Un ingeniero para la maquinaria de la ONU
- El portugués Antonio Guterres será el próximo secretario general de la ONU
- Ha sido primer ministro luso y máximo responsable del ACNUR
- Tiene fama de gran orador, moderado y dialogante
Decían que iba a ser una mujer y de Europa del Este. Pero, al final, el sustituto de Ban Ki-moon se llama Antonio y es portugués. Antiguo primer ministro luso y ex máximo responsable del ACNUR, el “ingeniero” Guterres ha hecho valer su experiencia política y diplomática para imponerse por méritos propios en un proceso de elección que ha sido más abierto y transparente que nunca.
El hombre que va a ocupar el más alto cargo diplomático a nivel mundial, nació hace 67 años en un país aislado, que vivía bajo la dictadura de Salazar. Antonio Guterres (Lisboa, 1949) se formó para ser ingeniero, pero la política se cruzó en su camino. Y le sedujo. Estaba convencido de que era el mejor instrumento para combatir la pobreza y las injusticias que había conocido como voluntario en los barrios chabolistas de Lisboa.
“Picareta falante”, moderado y diplomático
Se afilió al Partido Socialista portugués en 1973, el año de su fundación. Fue diputado durante más de 20 años, en los se ganó el apodo de “picareta falante” por taladrar a su rivales con su hábil oratoria. Se hizo con el liderazgo del partido y se convirtió en primer ministro entre 1995 y 2002. Para la historia, ser el único que ha conseguido completar una legislatura al frente de un gobierno minoritario. Con fama de moderado y dialogante, desplegó también sus dotes diplomáticas para situar a Portugal entre los fundadores del euro o para movilizar a la comunidad internacional ante las matanzas en Timor Oriental.
No llegó, sin embargo, a completar su segundo mandato. Dimitió tras la debacle de su partido en las municipales de 2001, dando muestras de cierto agotamiento personal. La política nacional, en la que había volcado su vocación de servicio, le había mostrado sus limitaciones. Era el momento de dar el salto a la arena internacional. Su ambición secreta, según su círculo íntimo.
La voz de los refugiados
En 2005, un Kofi Annan, al parecer, maravillado con sus capacidades, le nombró Alto Comisario de Naciones Unidas para los Refugiados. Cuando tomó posesión del cargo había en el mundo 38 millones de refugiados. Cuando lo dejó a finales de 2015 eran 60 millones. Guterres tuvo que lidiar con la más grave crisis de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial. Dio voz a las víctimas, visibilizó el problema y no ahorró críticas a los poderosos. A nivel organizativo, mejoró su financiación y eficacia, y dio un mayor protagonismo a las mujeres.
Pero su paso por el ACNUR le dejó “la frustración de ver a las personas sufrir y saber que no tenía una solución para ellas”. Chocó con un nuevo muro, como cuando dejó la militancia social para abrazar la política, como cuando dejó la política nacional para pasar a la acción humanitaria internacional. “Fue por eso que entendí que mi obligación era presentarme a secretario general de la ONU”, ha dicho.
Profundamente religioso, Guterres cree llegar a lo más alto de la diplomacia mundial empujado por una misión vital, más que por una ambición personal. Le avala –dice– su trayectoria.
Rechazó ser presidente de la Comisión Europea, igual que renunció a ser ministro décadas antes. El año pasado, le volvían a reclamar para que optara a la presidencia de Portugal. Volvió a declinar la oferta. Eligió el camino más difícil: aspirar a secretario general de la ONU. “Un presidente –se justificó– tiene que ser un árbitro. Yo soy un hombre de acción. A mí me gusta jugar a la pelota”. Veremos si le dejan