'Metapintura' en el Museo del Prado: el narcisismo del arte
- Metapintura. Un viaje a la idea del arte reúne obras de Velázquez, Goya o Tiziano
- Con 137 obras, la mayoría propias, es un viaje a través de la idea del arte y el artista
- "La exposición es un espejo del propio museo", explica su comisario
"Es una exposición doblemente introspectiva: en primer lugar son obras en las que los artistas se han mirado al espejo y se han representado a sí mismos, a la historia de su actividad o a cuestiones relacionadas con el arte, pero también es introspectiva porque la mayor parte de esas obras pertenecen colección del Museo del Prado. Es una exposición en la que el museo también se está mirando a sí mismo: no solo las obras son espejos de sus autores sino que la exposición es un espejo del propio museo". Así resume Javier Portús, jefe de Conservación de Pintura Española del Prado, la nueva gran muestra del museo para este otoño, que podrá verse desde este martes 15 de noviembre hasta el 19 de febrero.
Metapintura. Un viaje a la idea del arte reúne un total de 137 obras, la mayoría pinturas aunque también hay dibujos, estampas, libros, medallas y esculturas, de artistas como Tiziano, El Greco, Rubens, Velázquez, Goya, Zurbarán o Murillo, entre otros, que conducen al espectador a través de un "viaje a la idea del arte y a la idea de los artistas" que se fue gestando en la edad moderna y contemporánea, indica Portús a RTVE.es.
De las 137 obras, solo 22 son préstamos de otros museos -como la National Gallery de Londres o el Museo de Bellas Artes de Sevilla- y coleccionistas y 115 son de la colección propia del Prado, una colección que bascula en las Colecciones Reales y el arte español, términos a la vez inseparables. De estas obras del Prado, alrededor de una cincuentena están expuestas habitualmente en sus salas, mientras que el resto o están almacenadas o están cedidas a otras instituciones.
El viaje, que se inicia con los relatos mitológicos y religiosos sobre los orígenes de la actividad artística, propone paradas en hitos importantes, como Las hilanderas de Velázquez, una pintura sobre la pintura y la tradición pictórica, o la relación entre el Quijote y Las meninas como puntos de referencia de la historia de la metaficción. La última estación es 1819, año de creación del Museo del Prado, lo que supuso la "entronización de la idea del arte y de la historia del arte dentro de la nación y de la sociedad".
El cuadro dentro del cuadro
Encuadrada dentro de la serie de exposiciones que desde 2010 con Rubens inauguró el Museo del Prado para proponer un nuevo acercamiento a sus colecciones, Metapintura surge, revela Portús, de sus conversaciones con el director del museo, Miguel Zugaza, sobre el libro El cuadro dentro del cuadro (1978) de Julián Gállego y la intención de "llevarlo un paso más allá" y mostrar la evolución del concepto del arte y del artista. Y a este libro, a modo de homenaje, se dedica una de las quince etapas en las que está dividida la exposición bajo el título 'La pintura como signo', y en la que pueden verse obras que citan imágenes religiosas, pinturas con referencias al arte de la Antigüedad y retratos dentro del retrato, como el de Isabel de Valois sosteniendo un retrato de Felipe II (1561-65), atribuido a Sofonisba Anguisola, o una de las últimas adquisiciones del Prado, Trampantojo, un anónimo italiano datado hacia 1720.
No obstante, el inicio del trayecto lo marca, a modo de declaración de intenciones, el Cristo crucificado contemplado por un pintor (h. 1650) de Francisco de Zurbarán, primera obra que ven los ojos del espectador y que se incluye en la sección 'Los orígenes: la religión', como ejemplo de la cantidad de relatos e imágenes que proliferaron en la Edad Moderna para probar que la pintura o la escultra eran "actividades queridas por la divinidad". También la mitología y la historia grecorromanas, a las que se dedica la sección 'Los orígenes: la mitología', están plagadas de episodios sobre el origen de las artes, desde las historias de Narciso que creó la pintura para contemplar su reflejo en una fuente (Narciso en la fuente, anónimo español del s.XVIII) al Prometeo que robó el fuego de los dioses para dar vida a una escultura.
El Quijote y Las Meninas
Aunque por cuestiones de organización topográfica no se encuentra al inicio de la exposición, la sección El Quijote y Las meninas (1656) deberían estar "simbólicamente" al principio de la muestra, explica Portús, como puntos de referencia de la historia de la metaficción. En la sala se muestran dos primeras ediciones de las dos partes de la obra de Cervantes, que celebra este 2016 su V centenario, y una reproducción de la pintura de Velázquez de una fotografía del siglo XIX, ya que la obra original permanecerá en la Sala 12, el lugar que le pertenece como "corazón del museo".
