Paula Bonet: "'La sed' es un canto crudo a la soledad"
- La ilustradora retrata a una mujer que renace tras enfrentarse a la soledad
- Un libro en el que ilustraciones y poesía forman un todo indivisible
Con cada uno de sus trabajos Paula Bonet (Vila-Real, 1980) se consolida como una de las mejores ilustradoras del mundo. Y en cada uno de ellos arriesga acompañando esas imágenes con fragmentos literarios, formando una obra artística que trasciende la ilustración y la literatura para formar algo nuevo, en donde palabra e imagen no pueden existir la una sin la otra. El mejor ejemplo es su nueva obra: La sed (Lunwerg). Una obra personal, original y arriesgada protagonizada por una mujer (Teresa) que se enfrenta a la soledad.
“Acabo de terminar La sed y para mí es muy difícil definirla –asegura Paula- He intentado hacer un canto crudo a la soledad, al hecho de que cada uno (sobre todo las mujeres) nos definamos respecto a nosotras mismas y no con respecto a quién tenemos al lado a cada momento”.
Un libro que la autora define como: “Un libro feminista escrito por una mujer. Porque quiero que Teresa, la protagonista, pueda comportarse igual que se comporta un hombre; que ambos tengan las mismas libertades y posibilidades. Es un canto a la igualdad de género porque creo que eso beneficia a las mujeres pero también a los hombres que se librarán del lastre del patriarcado”.
Mucho más que un título
Un libro en el que se habla de tantas cosas, que ponerle título no ha sido fácil: “Pensamos en llamarlo La herida, El deshielo, o La muda por cómo se nos sigue educando en el miedo a hablar, a expresar nuestros sentimientos. Pero esos títulos sólo ilustraban fragmentos de lo que quería contar y creo que La sed los contiene a todos”.
Por eso Paula ha comenzado el libro con una cita de Clarice Lispector: “¿Cómo se explica que no soporte yo ver, solo porque la vida no es lo que pensaba sino otra? ¡Como si antes hubiese sabido lo que era! ¿Por qué el ver produce una desorganización tal”
“Quería comenzar con esa cita, con esa pregunta, y que siguiera palpitando durante todo el libro –asegura Paula-. Y que al final la protagonista fuera capaz de planteársela. Lo importante no es que la respondiese, sino el simple hecho de que llegase a planteársela”.
“Además –continúa Paula- el título me permitía jugar con la traducción al valenciano de beber (Beure) y de ver (Veure), que sólo se diferencian en que se escriben con b y con v. Por el hecho saciar esa sed de la protagonista con imágenes”.
Un personaje poliédrico
El personaje de Teresa nace de la unión, de la lucha, de dos mujeres que se enfrentan a una ruptura y al inicio de la madurez (Lupe y Monique). “Al principio del libro aparecen esas dos mujeres y sus dos relaciones que se acaban- nos cuenta Paula-. Ese desdoblamiento de Teresa es un símbolo para hablar de lo poliédricos que somos y cómo la sociedad (e incluso nosotros mismos) se empeña en etiquetarnos y encasillarnos; incluso de mutilarnos”.
“También es una metáfora para entender el desencanto general con una sociedad machista y a la pérdida de la identidad y los orígenes. Lo que comentaba antes de que muchas veces se define con respecto al hombre que tenemos al lado definiéndonos como la mujer de… Por eso quería que Teresa hiciese sola su camino, que se definiera ella misma y no por su relación con sus compañeros de viaje. Pero al final de ese camino, vuelven a aparecer los hombres porque tampoco pretendo prescindir de nadie sino buscar la igualdad real entre hombres y mujeres”.
“Es un libro muy complejo en el que trato de resumir muchos temas -añade Paula-. Con otros trabajos como ¿Qué hacer cuando en la pantalla aparece The end (Lunwerg, 2014) escribía y dibujaba a la vez. Pero con este me pase un año escribiendo, depurando el texto todolo que pude porque quería dejarlo en los huesos, que no tuviese elementos decorativos ni anecdóticos. Que no tuviese adjetivos. Porque mi intención desde el principio era dejar a Teresa en los huesos, la he diseccionado anatómicamente sin pudor y con crudeza en busca de algo positivo y de lucidez”
Un homenaje a grandes mujeres
“En un principio el libro –confiesa Paula- el libro iba a ser mi homenaje a grandes mujeres que me han hecho entender mi trabajo en el contexto de pertenecer a un género y no a otro, como Clarice Lispector, Anne Sexton, María Luisa Nombal, Sylvia Plath, Teresa Wilms Montt, Camille Claudel, Kate Bolick o Virginia Woolf”.
“Abandoné esa idea inicial –concluye Paula- porque creo que es más honesto hablar desde el yo, que intentar contener a todas esas mujeres. Pero esas autoras siguen muy presentes en el libro mediante citas, y en los comportamientos y gestos de los personajes protagonistas, que recuerdan a La amortajada de María Luisa Nombal o los personajes andróginos de Virginia Woolf”.
