Loewe, agujas de moda y arte
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El arte inspira y provoca las colecciones de Jonathan Anderson para la casa Loewe, que ha celebrado su desfile en la sede de la UNESCO. La nueva, para la primavera de 2017, es una mezcla de elementos que parten de referencias diversas, desde la decoración a la artesanía, desde las vanguardias artísticas al conceptualismo.
Ya no hablamos de estética arty, Anderson va más allá y se instala en la moda arty, en el arte al servicio de vestirnos para lograr una cultura de moda o una moda culta, que no es lo mismo. Reflejos del pasado, sensaciones del presente y proyectos de futuro se mezclan en una propuesta intensa, por los tejidos, y sensual, por el patrón y las formas.
El volumen se relaja y se tiende a la verticalidad. Destaca la blusa globo, las mangas exageradas decoradas con flecos, los volantes plisados y los detalles lenceros. Vemos prendas de aspecto 'lavado', vividas, y hay que destacar que cada look se articula en torno a un bolso logrando así un juego de formas orgánicas que se enmarcan en esa estética poderosa que tontea con las vanguardias.
"He pensado en una mujer con carácter y esta colección la he construido a partir de ella, renovándola, viviendo sus cambios, se ha mudado de apartamento, tiene nuevos muebles... es como si hubiéramos estado viviendo con ella durante un año", declaraba Anderson tras el desfile.
Los complementos maravillan y llaman la atención las joyas que parecen robadas de un museo. Cuatro vestidos de la colección se pueden encargar ya para tenerlo cuanto antes. El resto necesita tiempo, mimo. Así es la artesanía, así es el arte.
Anderson es un revolucionario, a veces un tanto cuestionado por sus arriesgadas propuestas y por su más que evidente gusto por cambiar concpetos como masculinidad y feminidad, que deben revisarse. Ahora, podemos hablar de neomasculinidad y de neofeminidad.
Son muchas las palabras que se han quedado obsoletas tras los cambios surgidos en la sociedad y después en la moda. La calle se transforma y la moda sigue sus pasos. La pasarela es, al fin y al cabo, un trozo de acera en la que se mezclan, como en un gran bazar, todo tipo de estilos.
Es un perfecto desorden, como las colecciones de John Galliano para Martin Margiela. Un equipo que no termina de cuajar, y no encaja en la maquinaria actual de la moda. Quizá sí en la alta costura pero no en el prêt-à-porter.
Su colección es más de lo mismo: prendas desestructuradas, asimetrías perversas, prendas descontextualizadas. Así, un trench se convierte en vestido o un jersey se transforma en un top.
Galliano decora a las modelos con tocados y detalles futuristas ,pero apuesta por prendas y patrones que vienen del pasado, logrando una colección interesante en la que destacan las elegantes faldas de encaje de tricolor, las cazadoras y chaquetas anudadas con un cinturón de cuero, las camisas body, los guantes joya ( como los que hizo Font) y las prendas de aire deportivo.
Ahora la aguja de Galliano no llama tanto la atención porque sus alumnos han sido muy estudiosos e hicieron muy bien sus deberes. Tanto, que en algunos casos están ‘casi’ al nivel del maestro.
Otro maestro es Dries Van Noten. Su colección es una delicia, un sensato ejercicio de costura y una opción real de moda. El belga apuesta especialmente por el negro y tiende a los patrones amplios que esconden el cuerpo.
El look señorita se crea con faldas de pliegues y blusas románticas y destacan las prendas de estilo minimalista, despojadas de ornamentos y fruslerías. Vemos, por otro lado, vestidos en verde oliva con mangas abullonadas, a lo español, y bordados de lujo que decoran escotes, cuellos y solapas.
La suavidad del tejido, la fuerza del patrón, la elegancia del corte y el aire arty del estampado hacen de la colección una elegante invitación a disfrutar de la moda.
Chloé propone una inteligente y delicada interpretación del estilo marinero, jugando con sus códigos y colores. Las prendas presumen de patrón oversized y destacan los vestidos con tirantes de cuerda, los pantalones de talle alto con botonadura dorada y los distintos estampados de rayas. Otra colección que encaja en ese armario de la neofeminidad.
Lanvin estrena directora creativa, Bouchra Jarrar pero cuesta olvidarse del talento de Alber Elbaz, que ha estado más de una década en la casa. Jarrar es fiel a su estilo pero aburre con las enésimas versiones de la biker que se llevan con un vestido de noche. Lo mismo que Rochas, que mezcla prendas deportivas con faldas de seda y propone difíciles vestidos drapeados de aire vintage.
Y es que no todo el mundo es capaz de mantener el brillo de una mítica casa de moda. Otro ejemplos: Courrèges y Paco Rabanne. Luego está el caso de Balmain, con Olivier Rousteing a la cabeza.
Su colección, por fin, se sale de la monótona y repetitiva apuesta por las chaquetas entalladas con escote en uve, los maxicinturones y las faldas de talle alto. Ahora, inspirado por la estética safari, propone chaquetas ovesized y vestido ligeros en tonos verdes y naranja.
Los abrigos y las chaquetas en piel de serpiente son apabullantes, y vemos túnicas con estampados étnicos, que varías de gama cromática desde los tonos tribales a los dorados y plateados, un tanto años 20.
Los diseños mezclan patrones deportivos con prendas más sofisticadas y destacan los vestidos asimétricos realizados con superposiciones y teñidos de rojo y otros que con piezas de tela que parecen estar pegadas sobre la piel. Con muy poca gracia; a años luz de las maravillas que hacía Sybilla.