Carlos Saura: "Cada vez me siento más querido en España"
- El cineasta de 84 años presenta Jota de Saura, musical que salda una deuda con sus orígenes
- Una nueva entrega de su exploración escénica de estilos de música y danza
- "El cine español, salvo algunas películas estupendas, no es ni ha sido un cine maravilloso", dice
Como si fuera un austero bodegón, la mesa en la que se celebra una entrevista con Carlos Saura siempre está presidida por una cámara de fotos del director aragonés, una de las 600 que tiene en su casa. Es un acompañante que recuerda los orígenes de su pasión visual, anterior a una carrera con más de 40 largometrajes por la que cada vez se siente más vindicado.
Con 84 años, presenta Jota de Saura, película que da continuidad a su serie de películas que exploran (y modernizan) un estilo música y los entresijos de su representación (Bodas de Sangre, Carmen, Sevillanas, Flamenco, Tango, Fados, Iberia, o Zonda: folclore argentino).
Jota de Saura también salda la deuda con su patria chica. “Hace mucho tiempo que tenía que hacerla. La jota es algo vivo y no se sabe, lo que pasa es que los aragoneses son tímidos y no quieren expresarlo públicamente. Es lo que me pone enfermo y he intentado reivindicar”, afirma a RTVE.es y, al mismo tiempo, se sacude la etiqueta. “Lo era, pero con los años he perdido la timidez: no me parece que sea una ventaja para vivir”.
Saura se vuelve a rodear de la habitual excelencia con las coreografías de uno de los grandes referentes del baile tradicional aragonés, Miguel Ángel Berna; intérpretes como Ara Malikian y Carlos Núñez; y bailaoras como Sara Baras. Todo para indagar en las raíces de un baile de probable origen árabe emparentado con el flamenco (vía fandango y boleta). Y para homenajear también a Imperio Argentina y el cine baturro, y recordar su infancia a través de José Antonio Labordeta.
Saura rechaza que sus musicales pertenezcan a ningún género. “Hacer estas películas es un maravilla porque hago la selección y luego soy un voyeur. Es comodísimo porque es una aventura rodeado de gente maravillosa: los mejores artistas de este país en cada especialidad”, presume.
“Me siento un superviviente porque fuera de España me reconocen y me quieren“
Perdida la novedad, el director afirma que la fórmula le proporciona el placer de profundizar en las relaciones sinestésicas entre música, luz y color. “Son películas que se definen precisamente porque no tienen argumento, pero no sabría explicar cómo se captura la esencia de una música. Soy muy intuitivo, improviso mucho, pero con una gran preparación. Se trata de hacer un espectáculo bello, atractivo y estimulante, y para eso no solo cuenta la selección y ejecución, también la escenografía, luz y el punto de vista”.
Desde que en 1960 Los Golfos le situará como un autor de referencia en Europa, Saura cree que fueron los festivales de cine (“especialmente Cannes y Berlín”) los que le han permitido hacer cine. “Tras volver de Cannes con Los golfos pensé que no volvería a hacer cine y más de una vez lo he pensado. Si no fuera por los festivales y su repercusión no podría haber hecho más de dos películas. Me siento un superviviente porque fuera de España me reconocen y me quieren”.
No es un alarde de inmodestia. Scorsese o Woody Allen siempre le citan y hasta Steven Spielberg le reconoce como influencia: el vértigo de la acción de La caza puede rastrearse en el desembarco de Salvar el soldado Ryan. “Pero cada vez me siento más querido aquí”, dice en referencia a la devoción que le profesan algunos de los cineastas jóvenes más talentosos como Raúl Arévalo o Carlos Vermut.
En el cénit de su fama autoral, fue invitado a dirigir en EE.UU. Y no por los estudios, sino por el patrón del cine independiente Robert Altman. “Era muy amigo mío, pero le contesté con mucha sinceridad: Para hacer una película en EE.UU. no podía ir como un turista, como hacen muchos europeos fascinados por América, sino que tendría que vivir 2 o 3 años e introducirme en la vida americana, pero como no tenía tiempo, lo dejamos para otra época”.
Su carrera, de hecho, está imbricada en la cultura española. Como Wim Wenders, lleva años entregado a sus pasiones y sus héroes, alguno colmado en películas como Goya en Burdeos; otros empantanados como la película sobre Picasso y la creación del 'Guernica' protagonizada por Antonio Banderas que no termina de ser financiada; y otros que ya adivina imposible.
“Hay personajes de la historia de España que me han fascinado mucho, como Lope de Aguirre o San Juan de la Cruz. Tengo un guión sobre Felipe II que ningún productor ha querido hacer”, lamenta.
¿Le hubiera ido mejor fuera? “España es un país complicadísimo. Seguramente si me hubiera marchado es España... –y Saura gira 180 grados para completar la frase- no, seguramente no hubiera hecho nada: Eso no se sabe nunca”.
“El cine español, salvo algunas películas estupendas, no es ni ha sido un cine maravilloso“
Considera que la revolución digital ha facilitado hacer películas pero ha complicado hacer superproducciones. “Y como la cultura está como está, los que hacen un cine más comprometido lo tienen más difícil”.
Y reclama un cine con raíces. “El cine español, salvo algunas películas estupendas, no es ni ha sido un cine maravilloso. Se ha hecho un cine facilón, no había ese deseo de hacer películas personales e interesantes, que son las que de verdad podemos hacer. Porque tratar de imitar el cine americano no es el camino para el cine español: para mí el camino sería la propia personalidad de nuestro país, y las vivencias de los directores y de los guionistas.
Ser simplemente un autor, “un sambenito por el que fui insultado durante mucho tiempo”, es lo único irrenunciable. “No soy un autor soberano, calderoniano, pero soy el autor de lo que estoy dirigiendo, nada más que eso. No es mejor o peor, pero me corresponde a mí”.