El Hierro fue poblada por una única oleada de colonizadores bereberes que quedaron aislados
- No volvieron a tener contacto con el exterior hasta los conquistadores europeos
- Lo demuestra un estudio genético de los antiguos bimbaches
- Se ha realizado a partir de 61 personas enterradas en la cueva de Punta Azul
El Hierro es el verdadero finisterre de España, un territorio donde el aislamiento marca a sus habitantes desde hace siglos, incluso desde los tiempos de sus primeros pobladores, cuyo ADN sugiere que descienden de la primera oleada de bereberes que se aventuró a colonizar Canarias.
Seis investigadores de las Universidades de La Laguna (ULL) y el País Vasco (UPV) publican este mes en la revista Journal of Archaeological Science, un estudio genético de los antiguos bimbaches, a partir del análisis del ADN de 61 de las 127 personas enterradas en la cueva de Punta Azul, un yacimiento del siglo XII.
Sus conclusiones no solo corroboran los lazos genéticos que unen a los aborígenes canarios con las poblaciones bereberes del norte de África -algo ya apuntado por varios estudios-, sino que sugieren que El Hierro se pobló en tiempos antiguos de una sola vez, por un grupo humano que probablemente no volvió a tener contactos con el exterior casi hasta la llegada de los primeros conquistadores europeos.
El trabajo recuerda que Canarias es el único archipiélago de la Macaronesia (región que incluye también a Madeira, Azores y Cabo Verde) que fue habitado antes de la llegada de los colonos europeos, en tiempos que se remontan a mediados del primer milenio antes de Cristo en el caso de Tenerife (época a la que pertenece la datación de carbono 14 más antigua) y al siglo I de la era moderna para el resto de islas.
Los estudios genéticos que se han publicado hasta la fecha indican que Canarias fue poblada en al menos dos oleadas del norte de África que luego se quedaron aisladas del resto del mundo en buena parte de los casos hasta la llegada de los españoles, portugueses y normandos en el siglo XV, incluso sin apenas contacto entre islas, como relatan las crónicas europeas de la conquista.
Organización matriarcal de los aborígenes canarios
Los análisis de ADN realizados por la ULL y la UPV indican que todos los individuos enterrados en la cueva de Punta Azul (al menos los 61 analizados) comparten un mismo linaje en el ADN mitocondrial; o lo que es lo mismo, tienen un ancestro materno común, algo que los autores atribuyen a la organización matriarcal descrita entre los aborígenes canarios.
Y se trata de un linaje considerado "fundador", ya que está presente en toda la población actual de Canarias (con una incidencia global del 1,8%) y se ha encontrado también en los aborígenes antiguos de Tenerife, La Palma y La Gomera.
El trabajo revela asimismo, esta vez a través del cromosoma Y, que la gran mayoría de esos individuos proceden de dos linajes paternos: uno autóctono del norte de África (halogrupo E-M81) y otro de raíces europeas, pero también presente desde hace siglos en el norte de África (R-M29), aunque también hay un individuo con marcadores originarios del África Subsahariana (E-M33).
Para ahondar más en el código genético de los bimbaches de Punta Azul, los investigadores también han analizado los marcadores STR (pequeñas secuencias que se repiten en el ADN y que permiten establecer parentescos), con un resultado que apunta en la misma línea: esas personas no tienen diferencias genéticas significativas con los antiguos bereberes.
Dificultad para llegar a la isla
"Probablemente, a El Hierro le alcanzó la primera oleada migratoria y luego se quedó aislada. Esta hipótesis concuerda con la dificultad que existe para llegar a la isla", escriben los autores, que recuerdan que se trata de la isla más meridional de Canarias y la más alejada de la costa de África, con unas condiciones de vientos y corrientes que hacen complejo navegar hasta ella.
El artículo subraya que el aislamiento "ha marcado el comportamiento de los herreños durante toda su historia" y que los bimbaches tuvieron que enfrentarse al llegar a la isla a duras condiciones naturales que probablemente les llevaron "un cuello de botella", aunque su ADN no muestra signos que indiquen que tuvieran problemas de endogamia.