Louis Vuitton, un juego de damas
- Nicolas Ghesquiere reinterpreta el famoso damero de la casa Vuitton
- Kenzo deslumbra con los brillos de la estética disco
- Con París termina el calendario oficial de la moda internacional
La colección de Nicolas Guesquière para Louis Vuitton es una declaración de amor a París, pero a la actual ciudad cosmopolita, en la que conviven edificios históricos y construcciones modernas.
Arrancan vestidos de aire minimalista en gris, toffe o plata dorada que tienen patrones asimétricos y pequeños detalles brillantes.Casi siempre con un aire que se enmarca en esa época de transición entre la década de los setenta y principios de los ochenta.
Se propone una silueta amplia para el cuerpo y pantalones estrechos, a veces con cremalleras. Se desnudan los hombros y se hacen guiños a la estética disco en minivestidos atrevidos.
Cada prenda tiene varias referencias, a veces distintas, pero Guesquière logra que reine la armonía. Como en los vestidos entallados de patrón aparentemente sencillo que mezclan hasta cuatro tejidos distintos, distintas texturas y colores.
No se olvida del icónico motivo del damero y pone sobre la pasarelas todas las fichas. Vemos, juegos en blanco y negro, vestidos cortados al bies que cosidos de forma asimérica provocan un efecto patchwork. El motivo del damero se desarrolla con inteligencia a lo largo de toda la colección convertido también en un estampado de rayas o lunares, y en un bolso.
El patrón asimétrico también se repite en la propuesta y destacan las prendas con cortes caprichosos, a la altura de los hombros o en una cadera, tijeretazos de corte triangular que resultan muy atractivos.
Los sastres, en gris, son de tejidos nobles y se combinan con sugerentes tops y leggings en lúrex y texturas de nueva generación. Cierto aire futurista se adueña de la pasarela y moderniza tejidos como el encaje.
La biker se tiñe con destellos de neón y el negro se deja para prendas en cuero muy fino, tanto que parece una seda que se mueve con gracia al caminar.
Las últimas salidas se adentran en una estética más canalla, más nocturna, con tibios guiños al punk y la cultura gótica pero siempre con ese toque discotequero, y un emocionante aire sensual.
En el libro ‘Clara y la Penumbra’ de José Carlos Somoza la protagonista acepta un curioso trabajo: prestar su cuerpo a un artista para que lo someta a una sesión de imprimación y convertirlo en una obra de arte que se expone a la vista de todos.
Pues una sesión de imprimación propia de una escuela de Bellas Artes se ha podido ver sobre la pasarela de Kenzo, como modelos de distintas fisionomías, distintos estadios de la belleza. Distintos cuerpos.
Su propuesta en cambio evita lo estático y apuesta por el movimiento, el baile y el brillo de la luz artificial. Referencias a la estética disco de los 70 y a la locura juvenil de los 60 marcan una colección de contrastes entre tejidos mate y otros deslumbrantes.
Vemos camisetas muy simples con fotografías en color y atrevidos abrigos-vestido en tonos vibrantes de aire vintage. Un aroma retro recorre la pasarela de la mano de las modelos, ataviadas y maquilladas, en tonos del ayer.
Hay estampados en blanco y negro de caras, uñas y labios que tiñen prendas o grandes círculos con los que hacen todo tipo de prendas. Y, como hizo Valli, se proponen pequeños tops de corte lencero sobre camisas y vestidos.
Destacan los minivestidos con maxilentejuelas que recuerdan a la época dorada de Paco Rabanne y que contrastan con prendas en marrones y caquis de aire safari, siempre en liso.
En el libro de Somoza se puede leer: “Ignoramos lo que va a hacer este artista con usted. Tenemos que prepararnos para todo, esperarlo todo, ofrecerlo todo”. Eso debieron pensar los jefes de Kenzo cuando contrataron a Lim y Leon.
A propósito, su fashion film con la colección del otoño de 2016 está causando furor en las redes sociales.
París pone fin al calendario de desfiles con las colecciones de primavera y verano de 2017. Moncler Gamme Rouge y Miu Miu han sido las casas que han bajado el telón de esta temporada.