Las paradojas de Hillary Clinton
- Aunque es favorita, la candidata demócrata genera un significativo rechazo
- En su contra pesan su larga carrera y sus cambios de postura política
- Si las encuestas aciertan, será la primera mujer presidenta de EE.UU.
"Lo sé, me odiáis. Odiáis mi voz, odiáis mi cara. Hagamos un trato: si me elegís presidenta, me encerraré cuatro años en el Despacho Oval y no veréis mi cara. Pero... si no me elegís, me seguiré presentando hasta que me muera. Y no me voy a morir".
Este fue el discurso final de Hillary Clinton en la parodia del primer debate presidencial en el programa Saturday Night Live. Una parodia hecha desde la clara simpatía del programa por la candidata y que ilustra una de las muchas paradojas de esta elección: si las encuestas aciertan -aunque no están los casos recientes para fiarse mucho-, Hillary Clinton ganará y será la próxima presidenta de los Estados Unidos y puede incluso que gane con una mayoría holgada, pero, y aquí está la paradoja, ganará a pesar de despertar mucha antipatía.
Según las encuestas en torno a la mitad de quienes piensan votar por Hillary Clinton, un 42%, dicen que no lo harán porque les guste ella, sino para evitar que sea presidente Donald Trump; y el 54% de los votantes de Trump dicen que lo son por ir contra Clinton. Esa antipatía que despierta Hillary ha sido en parte alentada desde hace tres décadas por la oposición republicana y, en parte, por actuaciones suyas. En la percepción que los estadounidenses tienen de ella el principal defecto es la deshonestidad, alguien de quien no te puedes fiar.
Y eso, otra paradoja que destacaba el premio Nobel de Economía Paul Krugman, incluso frente a Donald Trump quien, demostrado según razonaba Krugman, miente muchísimo más que ella en esta campaña.
No inspira confianza
Según una encuesta de The New York Times y CBS realizada en septiembre, al 67% de los electores no les inspira confianza. Varios medios han dedicado estudios y artículos en los últimos meses a entender el porqué y la conclusión es que es el resultado de un conjunto de factores. A saber: Hillary Clinton tiene un largo historial, si no de mentir, sí de decir medias verdades y, sobre todo cuando se trata de errores cometidos -como el famoso uso de un servidor de correo privado en lugar del oficial del Departamento de Estado y los 30.000 emails borrados-, de hacerlo a plazos, forzada por las pruebas que cuestionan sus explicaciones iniciales.
Transmite la sensación de que le cuesta admitir los errores de entrada, coger el toro por los cuernos y pedir perdón. Una actitud que algunos
resumen en: "Diría cualquier cosa, mentiría si hiciera falta, con tal de ganar". Falta de confianza en las confesiones y también en sus posiciones políticas, que en diversas ocasiones ha cambiado, o matizado, coincidiendo con lo que en el momento resultaba más conveniente.
Por ejemplo, votó a favor de darle poderes al presidente George W. Bush. "Si hubiese sabido entonces cómo usaría el presidente ese poder, habría votado de otra manera", corrigió años más tarde. La votación fue apenas un año después de los atentados del 11-S y ella era senadora por Nueva York. En la ola de miedo y nacionalismo que siguió al mayor atentado de la historia de los Estados Unidos la senadora demócrata adoptó posiciones que la acercaron a los halcones republicanos.
Más recientemente, primero frente a Bernie Sanders, en las primarias, y ahora frente a Donald Trump , la posición de Hillary Clinton también ha variado respecto al Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, en sus siglas en inglés). Como Secretaria de Estado se mostró a favor, pero como candidata se ha vuelto más proteccionista y está en contra. Para terminar de arreglarlo, un amigo de los Clinton ha afirmado que, si es presidenta, volverá a cambiar y aprobará el TPP.
Insider
Que nunca ha habido un candidato en la historia reciente más preparado que Hillary Clinton para ser presidente es una afirmación que repite su campaña. Pero en un momento en que hay una fuerza social potente contra todo lo que se asocie al sistema, los 30 años de experiencia deHillary
como primera dama (con algunas responsabilidades políticas), senadora y Secretaria,de Estado, es entre esos electores una desventaja.
