ha dicho.
Saga de artistas
Hija del archiconocido actor y cantante Antonio Molina –es la tercera de ocho hermanos–, Ángela Molina (Madrid, 1955) estudió ballet clásico, danza española y arte dramático en Madrid. Antes de su primera incursión en la gran pantalla, en No matarás, dirigida por César Fernández Ardavín, llegó a trabajar en un circo en Francia, ejerció como profesora de baile clásico español y protagonizó un reportaje en la revista Fotogramas, que propició la llamada de Ardavín para participar en su alegato antiabortista convertida en una rubia oxigenada.
Pronto se convertiría en una actriz fundamental en el cine español de la Transición, etapa en la que enfocó su carrera hacia producciones de calidad y compromiso, en muchas ocasiones producciones con una temática política, social e histórica. A mediados de los setenta fue dirigida por Jaime Camino en Las largas vacaciones del 36 y por Manuel Gutiérrez Aragón en Camada negra.
Pero sería en 1977 cuando en la última película que dirigió Luis Buñuel –Ese oscuro objeto del deseo– compartió el personaje de Conchita con Carole Bouquet y ambas la pantalla con Fernando Rey. Ese filme fue su triunfo definitivo, el que le abriese las puertas del mercado europeo y el que la convirtiese en una de las estrellas jóvenes más solicitadas.
Fue imprescindible en el cine de Jaime Chávarri, con el que trabajó en cinco ocasiones –A un dios desconocido, Bearn o la sala de las muñecas, El río de oro y las dos entregas de Las cosas del querer– y musa reconocida de Manuel Gutiérrez Aragón –El corazón del bosque, Demonios en el jardín y La mitad del cielo–. Otras de sus interpretaciones más reconocidas fueron en La sabina, de José Luis Borau; y en Lola, de Bigas Luna.
Salto al cine internacional
En los ochenta, a la vez que reafirmaba su presencia en España, se dejaba ver en las cinematografías francesa e italiana y hacía incursiones en el celuloide alemán y latinoamericano. Su presencia en el cine extranjero siempre ha sido destacada.
Desde Gli occhi, la bocca, de Marco Bellochio; pasando por 1492, la conquista del paraiso, de Ridley Scott, y El viento se llevó lo que, de Alejandro Agresti; hasta Carnages, donde compartió protagonismo con Chiara Mastroianni, y El destino de Nunik, historia en la que fue dirigida por los hermanos Taviani.
Molina, que habla varios idiomas, por lo que a veces no necesita ser doblada, también ha trabajado con asiduidad en películas portuguesas, entre las que destaca Coitado do Jorge, de Jorge Silva Melo, primera cinta que rodó tras la muerte de su padre en 1992.
En los años noventa participó, entre otras producciones, en Una mujer bajo la lluvia, de Gerardo Vera; y Carne trémula, de Pedro Almodóvar. A la vez, protagonizó la serie de televisión Hermanas donde se puso el hábito de monja junto a su hermana Mónica Molina y Pilar Bardem. A partir de ahí, participa en proyectos, en ocasiones comprometidos e independientes, y se enrola en los títulos de crédito de operas primas como Sagitario, de Vicente Molina Foix; Piedras, de Ramón Salazar; y La caja, de Juan Carlos Falcón.
En los últimos años ha sido Angélica en The Way, de Emilio Estévez; Pura en Carne de neón; Casilda Armenia en Memoria de mis putas tristes; pero, sobre todo, Doña Concha en Blancanieves, la gran triunfadora premios Goya de 2013. La actriz asegura que no le faltó la palabra para trabajar en esta cinta muda porque "se trata de una expresividad más elocuente por tener la concentración en lo visual, pero al final no deja de ser el mismo río".
En 1985 se le concede el Gran Premio de la Crítica de Nueva York y en 1986 recibe el David de Donatello que otorga la Academia de Cine de Italia por la película Camorra: Contacto en Nápoles, convirtiéndose en la primera actriz extranjera galardonada por una producción italiana, imponiéndose a Giulietta Masina y a la noruega Liv Ullmann.
En 1986 consigue asimismo la Concha de Plata a la mejor actriz por La mitad del cielo en el Festival de San Sebastián, siendo también nominada en la primera edición de los Premios Goya. Reconocimientos a los que suma un Premio Nacional con el sucede a Fernando Trueba, ganador en 2015.