"Al Quijote y a Las Meninas les unen varias cosas, primero, su condición de obras fundamentales de la historia de la cultura occidental, pero también les une su carácter autorreflexivo. El Quijote es una novela sobre la novela, en la que continuamente Cervantes hace alusión a la propia novela; en la segunda parte Don Quijote y Sancho toman conciencia de que ya son personajes casi literarios y hay muchas alusiones a cuestiones de técnica narrativa. Y Las meninas es una pintura sobre la pintura, en la que Velázquez no solo se autorrepresenta, sino que a través de ello reflexiona sobre su propia posición en la Corte y sobre la posición del arte en la Corte, y sobre problemas de representación artística", explica el comisario, que añade que ambas obras pertenecen al Siglo de Oro y este es una de las "referencias clave" del conjunto de la exposición.
Los límites del cuadro
Una de las obras que mejor refleja el espíritu de la exposición Metapintura, es la obra de Peré y Borrel Huyendo de la crítica (1874)
Pere Borrell y del Caso, de la Colección Banco de España, que muestra a la vez la tensión ilusionista al sobrepasar la figura los límites del marco y la opinión de la crítica como facto condicionante de la actividad artística. La obra puede contemplarse en la sección titulada 'Los límites del cuadro', que juega con esa tensión que se establece entre el carácter bidimensional del cuadro y la aspiración del arte de introducir la tercera dimensión y prolongar el espacio de la pintura hacia el espectador.
Otras secciones están dedicadas al protagonismo del propio artista, con autorretratos o retratos realizados por colegas como modo de crear una memoria de la profesión, que proliferan a partir del siglo XV, o, yendo un paso más allá, retratos que incluyen también a los amigos y familiares del artista, comunes durante el siglo XVIII.
Las hilanderas y el arte infinito
Las hilanderas (1655-1660) de Velázquez son las protagonistas de la sección 'Arte infinito', una obra que es una pintura sobre la pintura y en la que Palas y Aracne discuten ante un tapiz con el Rapto de Europa de Tiziano, el maestro más admirado por el pintor sevillano. Rubens, cuando estuvo en Madrid, también copió ese tapiz de Tiziano en El rapto de Europa (1628-1629), y ahora ambas obras pueden contemplarse juntas, en una sala en el que desde el fondo mira atentamente el propio Tiziano desde su Autorretrato (h.1562), en la sección denominada 'Historia y tradición: Tiziano'.
Una exposición sobre el propio Prado es impensable sin la presencia de Francisco de Goya, quien, además de tener obras repartidas por distintas secciones, protagoniza la titulada 'Goya y la crisis de la imagen religiosa', que refleja la actitud distanciada que tomaron los artistas respecto a la religión a finales del siglo XVIII, como es el caso de la estampa Esta no lo es menos.
El final de este viaje
Con la sección 'El final de este viaje' termina la muestra Metapintura dando el protagonismo a la creación del Museo del Prado en 1819 en Madrid, a la vez que se creaban estas instituciones en otras partes de Europa gracias al impulso dado por la Revolución Francesa.
"Con la creación de los museos cambia radicalmente la relación entre los artistas, el arte y su público. Un museo significa la entronización de la idea del arte y de la historia del arte dentro de la nación, de la sociedad, e incluso dentro del paisaje urbano. En el caso del Prado, cuando en 1819 el Edificio Villanueva se ocupa con pinturas, en Madrid solo existía un edificio más imponente, que era el Palacio Real, por lo que el hecho de dedicar una construcción de este tipo a exponer pintura, a la historia del arte, ya nos está hablando del estatus que alcanzó en esa época la propia pintura como objeto de prestigio y objeto de orgullo colectivo. Y esto marcaría un antes y un después entre el arte, los artistas y la sociedad", explica el jefe de Conservación de Pintura Española del Prado.
Y esa idea del museo como "templo de las artes" instaurada hace dos siglos goza ya de cimientos asentados en nuestro día a día, en el que museos e historia del arte, señala Portús, "forman parte de nuestro horizonte cotidiano, ya consagrado como elemento de prestigio de las sociedades". Hasta el punto de que el museo se permite jugar consigo mismo y hacer de una exposición un espejo de sí mismo.