'The Hole Zero': Una Nochevieja hacia los fugaces años 80
- El musical es la precuela de las dos ediciones anteriores de The Hole
- La Terremoto de Alcorcón orquesta la función como maestra de ceremonias
- Suenan canciones de Tina Turner, Donna Summer, Madonna… pero también Raphael o Dolores Vargas
- El musical recorre la transición hacia los 80 en una Nochevieja en el famoso Studio 54 de Nueva York
- Acróbatas, funambulistas y equilibristas: todo un espectáculo visual
“El camino del exceso conduce al palacio de la sabiduría”, rezaba el lema de la mítica sala Studio 54 de Nueva York. Ahí es precisamente donde nos encontramos, en una regresión al pasado, concretamente a la nochevieja de 1979. Se trata de una transición a los años 80, era de la liberación sexual, del fin de muchos prejuicios y de una nueva corriente musical. También es la era en la que España se abre a todo ello, con lo que aquello conlleva (lo bueno y lo peor). Es la era del ‘sexo, drogas y rock and roll’.
Así es como arranca The Hole Zero, la precuela de las dos ediciones anteriores de The Hole, un musical que se acaba de estrenar en el Teatro Calderón de Madrid.
El show está orquestado por la alocada, folclórica pero transgresora y maravillosa Terremoto de Alcorcón (Pepa Charro), quien hará de maestra de ceremonias de este espectáculo sumamente visual y sin tabúes, donde el espectador es uno más dentro de la función, se despojará de todo prejuicio y sin reservas disfrutará de los descocados actores, acróbatas, funambulistas y equilibristas que le transportarán a otra dimensión. Y si no está dispuesto a ello, mejor que no acuda; The Hole nunca fue para débiles de extrema moral.
Los 80: del “landismo” a la revolución musical
La inmersión en los años 80 no puede ser de otra forma que con la música. Todo comienza con un Roling on the river, de Tina Turner, a la que le siguen otros temas de grandes artistas como Dona Summer, Madonna o el transgresor David Bowie.
Pero no nos olvidemos, como nos recuerda la Terremoto, de que acabamos de pasar por cuarenta años de dictadura. Cuatro décadas en las que, mientras en las discotecas de Estados Unidos sonaba Elvis Presley, Diana Ross o Janis Joplin, aquí nos estancábamos en el folclore (sin intención de desprestigiar) de Manolo Escobar, Concha Velasco o Karina.
El “landismo” (o síndrome de ser un Alfredo Landa) es difícil de arrancar de nuestro ADN, y el arte que le corre por las venas de Pepa Charro nos revive de nuevo el famoso Achilipú de Dolores Vargas y la evolución de la música española más ‘pop’ hacia el Black is Black de Los Bravos, Háblame de ti, de Los Pecos, el Superman de un jovencísimo Miguel Bosé hasta la culminación del Bailando de Alaska y los Pegamoides. Y no hay que justificar lo que forma parte de nuestra cultura popular, bajo la sencilla premisa del Qué sabe nadie, que cantaba Raphael y que está presente en el espectáculo, como no podía ser de otra forma.
Y entre canción y canción, los números circenses, propios de un Cabaret & Varieté. Se trata de grandes artistas dispuestos a mostrar los límites de la fuerza humana, a danzar con pasos de ballet sobre una finísima cuerda, volar sobre los espectadores o arriesgar dentro y fuera de ruedas gigantes ante los gritos de miedo del público.
Actores que representan la conciencia, inocencia y transformación
El humor corre de parte de los actores (a su vez bailarines y cantantes), que no se quedan a la sombra de la Terremoto sino que le acompañan transmitiendo simpatía hacia ellos, admiración y ternura. No hay nada más inocente que quien no está contaminado por las imposiciones de la sociedad, y así se muestran ellos en sus personajes.
Así, por ejemplo, la conciencia (alias Conchi) es un cuerpo pequeñito (el de Noelia Pompa), pero que se hace grande en el escenario diciendo las verdades del alma llena de inseguridades. La ingenuidad lleva el rostro de DJ Lucy (Svet Von Bathory), quien con su representación de la inocencia conquista al público, que valora la inteligente capacidad para “hacerse la tonta”. O la maravillosa voz de Marta Ribera, la diva que conduce con la Terremoto el argumento de The Hole Zero y nos pone dulcemente melancólicos durante los puntos de giro del show.
No se puede dejar de mencionar al fantástico Bola Disco (Julio Bellido), el ejemplo de que podemos ser lo que queramos; ni al atrevido camarero al desnudo pero con mucho arte (Nacho Sánchez) o a Durán (Gilberto Gómez), el portero de discoteca cuya verdadera vocación pasa por unos tacones de plataforma y vestido de volantes.
“Soy lo que me da la gana y amo a quien me da la gana”
Una lástima, sin embargo, que la liberación sexual vaya representada tan sólo por personajes gays, hombres transexuales y mujeres heterosexuales que han descubierto que pueden hacer con sus cuerpos lo que deseen. En el show están ausentes tanto lesbianas como bisexuales, para terminar de completar la representación del colectivo LGTB.
Lo que queda claro, sin embargo, es que aquí todo es transformación, porque “hay que entrar en el agujero para salir del agujero”. Detrás de todo el humor y el ‘buen rollo’ que anima al público a bailar y corear, se esconde la verdad de los dramas humanos. Y una vez salidos de ese agujero, el pozo de nuestra alma, todo concluye con una frase: “Soy lo que me da la gana y amo a quien me da la gana”.