Trump: una rebelión contra el 'establishment' republicano
- Se ha impuesto a las élites republicanas, para quien el magnate es un intruso
- Su discurso anti-establishment ha sido una de las claves de su ascenso
- Decenas de figuras claves e históricas del partido rechazan su candidatura
- Especial: Elecciones en Estados Unidos
El 16 de junio de 2015 el famoso magnate Donald Trump anunciaba su candidatura a la Casa Blanca. Pocos imaginaban en aquel entonces que el empresario, una figura polémica y con una vida llena de excesos, iba a llegar a la última semana de las elecciones presidenciales con posibilidades reales de ocupar el Despacho Oval. Ni siquiera se intuía (y mucho menos se deseaba) entre las élites del Partido Republicano, que no han dejado de considerarlo como a un 'intruso'. Si el próximo 8 de noviembre Trump gana, no solo habrá derrotado a Hillary Clinton, sino también a su propia formación.
Nadie lo vio venir. Cuando el magnate proclamó desde la torre que lleva su nombre en el centro de Manhattan que quería devolver a Estados Unidos su grandeza -"Make America Great Again", su lema de campaña-, pocos le tomaron en serio, dentro y fuera del partido. Sin embargo, gracias a su fama como empresario de éxito y celebridad televisiva y a su discurso políticamente incorrecto, pronto empezó a encabezar todas las encuestas.
A pesar de los primeros sondeos, el aparato republicano mantuvo la calma. Faltaba mucho para las elecciones y contaban con que tarde o temprano la Fiebre Trump acabaría por desinflarse. Confiaban además en que cualquier otro de los 16 candidatos acabaría por ganar terreno e imponer 'sensatez' en las primarias. Frente al tono agresivo y populista del millonario, Jeb Bush, Marco Rubio o John Kasich parecían aspirantes mucho mejores y más cercanos a los tradicionales valores conservadores estadounidenses.
Las alarmas comienzan a sonar
Contra todo pronóstico, su estilo provocador atrapaba cada vez a más votantes y sus controvertidas propuestas (construir un muro para contener la inmigración procedente de México o prohibir la entrada a EE.UU. de todos los musulmanes para frenar el yihadismo, entre otras) atraían más y más atención mediática. Tras Iowa y New Hampshire, las alarmas comenzaron a sonar y el supermartes certificó todas las sospechas: las alarmas comenzaron a sonarTrump estaba arrasando.
Entonces quedó claro que la carrera presidencial de 2016 estaba siendo insólita. El magnate impuso un mensaje inusual, con ataques hacia todo tipo de colectivos y en especial contra las élites de Washington, que rápidamente caló entre el electorado republicano. Mientras, la maquinaria conservadora, asustada y alejada de las ideas del empresario, en lugar de cerrar filas en torno al cada vez más favorito estudiaba cómo deshacerse de él.
El Partido Republicano llega demasiado tarde
Las primeras voces empezaron a sonar para intentar frenar al millonario. Aunque Jeb Bush ya había calificado a Trump como el "candidato del caos", otros pesos pesados del GOP (siglas del Grand Old Party, el "gran y viejo partido") como el excandidato presidencial Mit Rommey hablaron para advertir del peligro que representaba para su formación y para el país: "Es un farsante, es un fraude".
Pero ya era demasiado tarde. El apoyo del electorado acabó siendo definitivo y el partido se quedó sin opciones para encontrar una alternativa viable. Bush estaba fuera de juego desde hacía meses; Rubio acumuló derrotas y abandonó tras perder en su estado, Florida; el senador Ted Cruz, cercano al sector más duro del Tea Party, no llegó a convencer al aparato del partido y Kasich, la última esperanza de los republicanos, nunca consiguió ni votos ni delegados suficientes como para plantarle cara al magnate.
En mayo, a tres meses de la Convención de Cleveland en la que se haría oficial la nominación, Trump ya no tenía rivales. Desde Washington se exploraban posibilidades para bloquear su candidatura. No dejaban de considerarlo un intruso, alguien ajeno a la tradición conservadora del partido, y un gran mal para la formación. Pero todas las embestidas contra el empresario no hacían sino alimentar su discurso anti-establishment: aunque las élites republicanas no lo supieron ver, los votantes se sentían traicionados y lejos de sus dirigentes.
