Teresa Helbig deslumbra con una maravillosa colección
- Helbig celebra 20 años de pasión por la moda invitando a bailar
- El trabajo es exquisito y muestra vestidos de ensueño
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Cuando terminas de ver la colección de Teresa Helbig te quedas con una extraña sensación de emoción y vacío. Vacío porque te ha llenado el corazón de belleza, fantasía y lujo y, claro, quieres más.
Emoción porque te contagia la suya, y su entusiasmo y su alegría. No es para menos. Celebra que hace veinte años ella y su madre, gran pilar de la firma Helbig, hicieron juntas un vestido. “Era para una boda que yo tenía, lo recuerdo perfectamente, era un vestido de plumas”, revela con esos ojos grandes que te sonríen.
Y plumas vemos en esta colección de aniversario. Hay un bolero de plumas teñidas a mano y decorado con peonías de una fragilidad y hermosura que te traslada a las décadas doradas de la costura y, por supuesto, de Hollywood.
Especialmente a 1930, porque en la colección vemos diseños que se inspiran en Fred Astaire y Ginger Rogers. “Es que quiero bailar, qué mejor forma de celebrar el aniversario que bailando”.
Y seguimos en la pista porque Helbig reinterpreta los vestidos de baile de distintas épocas y estilos: disco, country, clásico e incluso hay guiños a las flappers de los años 20, al estilo Daisy Buchanan. De esta década gloriosa para la moda rescata ideas para vestidos-joya que no pretenden estar en un museo.
“Parecen pesado pero el patrón reparte el peso por el cuerpo y te permiten moverte y bailar”. Divertido es el sastre arlequín con un mar de lentejuelas de colores que haría las delicias de Bowie, una chaqueta que recuerda a Liza Minelli en New York,New York y sensuales son los vestidos-ballet con cuello camisero y minifalda de tul.
Algunas modelos llevan tocados de plumas, como las bailarinas del Lago de los Cisnes, pero que se colocan como auriculares de dj, otro guiño al baile.
Todos los tejidos imprimen carácter a las prendas y todas tienen un patrón exquisito, como el gusto de Helbig a la hora de vestir a la mujer. Destaca un vestido largo, un tanto setentero, en tul seda empolvado que va enteramente bordado con cuentas de colores. Una delicia.
La colección es lujosa y… cara. “Pero es un lujo ético”, dice. Son prendas de largo recorrido que bailarán esta noche y dormirán mañana en el armario, para descansar, y volver a salir a bailar.
Lo malo del desfile es que cuando termina te queda un amargo sabor y un poco de pena. Como cuando acaba el baile y las luces se apagan invitándote a abandonar la pista de baile.