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Crisis política en Brasil

La destitución de Rousseff pone fin a 13 años de gobierno del Partido de los Trabajadores

  • Los 13 años de gobierno del Partido de los Trabajadores han marcado el país
  • Ha sido la más importante experiencia de la izquierda democrática en América Latina
  • El PT deja un legado de mejoras sociales empañado por la corrupción
  • Claves del juicio político a Dilma Rousseff

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El expresidente brasileño Lula da Silva abraza a Dilma Rousseff, heredera de su legado socialista.
El expresidente brasileño Lula da Silva abraza a Dilma Rousseff, heredera de su legado socialista.

La destitución de Dilma Rousseff como presidenta de Brasil por maniobras fiscales irregulares supone un punto de inflexión en la singladura de su formación, el Partido de los Trabajadores (PT), que desde 2003 a los mandos de da Silva gobierna en el país latinoamericano. Desde entonces, han sido 13 años de mandato socialista que muchos han considerado como la más importante experiencia de la izquierda democrática en América Latina tras el sangriento golpe de Estado que, en 1973, acabó con la vida y el Gobierno de Salvador Allende y con la "vía chilena al socialismo" y la "revolución de la empanada y el vino".

El Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), que encabeza Michel Temer, recoge el testigo del PT y volverá a gobernar sin nunca haber ganado las elecciones si el Senado aprueba la destitución de Rousseff. Pese a que jamás ha logrado pasar por la criba de las urnas en unas elecciones presidenciales, el PMDB es la mayor fuerza política del país, tiene las primeras minorías en las cámaras de Diputados y del Senado y el mayor número de gobernadores y alcaldes del país.

La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, ha admitido este lunes en el Senado, ante el que ha presentado los últimos argumentos de su defensa antes de la votación definitiva para decidir sobre su destitución, que su Gobierno cometió irregularidades fiscales, aunque ha remarcado que nunca traicionó a sus votantes y que en ningún momento cometió "ningún crimen". "Estamos a un paso de la consumación de una grave ruptura institucional, de concretar un verdadero golpe de estado", ha vuelto a denunciar Rousseff, que está suspendida de sus funciones desde el 12 de mayo, cuando se inició el juicio político que ahora fronta su recta final. "Vengo a mirar directamente a los ojos de sus excelencias y a decir con la serenidad de quien no tiene nada de qué responder que no cometí delitos de responsabilidad", ha subrayado la todavía presidenta.

Avances sociales y la mancha de la corrupción

Programas de lucha contra el hambre y la miseria, planes de inclusión educativa, de apoyo a la agricultura familiar y otros que sacaron de la pobreza extrema a millones de brasileños forman un legado que hasta los más férreos opositores al PT reconocen y que la ONU ha recomendado como modelo para todo el mundo en desarrollo. Trece años de la formación socialista al frente de Brasil dejan un importante legado de avances sociales.

Sin embargo, hasta en las propias filas del partido se admite en voz baja que ese progreso social lo mancharon numerosos asuntos de corrupciónque salpicaron al partido desde que llegó al poder con su fundador, Luiz Inácio Lula da Silva, en 2003.

El primero fue en 2005, cuando en pleno primer mandato de Lula, estalló un escándalo de sobornos parlamentarios, pero ninguno superó el desatado en 2014, con Rousseff en campaña para su reelección, en la estatal Petrobras. Aunque ese asunto afecta a decenas de partidos, el más implicado es el PT, que en parte ha pagado el precio de esas corruptelas con la destitución de Rousseff.

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Del marxismo al socialismo 'light'

Fundado con orientación marxista, el PT nació en 1980 con la meta, establecida en sus estatutos, de construir "el socialismo democrático". También propuso "luchar" por "democracia, pluralidad, solidaridad y transformaciones políticas, sociales, institucionales, económicas, jurídicas y culturales para eliminar la explotación, la dominación, la opresión, la desigualdad, la injusticia y la miseria".

De origen netamente obrero, surgió en el cinturón industrial de Sao Paulo al calor de las luchas sindicales contra la dictadura instaurada en 1964, y se definió como "adversario" de "banqueros", "latifundistas" y "multinacionales". Junto a sindicalistas de orientación trostkista, como el Lula de entonces, abrigó al comienzo a católicos de base, sacerdotes de la Teología de la Liberación e intelectuales marxistas opuestos a la hegemonía que la Unión Soviética ejercía sobre la izquierda mundial.

El "partido sin patrones" comenzó a expurgarse en 1989, cuando postuló por primera vez a Lula para la presidencia. Se suavizaron sus estatutos, un año después fue expulsada la facción trostkista Causa Obrera y el partido comenzó su camino hacia el "socialismo light" que finalmente llevó a Lula al poder en 2003.

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El desgaste de gobernar y la caída de Dilma

En 2005, con los primeros escándalos de corrupción de la gestión de Lula, el PT se acercó a formaciones de centro y derecha a las que llevó a una coalición de Gobierno luego heredada por Rousseff, que finalmente se ha atomizado y ha apoyado el proceso que este miércoles puede acabar con la destitución de la mandataria. Un juicio político frente al que la militancia del PT entonó por la frase "no habrá golpe, habrá lucha", que si resonó con fuerza en las fases iniciales del proceso, se fue desgastando como el propio partido.

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En las primeras marchas en favor de Rousseff y "contra el golpe" participaron cientos de miles de personas, pero a medida que avanzó el juicio y se percibió el inevitable derrumbe de la mandataria y el PT, las calles se fueron vaciando y el coro dejó de escucharse.

El propio PT admitió casi de hecho lo inexorable del proceso, al punto de que en las últimas semanas también se fue desmarcando de la mandataria para concentrarse en la preparación de las elecciones municipales de octubre próximo.

¿Un adiós o un hasta pronto?

Esos serán los primeros comicios que el PT enfrentará fuera del poder desde enero de 2003 y una prueba de fuego para su futuro, que para muchos analistas presenta serias amenazas de una nueva ruptura por la izquierda.

El ahora presidente interino Michel Temer, la presidenta suspendida Dilma Rousseff, y el ex presidente Lula da Silva en una imagen de 2011

 EVARISTO SA

Dos tercios del Senado han votado a favor de la destitución de Rousseff, pero no habido mayoría suficiente para aprobar su inhabilitación por lo que Rousseff no dice un adiós definitivo a la política. Podrá ser candidata en las próximas elecciones.