Por otro lado, Hillary Clinton es ya la primera mujer elegida por uno de los dos grandes partidos como candidata a presidente y, si las encuestas aciertan, será la primera mujer que presida los Estados Unidos. Hará historia. Pero ese hito no genera ni de lejos el entusiasmo y la emoción que supuso la elección del primer presidente negro hace ocho años. Y, aquí también, hay muchos factores que convergen.
Uno es el machismo en forma de reticencia a ser gobernados por una mujer y en forma de ponerle la nota para aprobar el examen mucho más
alta. Otro factor es que mientras que los afroamericanos son una minoría hasta hace ocho años convencida de que nunca vería a un presidente negro, las mujeres son numéricamente mayoría, aunque por poco, y hay ya unas generaciones que tienen interiorizado (tal vez ingenuamente) que una mujer puede llegar a presidente.
De ahí que romper el techo de cristal del género no se viva con la épica que se vivió romper el del color. Es significativo que en estas primarias demócratas, como en las de 2008, se ha producido una división generacional y a Hillary Clinton le ha costado sintonizar con las mujeres jóvenes.
Poco margen para la ilusión
Y, de nuevo, el factor ella. Del mismo modo que sus seguidoras dicen desde hace años: "Si no es Hillary ahora, ¿quién y cuándo?", quienes se le oponen responden: "No es por ser mujer, es por ser Hillary". Si Barack Obama reconoció contar la ventaja de ser un lienzo en blanco donde los electores proyectaban sus aspiraciones y esperanzas, Hillary Clinton es lo opuesto. Esa larga experiencia que acumula permite poco margen para la ilusión sin más.
No solo en el plano político, su matrimonio es un factor de peso en la percepción que se tiene de ella. Su actitud como esposa de Bill Clinton ha generado a la vez simpatía y rechazo. En las más de tres décadas de vida pública, desde los tiempos de primera dama de Arkansas, Hillary -que
después de más de un quita y pon ha renunciado a su apellido, Rodham - ha recibido reproches a la vez por demasiado y por poco feminista.
“Haga lo que haga, me van a criticar“
Todo ese contexto social y personal ha hecho vacilar a la propia candidata a la hora de jugar la carta del hito histórico en su campaña, del mismo modo que ha vacilado entre proyectar una imagen de líder fuerte (una mujer puede ser comandante en jefe) con el riesgo de parecer "una
mujer insensible, demasiado dura" o una mujer afable, esposal, madre y abuela, con el riesgo de parecer "demasiado blanda y sentimental". Ella misma lo ha justificado con impotencia: "Haga lo que haga, me van a criticar".
Paradójicamente, una paradoja más, ha sido Donald Trump quien tal vez más ha impulsado en el tramo final de la campaña la reacción feminista y el factor mujer como razón para votar por Hillary Clinton con ese "nasty woman" (mujer desagradable) que le espetó en el tercer y último debate. Ya hay incluso empresas que han corrido a explotar comercialmente este filón sacando a la venta varios artículos reivindicando como lema el "Nasty woman". Y están vendiendo; conozco algunas compradoras.
Nunca se rinde
Ha sido Trump también quien, forzado por un miembro del público en el segundo debate, ha destacado la virtud que todos le reconocen a Hillary Clinton: "Nunca se rinde, no tira la toalla, es una luchadora".
La paradoja final suelen expresarla con frustración la candidata y sus allegados: siendo una de las personalidades más conocidas y analizadas del mundo, se siente en realidad una gran desconocida.
Una mujer controvertida desde que irrumpió en la vida pública de Estados Unidos y que, después de altibajos y no darse nunca por vencida, está a punto -según las encuestas- de volver a la Casa Blanca, esta vez como titular. Para Bill, el papel de primer caballero o cómo decidan llamar al cargo. Una novedad.