Mozart: 225 años de la muerte del compositor que inundó Europa con su música
- Su fallecimiento, a los 35 años, le llegó en plena madurez creativa
- Los viajes que realizó desde niño le permitieron conocer la música de otros países
- Aún hoy se le considera el autor más influyente de la música occidental
Con un catálogo que muy pocos autores pueden igualar tanto por el número de páginas creadas, como por la excelencia de su calidad compositiva, se cumplen 225 años de la muerte de Wolfgang Amadeus Mozart. El creador de algunas de las melodías imborrables en el universo musical acabó sus días en Viena sin, tan siquiera, haber podido concluir la última página en la que estaba trabajando, su celebérrimo Réquiem en re menor.
Mozart falleció en la ciudad a la que se mudó atraído por el impresionante centro de creación artística en que se había convertido la capital. La Viena del siglo XVIII era un sorprendente foco cultural internacional que contaba con un emperador francés, Francisco de Lorena; un poeta imperial italiano, Pietro Metastasio y un compositor alemán, Johann Adolf Hasse, quien escribía óperas con libretos de Metastasio.
El público aficionado demandaba y compraba música fácil de comprender y de tocar y ese mismo público estaba interesado en leer sobre música y discutir al respecto. Nació el periodismo musical: a partir de mediados de siglo surgieron revistas consagradas a noticias, reseñas y críticas musicales.
Con este tipo de público, el lenguaje debía ser universal y no verse limitado por fronteras nacionales: tenía que ser noble pero entretenido; expresivo, pero no demasiado atrevido. Tenía que ser natural, en el sentido de despojarse de complicaciones técnicas innecesarias y susceptible de gustar de inmediato a cualquier oyente mínimamente sensible. Atrás quedan esas fugas de Bach totalmente endemoniadas que sólo, si se tenía la maestría del diablo, podían ejecutarse cuando éste se sentaba frente al teclado del órgano…
El niño prodigio que tuvo el privilegio de viajar
El compositor más influyente de la historia de la música occidental nació el 27 de enero de 1796 en Salzburgo, sede de un arzobispado. Su padre, Leopold Mozart, era miembro de la capilla arzobispal. Desde su más tierna infancia, Mozart mostró un talento musical tan prodigioso que su padre se consagró a la educación del niño y a exhibir sus habilidades por toda Europa.
En esas presentaciones, el chico no sólo interpretaba piezas preparadas, sino que también improvisaba y, al mismo tiempo, componía: Escribió sus primeros minuetos con 5 años; la primera sinfonía a los 8, su primer oratorio a los 11 y su primera ópera a los 12. En su catálogo encontramos más de 600 composiciones que aparecen numeradas por primera vez en la compilación hecha por Koechel en 1862 y puesto al día por Einstein, por eso la K que acompaña al nombre de las composiciones de Mozart se utiliza universalmente para designar sus obras.
Música instrumental: el genio se adelanta a su tiempo
Mozart cultivó la práctica totalidad de los géneros musicales imperantes en su momento. Su catálogo instrumental (que incluye música de cámara, a solo y sinfónica) consta fundamentalmente de tres de ellos: la sonata, el concierto y la sinfonía. En ésta última, la que está considerada el género instrumental más completo, el genio de Salzburgo, también fue prolífico… 41 obras. Y es en la penúltima de ellas, la Sinfonía número 40 en sol menor, donde Mozart ya parece querer abandonar los rigores de la estética clásica y adentrarse, adelantándose a su tiempo, al Romanticismo.
En esa etapa bisagra en la que el Romanticismo y el Clasicismo se difuminan y confunden sin saber dónde empieza uno y dónde acaba el otro, bien podría encontrarse esta sinfonía en la que se hace patente la madurez adquirida por Mozart, con temas musicales mucho más profundos, donde la melodía, sin dejar de volar, posee mucho más peso y calado y el acompañamiento empieza a demandar mayor protagonismo.
Creación operística: la conciliación del público con el espectáculo
Como todos sus contemporáneos, Mozart era un compositor comercial. Él esperaba que su música se ejecutase, gustase y así, ganar dinero con ella. En 1781, abandona el arzobispado de Salzburgo y se establece en Viena. Y sus primeros años allí fueron bastante prósperos. Su primer gran éxito en esta ciudad fue con la ópera El rapto del serrallo, compuesta un año más tarde y representada en numerosas ocasiones.
La mayor parte de las obras de Mozart que han hecho que su nombre quede grabado en la Historia las compuso en sus últimos 10 años de vida en Viena, entre los 25 y los 35 años.