Una larga lista de enemigos
Es probable que en cualquier otra campaña algunas de las polémicas creadas por Trump hubieran supuesto el fin de su candidatura. Y más cuando todas han ido despertando el rechazo de renombrados personajes republicanos como los presidentes George H. Bush y George W. Bush, los exsecretarios de Estado Condoleezza Rice y Colin Powell, el excandidato presidencial John McCain, o los gobernadores de Alabama, Robert Bentley y Tennessee, Bill Haslam.
Muchos de ellos incluso han asegurado que no votarán por su candidato, como el famoso actor y exgobernador de California, Arnold Schwarzenegger, o los exaspirantes a la nominación, John Kasich y Lindsey Graham. Todos alegan que no está preparado para ser presidente de Estados Unidos. Y hasta medio centenar de ex altos cargos de seguridad republicanos aseguraron que Trump es "un peligro".
La lista de enemigos de Trump en el partido conservador es larga. Pero el magnate nunca se ha rendido y ha hecho precisamente de esta guerra su causa. Basta señalar como ejemplo la respuesta que dio tras su último gran escándalo, el vídeo de 2005 con sus declaraciones machistas de 2005, que se conoció a falta de un mes para las elecciones.
"Es estupendo haberme librado de los grilletes", dijo Trump tras conocer las duras críticas que el presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, y más de 300 miembros del partido le hicieron tras sus comentarios. "Ahora podré pelear por América como yo decida", aseguró el millonario, casi celebrando la ruptura con el partido y es que, sin duda, el pulso hasta ahora lo ha ganado él.
Los artistas y famosos, mayoritariamente contra Trump
En su ascenso meteórico, Trump no solo se ha granjeado la animadversión de los pesos pesados del GOP. Muchos actores, cantantes, escritores y celebridades estadounidenses han mostrado públicamente su feroz rechazo al candidato republicano. Las principales críticas, muchas de ellas recogidas en el movimiento "Artistas unidos contra el odio", subrayan que la retórica y las propuestas del empresario "excluyen, degradan y dañan" a colectivos como los hispanos, los afroamericanos, los homosexuales, los discapacitados o las mujeres.
La relación de nombres que firma el manifiesto y pide frenar a Trump es extensa. Entre los actores destacan Kerry Washington, Julianne Moore, Lena Dunham, Patricia Arquette, Olivia Wilde o Neil Patrick Harrris. Y entre los directores, Michael Mann, Paul Haggis, Ryan Murphy o Michael Moore.
También otros personajes del mundo del cine y la televisión que no figuran en la declaración han criticado abiertamente al republicano, entre ellos Samuel L. Jackson, George Clooney, Richard Gere, Jennifer Lawrence o Johnny Depp. Hace un mes, algunas estrellas de Hollywood como Scarlett Johansson, Mark Ruffalo o Robert Downey Jr. fueron un paso más allá y publicaron un vídeo contra Trump, aunque sin mencionarlo explícitamente. Célebre también fue el duro alegato lleno de insultos contra el empresario protagonizado por Robert de Niro, en el que incluso afirmaba que querría pegarle "un puñetazo".
Muchos escritores, entre ellos Stephen King, también se movilizaron hace meses en una carta abierta dirigida a los estadounidenses para mostrar su firme oposición a Donald Trump. Otros, como el conocido protagonista de Breaking Bad, Bryan Cranston, han prometido recientemente que si finalmente Trump gana las elecciones, se irán del país. También aseguraron que dejarían EE.UU. si el magnate es presidente, las artistas Miley Cyrus o Cher.
Aunque la mayoría de las voces públicas se han levantado contra Trump, el magnate no está solo y ha logrado recabar también el apoyo de diferentes famosos como el actor Jon Voight, padre de Angelina Jolie; el empresario Peter Thiel, fundador de PayPal; el exjugador de la NBA, Dennis Rodman; el exboxeador Myke Tyson o Gene Simmons, de The Kiss.