Como en ¿Qué hacer cuando en la pantalla aparece The End? (Lunwerg, 2014) la muerte y el desamor vuelven a estar presentes en el libro, a los que se suma el suicidio. “La muerte es una constante en mi trabajo y el suicidio surge de forma natural porque muchas de esas mujeres que mencionaba, y que tanto han influido en mi trabajo, acabaron suicidándose. En cuanto al desamor, en esta ocasión es más una metáfora con la que comienza el relato, que una ruptura con una persona concreta. Es una forma de mostrar el desencanto inicial. Pero el libro no va sobre parejas que se rompen".
Poesía literaria y visual
El libro es una mezcla de poesía literaria y visual que, gracias a esa mezcla, alcanza cotas artísticas insospechadas: “He intentado –confiesa Paula- que texto e imagen sean indivisibles. De hecho, aunque el libro se divida en diez capítulos, en realidad tiene tres partes muy diferenciadas que he ilustrado con distintas técnicas, acorde a la narración”.
“La primera parte –asegura Paula- es la más dura, la de la ruptura sentimental y el enfrentamiento a la soledad. Era la parte más encorsetada, la más dura y, a la vez, la más ingenua. Y decidí resolverla con grabados al aguafuerte que me permitían reflejar esa dureza, ese encorsetamiento del contenido, dibujando con una punta de acero sobre una plancha de cobre, a la que luego mordía un ácido”.
“La segunda parte es de entendimiento –continúa- la protagonista ya está sola y redescubriéndose a sí misma, es la más narrativa y la ilustré con lápiz de grafito. Mientras que la tercera, y última, es un canto a la vida, mucho más abstracto, que ilustré con pinturas al óleo, algunas diluidas con aguarrás”.
“Vi muy claro –añade- que tenía que hacerlo así. Pero no sabía si funcionaría visualmente, por lo que intenté que los pasos de bloque a bloque, no fueran tan bruscos. Por eso en la parte de grabado se cuela algún dibujo, y en la de dibujo algún óleo...”.
En las 300 ilustraciones del libro abundan sus ya famosos retratos femeninos, aunque esta vez los combina con otros temas: “Esta vez no quería definir a la protagonista sólo por su físico, sino también por lo que la rodeaba, lo que le daba placer… Por eso también uso la metáfora de los pájaros, muertos al principio del libro, y que al final resucitan para volar en libertad. Creo que aumentando los temas, como los paisajes que he añadido, el libro tiene contenidos mucho más ricos”.
“La paleta de colores está copiada de Velázquez”
En cuanto a sus influencias, Paula confiesa que su paleta de colores está copiada de Velázquez: “Estudiando Bellas artes me enamoré de su obra, y cada vez que pisaba Madrid iba al Prado aunque sólo fuera para ver Marte y La fragua de Vulcano. Y si me sobraba tiempo visitaba la parte de Goya, sobre todo las pinturas negras. En la facultad tenías que practicar con paletas de pintores y cuando trabajé con la de Velázquez ya no la solté”.
“Al principio lo que más me interesaba de Velázquez era su técnica –continúa- y cómo no intentaba ocultar sus errores en algunos cuadros. Pero al final me enamoré del contenido irónico de su obra, su retórica visual y la humanidad de sus personajes, como los bufones o sus retratos de la monarquía que, todavía hoy, no dejan de sorprenderme y alimentarme”.
“Otra de mis influencias visuales -confiesa- es Gerhard Richter y sus barridos. Pero en general soy más de leer libros que de visitar museos. Aunque cada vez que piso uno me entran ganas de pintar y acabo encerrándome en mi taller”.
La ilustradora también destaca la colaboración de sus modelos, los actores Bruna C. Jordi D. y Edu B. “La modelo principal de The end y de La sed es la misma, Bruna Cursi, que es de mi generación y con la que comparto muchas cosas, por ejemplo, ambas hemos tenido que luchar contra el paternalismo con el que se trata a las jóvenes artistas (cuando empezamos), y hemos tenido que trabajar mucho más que cualquier hombre para abrirnos paso en nuestras respectivas profesiones, aparte de la eterna lucha por la igualdad salarial”.
El inicio de una nueva etapa
Ha sido tal el impacto de esta obra sobre su autora que Paula confiesa que: “Aunque La sed ya está terminada y publicada la veo como el inicio de algo. Por más que intento desvincularme, parece que sigo trabajando en ella. Además, muchas ilustraciones se quedaron fuera del libro no porque fueran peores que los publicados sino porque los publicados funcionaban mejor narrativamente. Hay mucho de renuncia en esos dibujos y grabados inéditos”.
“Además –continúa-, el hecho de que al final del libro Teresa se haga esa pregunta, sin contestarla, sin pretender adoctrinar ni dar soluciones a nada, deja en el aire una serie de preguntas que me interesan y quizá empiece a tirar de los hilos para intentar responderlas. Puede ser el inicio de algo pero no sé de qué”.
“Pero -concluye la autora- ahora tengo dos proyectos que espero que me permitan salir de esa crudez de La sed. Una colaboración muy especial con el músico Ramón Rodríguez (The New Raemon) y un trabajo a cuatro manos con Aitor Saraiba con el que me entiendo muy bien, porque compartimos la misma poesía, literatura, entusiasmo e incontinencia”.