Paul Laverty: "Hay un intento sistemático de estigmatizar a la gente que recibe prestaciones sociales"
- Se estrena Yo, Daniel Blake, la película de Ken Loach ganadora de la Palma de Oro en Cannes
- Un emocionante drama sobre el desamparo de la clase obrera
- RTVE.es entrevista a su guionista Paul Laverty
A Paul Laverty se le revolvió el estómago cuando leyó, en una encuesta, que el británico medio consideraba que el 25% de las prestaciones sociales se cobraban de manera fraudulenta. Y entendió que tras esa desconfianza de la clase media hacia lo público había una historia. Escribió Yo, Daniel Blake, su decimotercera colaboración para el cineasta Ken Loach. La película fue coronada en mayo con la Palma de Oro en Cannes por alguien tan ajeno en principio al cine de Loach como George Miller, creador de la saga Mad Max. O sea: para muchos es la película del año.
Daniel Blake (Dave Johns) es un carpintero inválido tras un infarto. Los médicos le prohíben ejercer su oficio, pero los servicios sociales le obligan a buscar trabajo si quiere seguir cobrando una ayuda. Mareado en un laberinto burocrático, va entrando en un túnel que le lleva a la pobreza extrema. La historia no la trae una musa: Laverty escuchó centenares similares (“la mayoría más duras”) en los bancos de alimentos donde se documentó. RTVE.es entrevistó al guionista escocés en el pasado Festival de San Sebastián.
“Hay una distorsión masiva de la realidad por culpa del gobierno, de los periódicos y de la televisión basura: un intento sistemático de estigmatizar a la gente que recibe prestaciones sociales”, lamenta Laverty. “Y al bajar a la realidad y escuchar sus historias te das cuenta de que les retiran las ayudas por razones triviales. El resultado es gente arrojada a la confusión, que llega a tener que elegir entre calor o comida. Y eso sucede en la quinta nación más rica del mundo”. Daniel Blake, un sencillo hombre honesto, ayudará por el camino a Katie (Hayley Squires), una madre soltera de dos niños al límite de la supervivencia, con un sencillo mensaje: no es nuestra culpa.
Ken Loach lleva tantos años estampando el mismo sello que se pierde la perspectiva de la importancia de su obra. En el debe puede argumentarse su insistencia ideológica, su mensaje directo y claro que carece de ambigüedad; en el haber, que sigue siendo la principal voz del realismo documental. Si dinosaurio de la lucha de clases sigue estando allí, sus películas todavía son pertinentes y Yo, Daniel Blake es una de las más emocionantes de su carrera.
El guion es tan inteligente que fija el conflicto antes de siquiera ver un rostro: solo se escucha la kafkiana conversación de Blake con la asiste social encargada de concederle o no las prestación. “Tiene páginas y páginas de preguntas kafkianas como: ¿puedes andar? Ni siquiera tiene a la persona enfrente y tiene un gran poder su futuro”, dice Laverty.
Loach ya era Loach antes de Laverty, pero con sus colaboraciones con el guionista escocés su cine profundizó en su humanismo y ganó humor. Laverty alaba la naturalidad de la colaboración. “Es orgánico, no hay jerarquía, simplemente lo hacemos: él dirige, yo escribo y nos encontramos en el medio como cineastas. Hacemos todo juntos, desde localizar los escenarios. Creo que Loach sería un gran entrenador de fútbol porque crea equipos. Los entrenadores estúpidos, como Mourinho, tratan que los demás hagan lo que ellos no pueden y luego se enfadan y culpan. Loach es humilde, divertido e inteligente: crea una atmósfera de confianza y la gente florece”.
"Nos convierten en esclavos porque estamos asustados de perder nuestro trabajo”
“En el Reino Unido hay una campaña para presentarlo todo como un debate de Skiver v striver (vagos contra esforzados) en el que el vago es el que se queda con todo. Por eso quería hablar de gente como Daniel Blake, que ha pagado impuestos toda su vida y lucha por mantener su dignidad en medio de un sistema que aplasta a la gente ¿Por qué hace eso el Estado? Quizá porque sin las ayudas sociales aceptarás cualquier trabajo, sin sindicatos, o un contrato sin horas (los llamados zero-hours contracts). Es un modo de asustar: nos convierten en esclavos porque estamos asustados de perder nuestro trabajo”.
Laverty entra ebullición cuando compara esa situación con la impunidad fiscal de las grandes multinacionales. “Las prestaciones sociales se recortan en toda Europa y, por otro lado, vemos la decisión de multar a Apple porque pagaban menos del 1% de impuestos. Apple, la compañía guay, la inteligente. Por cada millón de libras que ganaba pagaba 15 libras. ¿Por qué esos bastardos no están en la cárcel?”, se pregunta antes de responderse: “Por los gobiernos serviles y lameculos. Incluso el gobierno irlandés quería rechazar cobrar la multa”.
Lo que lleva a la nota final de esperanza en la lucha y el en futuro que también define a Laverty. Si en El Olivo (dirigida por su pareja Iciar Bollain) la derrota poética dibujaba una sonrisa, en Yo, Daniel Blake, de mayor carga dramática, la esperanza tampoco desaparece.
“Hay una furia creciente y lo que no tenemos que hacer no es culpar a los inmigrantes, sino a los ricos y poderosos que cada vez lo son más. La esperanza es la base de todo. Incluso en un país como Reino Unido, tan dominado por la ideología neoliberal, 500.000 personas participaron en la campaña de Jeremy Corbyn”, apunta.
Laverty, que estudió filosofía, cita a San Agustín para concluir: “La esperanza tiene dos hijas: la ira y el valor. La ira para indignarse por la realidad y el valor para enfrentar esa realidad e intentar cambiarla”.