Bésame, Juan Vidal
- El diseñador se inspira en los suburbios de las ciudades y el arte callejero
- Tiene el Nacional de Moda y ha vestido a Doña Letizia
- Todos los desfiles de MBFWM
Todos quieren a Juan Vidal.
Ya no es una joven promesa del diseño. Es joven pero en poco tiempo ha dado pasos de gigante en la moda española: Premio Nacional de Moda, ganador del Who´s On Next de Vogue, Premio a la mejor colección en Cibeles..
Además puede presumir de vestir a Dona Letizia y por eso es la envidia de muchos de sus compañeros. “Es una experiencia única”, dice con seriedad y sin darle demasiada importancia. Disfruta del éxito con una recién estrenada madurez y no siente la presión mediática. “La presión me la pongo yo”.
Y se nota, porque se crece con cada colección, siempre distinta la anterior. “Si tengo mucho más que dar para que voy a repetir”, dice. Y no lo hace. Ahora encuentra a su musa en las calles de una gran ciudad para respirar arte urbano, y música, mucha música.
Como en un capítulo de la serie The Get Down su colección baila con los sonidos de la música negra. El rap inspira algunos de sus estampados, de aire grafitero, palabras pintadas con colores que recuerdan a Mariscal.
“El rap es poesía de la calle.Me fijé en la importancia de la palabra, del mensaje, del ‘Haz el amor y no la guerra’, del besarse en público. Por eso su colección se llama ‘Kiss me, Sabine’ y Vidal se inspira en los besos de tornillo para hacer vestidos que se retuercen con elásticos y volantes y rodear el cuerpo.
Blancos técnicos tiñen vestidos inspirados en la ropa del hip-hop de los 90, y el negro y el gris colorean prendas de asfalto, más sofisticadas y con una sensualidad tranquila.
El color camel y el verde militar se dejan para enormes gabardinas y un trench que, después, dejan paso a vestidos más raciales, con claras referencias a la estética del black power.
Noche y día mezclado todo a la vez. Vemos lentejuelas formando manchas de color, nubes de camuflaje, y también rayas en rojo y negro que decoran vestidos de noche, ese espacio del tiempo en el que, a veces, sobran las palabras.