El Conde: rostro, carne y huesos
- Leonardo Padura escribe sobre el "milagro" de ver a su inspector Mario Conde en la gran pantalla
- Es la primera adaptación del personaje creado por el Premio Princesa de las Letras 2015
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Hace veinticinco años, cuando la di “el soplo divino” al personaje del investigador policial Mario Conde para que protagonizara una novela que titulé Pasado perfecto, fueron demasiadas las cosas que jamás imaginé que pudieran ocurrir con él. No imaginé, por ejemplo, que veinticinco años después aun andaría del brazo con él, porque no imaginé que ese personaje resultaría estar tan vivo que me pediría aparecer en otras de mis novelas –y ya lo ha hecho en ocho-, y por la tanto tampoco podría haber imaginado que Mario Conde, el Conde, se convertiría en una expresión desde la literatura de las esperanzas y frustraciones de una generación de cubanos y mucho menos que, con él y gracias a él, llegaría a alcanzar muchas ediciones, traducciones, incluso premios… Y, puestos a no imaginar tantas cosas maravillosas, está de más decir que tampoco soñé con que algún día daría el salto a la pantalla del cine… y que tendría un rostro, una corporeidad de carne y hueso.
Si hace veinticinco años que creé al personaje, hace quince que alguien me propuso llevarlo al cine. Ya para entonces, lo confieso, yo había empezado a soñar esa posibilidad, aunque no mucho. En la Cuba del año 2000 hacer una película era un acto casi heroico y mi personaje no es precisamente de los que alientan en mi país a tales heroicidades. Pero el sueño empezó a tomar formar.
Ahora, después de tantos años sin soñarlo y de tantos años soñándolo, estoy asistiendo a un hecho que considero casi un milagro: ver a mi personaje de Mario Conde con un rostro, como un ser de carne y hueso en la pantalla de un cine. Y he vivido con júbilo tremendo esa materialización maravillosa que se ha conseguido gracias al esfuerzo y la bondad de muchas gentes (ver ficha técnica), pero, sobre todo, a lo que el propio Conde ha sido capaz de hacer a lo largo de estos muchos años: tender un puente de simpatía con tantos lectores, un puente que, espero, ahora también transite con los espectadores, en su nueva encarnación, con rostro, carne y huesos.