Gracias a la producción operística de Mozart podemos conocer la moda en el Clasicismo en lo que a ópera se refiere. Estableceríamos tres grandes géneros operísticos y, por supuesto, Mozart, los practicó todos:
La ópera seria: con Idomeneo, que fue su primer trabajo en este campo y la única seria del autor.
La ópera bufa: o burlona, Aquí hay que destacar las tres óperas en italiano con libreto de Lorenzo Da Ponte: Las bodas de Fígaro, Don Giovanni y Cossí Fan tutte. Con estos libretos que Da Ponte escribió para Mozart, la ópera bufa se elevó a una categoría literaria más alta con un tratamiento más profundo de los personajes que, además, intensificaba las tensiones sociales entre clases. La caracterización de los personajes no sólo tiene lugar mediante las arias, sino también gracias a los dúos, tríos y conjuntos de muchos participantes. Además, en los finales concertados, se combina el realismo con la acción dramática. Al margen de esto, también la orquestación, en especial los instrumentos de viento, contribuye a esa definición de personajes.
El singspiel alemán: A medio camino entre la ópera seria y la bufa, el singspiel se puso tremendamente de moda a finales del siglo XVIII. Junto al rapto del serrallo, la obra más famosa de Mozart en este campo es La flauta mágica, compuesta ya en 1791, en el año de su muerte.
La flauta mágica es algo distinto. Aunque exteriormente se trata de un singspiel con diálogo hablado, en lugar de recitativos y algunos personajes y escenas propias de la comedia popular, su acción está colmada de significados simbólicos, y su música es tan rica y profunda que debe considerarse como una de las más grandes óperas alemanas modernas. La atmósfera solemne de gran parte de su música probablemente se deba, en buen modo, al hecho de que Mozart estableció una relación entre la acción de esta ópera y las enseñanzas y ceremonias de la franc-masonería; su afiliación masónica tenía suma importancia para él; como queda claro por alusiones en su correspondencia y, en especial, por la índole seria de la música que escribió para ceremonias masónicas en 1785, sin olvidar la cantata masónica de 1791 (K. 623), la última composición que completó.
Con La flauta mágica da la impresión de que Mozart deseaba entretejer en nuevos diseños los hilos de todas las ideas musicales del siglo XVIII: La opulencia vocal de la ópera italiana; el humor popular del singspiel alemán; el aria solícita; el conjunto bufo, al cual le confiere nuevo significado musical; un nuevo tipo de recitativo acompañado, aplicable a textos en alemán; y solemnes escenas corales.
Y de La flauta mágica mención especial merece su aria más famosa… la de la malvada reina de la noche… el pasaje más conocido confiado a una soprano y que, además, está envuelto en un halo de distancia al que no todo el mundo puede llegar dada su dificultad al tener que entonar su famoso fa sobreagudo. Por otra parte, a pesar de su melodiosa partitura, no nos engañemos, Der Hölle Rache kocht in meinem Herzen… (La furia del infierno hierve en mi corazón) es un ataque de ira del personaje.
Música religiosa: de sus inicios a la síntesis musical
Mozart escribía música sacra muy a menudo dado que, desde joven, había estado en contacto con este tipo de composiciones: Su padre tuvo un cargo oficial en la capilla de Salzburgo y el propio Mozart también. Sin embargo, salvo escasas excepciones, sus misas, motetes y oratorios no se encuentran entre sus obras más celebradas. Las misas están compuestas siguiendo el estilo sinfónico-operístico pensado para coro y solistas que se alternan con acompañamiento orquestal. La última obra completada por Mozart fue su Cantata Masónica… sin embargo, su última creación, sería el Réquiem K. 626, obra que el autor no vería terminada.
Encargada por un rico noble en julio de 1791, el conde Walsegg, la página estaba pensada para la esposa de éste, aunque, más tarde el mismo conde se quiso atribuir la autoría. Mozart, en cambio, estaba muy ocupado con La flauta mágica y La clemeza di Tito, por lo que no fue hasta otoño, cuando se puso manos a la obra. La muerte le sorprendió y el Réquiem quedó incompleto, aunque lo terminó un colaborador y alumno suyo: Franz Xaver Sussmayer, quien también quiso adjudicarse la autoría, sin embargo, comparando las partes, queda claro qué escribió éste y qué escribió el salzburgués.
Mozart murió el 5 de diciembre de 1791… Su entierro en una fosa común... la precaria situación económica en la que quedó su familia... son sólo algunos de los apuntes que han trascendido y ayudado a aumentar el mito de un autor para el que componer era como un juego, un disfrute que, quizás, precisamente por eso, dio lugar a una producción musical dueña de una belleza que seguiremos celebrando.