El mexicano Juan Pablo Villalobos, XXXIV Premio Herralde de novela
- Gana con la obra No voy a pedirle a nadie que me crea
- Queda finalista la novela Amores enanos, de Federico Jeanmaire
El mexicano Juan Pablo Villalobos ha ganado el XXXIV Premio Herralde de novela con su obra No voy a pedirle a nadie que me crea, mientras que ha sido finalista la novela Amores enanos, de Federico Jeanmaire.
El jurado del premio estaba compuesto por Salvador Clotas, Paloma Díaz-Mas, Marcos Giralt Torrente, Vicente Molina Foix y el editor Jorge Herralde.
El ganador se ha impuesto entre las cinco novelas finalistas de las 512 presentadas al galardón, dotado con 18.000 euros; y el jurado ha destacado asimismo la gran calidad literaria de la novela Cómo dejar de escribir, de Esther García Llovet, que también será publicada por Anagrama durante el primer trimestre de 2017.
No voy a pedirle a nadie que me crea, la frase del título es también la advertencia que los distintos narradores y personajes de la novela lanzan con frecuencia en esta historia, en la que lo corriente se transforma en un delirio, en la que lo raro acaba siendo normal y en la que el lector es invitado a reirse.
El protagonista tiene el mismo nombre que el autor, Juan Pablo Villalobos y, como él, llega a Barcelona becado para escribir su tesis doctoral, en este caso con su novia. La novela arranca con su primo, que ya de chico apuntaba maneras de estafador, y que ahora mete al protagonista en un lío monumental, "un negocio de alto nivel" que convierte su estancia en Barcelona en una especie de novela negra de humor también negro.
Fauna de personajes
Por sus páginas, ha explicado Villalobos, desfilan una variopinta fauna de personajes como mafiosos peligrosos -el licenciado, el Chucky, el chino-; una novia, Valentina, que lee Los detectives salvajes, que está al borde la indigencia y no se entera de nada; Laia, cuyo padre es un político corrupto de un partido nacionalista de derechas; un okupa italiano que se ha quedado sin perro y un pakistaní que simula vender cerveza para no levantar sospechas.
Para complicar aún más la trama, aparece una segunda Laia, que es mossa d'esquadra y pelirroja; una perra que se llama Viridiana; una niña que recita versos de Alejandra Pizarnik y hasta la propia madre del protagonista, melodramática, orgullosa y chantajista como en una buena telenovela mexicana.
Villalobos ha confesado que esta novela nació de una crisis literaria y existencial que tuvo durante su estancia en Barcelona: "Cuando llegué hace 13 años, en 2003, becado por la UE y al final aquí conocí a mi mujer, tuve a mis hijos y aquí me quedé hasta 2007, cuando me fui a Brasil, y luego volví en 2014. Llegó un momento que me parecía que no podía seguir escribiendo mis novelas como si viviera en México, no me sentía cómodo".
A partir de un par de años de estar en Barcelona sintió que "esa distancia se volvía problemática y la solución a esa crisis fue esta novela, que en muchos sentidos es una novela híbrida". Híbrida, explica, porque no sabe hasta qué punto es "una novela mexicana sobre Barcelona, sobre Cataluña o España, o si es una novela barcelonesa, catalana o española sobre México; pero también es híbrida en tradiciones literarias, ya que intenta invocar y celebrar a Jorge Ibargüengoitia, Pere Calders, Jorge Pitol, Eduardo Mendoza, Augusto Monterroso, Ramón Gómez de la Serna o Juan Marsé".
La novela, que se publicará el 30 de noviembre, es humorística, y además "explora los límites del humor de manera muy explícita, porque el personaje que viene a hacer una tesis va a investigar sobre los límites del humor en el siglo XX".
En una época de lo políticamente correcto, considera Villalobos que se han establecido demasiados límites al humor, que sufre en "un contexto en el que se vive en lo literal sin ver la ironía, la parodia o los segundos sentidos". A su juicio, "hablar de temas tan graves como la violencia se puede hacer con humor, pero cabe preguntarse hasta dónde se puede. Lo peor no es que te quedes solo riendo, sino que lo hagas con malas compañías como los nazis o Donald Trump", y añade: "En principio no hay límite para el humor, porque la propuesta del escritor siempre es completada por el lector con sus referentes culturales y sus nociones de lo políticamente correcto".