Cuando la artista Louise Bourgeois era una pequeña arañita
- Nana de tela cuenta cómo Louise descubrió el arte ayudando a su madre en el taller familiar
- Un cuento poético de la escritora Amy Novesky y la ilustradora Isabelle Arsenault
"Tejer era su forma de sanar" (Nana de tela)
Louise Bourgeois (1911-2010) es famosa en todo el mundo gracias a sus gigantescas esculturas de arañas como la que se alza frente al museo Guggenheim de Bilbao desde 2001, y que le valieron el sobrenombre de "la mujer araña". Pero lo que pocos saben es que, en su niñez ya era una arañita capaz de restaurar los tapices más delicados gracias a su sensibilida artística. Una hermosa historia que nos descubre el cuento Nana de tela. La vida tejida de Louise Bourgeois (Impedimenta), de la escritora Amy Novesky y la Ilustradora Isabelle Arsenault.
Un libro muy especial porque estamos acostumbrados a descubrir la vida de los personajes históricos en películas, libros e incluso cómics, pero no es muy habitual que nos la relaten en forma de cuento y menos con tanta sensibilidad e incluso poesía.
Un cuento que también narra la preciosa relación entre la pequeña Louise y su madre, y en el que descubrimos que Louise llamó a esas grandes arañas "Maman" (Mamá) en homenaje a su madre, a esa tejedora que le enseñó a apreciar el arte y la vida.
La pequeña arañita
El cuento comienza con la pequeña Louise descubriendo el mundo que la rodeaba y cómo, a los 12 años, comenzó a trabajar en el taller de tapices de su madre. Al principio dibujando los fragmentos más deteriorados, para que su madre cosiera encima, y más tarde aprendió a tejer, a obtener los colores, a teñir las telas... un trabajo que aumentó los lazos afectivos entre madre e hija. Frente a la mala relación de la pequeña con su padre, un tirano mujeriego con múltiples amantes y que casi nunca estaba en casa (en una ocasión Louise incluso se tiró al río).
También nos cuenta cómo la muerte de su madre rompió los hilos que la unían a la felicidad de la niñez y le decidieron a dedicarse a la pintura.
Pero esta no es una biografía normal, es casi un poema en el que las imágenes y las palabras se unen para formar una historia poética y repleta de matices que narra el nacimiento de una artista, la hermosa relación entre madre e hija y cómo los recuerdos se mantienen cosidos en el interior de todos nosotros. Y también nos desvela de dónde sacó las ideas para algunas de sus grandes obras, ya que la famosa artista siempre reconoció que su infancia fue su mayor fuente de inspiración.
Por cierto que Louise nunca dejó de tejer. Cuando se casó y se mudó a Nueva York compró un estudio en Brooklyn, una antigua fábrica textil que disponía de máquinas de coser.
Dos grandes artistas
Sólo dos mujeres podían haber transformado en un cuento la poesía de la obra de Bourgeois.
Amy Novensky ya nos había contado los inicios de otra artista en Yo, Frida, otro precioso cuento ilustrado por David Díaz en el que narraba como Frida acompañó a su esposo, Diego Rivera, a San Francisco y fue allí donde encontró la inspiración para convertirse también en pintora. Un libro que ganó el premio honorífico Pura Belpré de ilustración y que entró en el índice de libros destacados de la asociación de bibliotecas americanas.
"Las arañas gigantes de Louise siempre asustan un poco -asegura Amy en el epílogo del libro- hasta que recordamos que tejen y reparan sus propias telas. Son tejedoras, igual que lo fue la madre de Louise".
Por su parte, Isabelle Arsenault ha obtenido en distintas ocasiones el prestigioso Governor General's Award como ilustradora de libros infantiles, entre los que destaca Jane, el zorro y yo mejor libro ilustrado del año para el New York Times.
Una de las artístas más famosa de la historia
Louise Josephine Bourgeois (1911-2010) no necesita presentación. Es una artista mundialmente famosa gracias a sus esculturas en madera, acero, piedra y caucho y, sobre, todo por sus arañas gigantes.
"Se codeó con Marcel Duchamp, Max Ernst, Yves Tanguy, Joan Miró, Mark Rothko o Willem de Kooning y coqueteó primero con el surrealismo y luego con el expresionismo abstracto, hasta que en los setenta conquistó un estilo más personal, en el que experimentó con materiales como el látex y el yeso para "expresar sentimientos complejos aflorados a la superficie de su vida mental", en palabras de Müller-Westermann.
Pero fue víctima del machismo dominante en el mundo artístico de forma que el reconocimiento de la crítica y el éxito comercial no le llegó hasta los 71 años, cuando en 1982 el MoMA le dedicó su primera retrospectiva -primera también que el templo del arte contemporáneo dedicaría a una mujer-. Durante tres décadas más, con Jerry Gorovoy como ayudante e íntimo colaborador, siguió trabajando y usando el arte como forma de aliviar su ansiedad y como un medio de exorcismo -"mi psicoanálisis está en la obra", decía-.
"Mi tema es la crudeza de las emociones, el efecto devastador de las emociones que se sufren", afirmaba la artista en una entrevista con Christiane Meyer-Thoss.
Louise también aseguró siempre que, para ella, el arte tenía un efecto sanador. Quizá por eso siguió entregada a la creación artística hasta el día de su muerte, en 2010, a la edad de 98 años.