Chanel resucita los años gloriosos de la moda
- Su colección es sofisticada con guiños a los 20, 30 y 50
- Maria Grazia Chiuri aburre con su segundo trabajo en Dior
- Versace juega con las formas para dibujar seductoras siluetas
Tras acoger los desfiles de moda masculina con las colecciones para la temporda otoño e invierno 2017/18 París lanza ahora las colecciones de alta costura para este verano. Durante cinco días se rinde homenaje a la tradición, artesanía, costura, y exclusividad. Un rito que tiene sus orígenes a mediados del siglo XIX con Charles-Fréderik Worth.
Ahora poco queda de aquella idea romántica de la moda y del refinamiento que desprendían los salones de costura. Aunque la batalla contra la mediocridad y el postureo no parece estar perdida.
Por suerte parece que la moda de acercar la alta costura la calle, de 'urbanizarla', está superada. Chanel se olvida de riñoneras y zapatillas deportivas para realizar una colección de ensueño, especialmente atractiva en la línea de fiesta y noche, con diseños exquisitos que nos hacen viajar a décadas pasadas.
La colección no es especialmente llamativa, más bien todo lo contrario, quizá en un intento medido de buscar la inmortalidad. Las primeras salidas son fieles al espíritu de la casa. Diseños en tweed que se despojan de ornamentos y florituras para que resalten el patrón y el tejido, casi siempre en tonos suaves, jabonosos, delicados.
El estilo 'lady' parece regresar a la pasarela, quizá influenciado por Melania Trump. Lagerfeld, director creativo de la casa, sonaba como posible autor de uno de los trajes que luciría la nueva primera dama pero al final ella optó por creadores instalados en EE. UU.
Un aire refinado recorre la colección que según avanza se va volviendo más sofisticada. Vemos vestidos de paillettes en tono plata que se ajustan al cuerpo y que van decorados con llamativos juegos de plumas en coquetos tonos empolvados.
Son vestidos que derrochan de lujo y hacen guiños a la estética vertical de los años 20, a la silueta rompedora del new look de los 50 y al glamur romántico del Hollywood de la década de los 30. Algunos incluso recordaban a los que el modisto Bernard Newman hacía para Ginger Rogers o a los que lucía la actriz Gilda Grey.
Las cinturas se marcan con ganas gracias a los cinturones de gran tamano, una pieza que ya ha vuelto con fuerza. Lagerfeld los utiliza con soltura sobre abrigos, sastres y vestidos. Los escotes de los vestidos de noche suben y bajan en un atractivo juego que invita a cubrir o descubrir el cuerpo, algunos tienen formas geométricas y otros, descaradas formas alargadas.
Kendall Jenner, una de las modelos del momento, desfiló para la casa pero todo el protagonismo se lo llevó la joven Lily-Rose Depp, hija de Johnny Depp y Vanessa Paradis.
Ella cerró en el desfile con un suntuoso vestido en rosa empolvado con enormes volantes en las mangas y la falda. Un diseño que sustituye al tradicional vestido de novia que Lagerfeld siempre dejaba para el aplauso final.
Segundo trabajo de Maria Grazia Chiuri al frente de la casa Dior, y el primero de alta costura. Y, como en el anterior, el resultado es pobre y simplón. Decepcionante. La italiana se pierde en ese laberinto en el que dice haberse inspirado y parece estar atrapada en una maraña de tul.
Muchos de los vestidos tienen ese estilo propio de la casa Valentino, que abandonó para tomar las riendas del taller de la maison francesa, lo que indica que todavía no ha sabido, o podido, conectar con la espíritu de Dior.
Chiuri decora sus diseños con flores, el símbolo de la casa y los tiñe con tonos empolvados y tranquilos. Con el uso de púrpura, azul, gris y rosa la diseñadora pretende evocar el discurrir de las estaciones y, de paso, de la vida.
Destaca el trabajo realizado con el encaje, recortado y aplicado sobre vestidos de organza y tul plisados. La chaqueta Bar, icono de la casa, se convierte en una capa y llaman la atención los tocados que Stephen Jones ha realizado para unos tenebrosos diseños en negro, símbolo del luto que la casa parece estar viviendo todavía tras la salida de Galliano.
Algunos vestidos se adornan con motivos que recuerdan a los signos del zodiaco. La diseñadora dice que se inspiró en las costureras del taller que cada mañana, antes de coger la aguja, leen su horóscopo en el periódico. Quizá lo hagan para saber qué les depara el futuro.
Giambattista Valli pega un tímido cambio y rebaja la intensidad de sus vestidos, aunque sigue mantiendo algunos diseños de fuerte carga estética, con tejidos muy trabajados, recargados con bordados y aplicaciones.
El italiano apuesta por tejidos más ligeros, suaves sedas transparentes que, gracias a patrones osados, visten y desnudan el cuerpo a partes iguales. Los más llamativos son los minivestidos de cuerpo drapeado, muy sugerentes, que nos trasladan a la divertida década de los 80.
El exotismo de La India marca algunas propuestas y chirrían los vestidos con pliegues que parecen marcas de haber estado bien doblados. Un efecto realmente feo.
Tampoco ha estado muy afinado Bertrand Guyon con su colección para Schiaparelli lo que reabre el debate de si es preciso resucitar las míticas casas de moda. En un sentido homenaje a su fundadora, la genial Elsa Schiaparelli, el diseñador propone quimonos japoneses y revisiones del 'hanfu' chino (del que nació el quimono) como los que la creadora solía llevar.
Vemos vestidos sencillos de tonos lisos e intensos y otros en blanco de ricos tejidos brocados. Minivestidos sesenteros de patrón recto contrastan con otros setenteros de línea fluida que van decorados con grandes flores.
La langosta, otro de los motivos estrella de Schiaparelli, se estampa en un delicioso vestido asimétrico en tono visón o se borda con paillettes sobre una sobria chaqueta de esmoquin. Los vestidos patchwork que recuerdan a Raf Simons y los realizados en tul plisado y bordado que recuerdan a Valentino parecían no encajar en la colección.
Atelier Versace, la línea de alta costura que hace Donatella Versace, presenta una evolución de la colección anterior, con vestidos de infarto que experimentan con las formas para crear nuevas siluetas.
Los volúmenes son contenidos, tendiendo a la verticalidad, y los colores vuelven a la gama de los empolvados, salvo en algunas pinceladas de negro o amarillo ácido. Los vestidos cortos, a la romana, contrastan con otros de falda que termina en cola.
El patrón asimétrico, las caracolas plisadas de tul y las transparencias proyectan una imagen potente, muy femenina y muy sensual. Son vestidos que nacen pensados para pisar una alfombra roja. Ese es su mejor hábitat, y Donatella lo sabe.
Cascadas de tul, kilómetros de encaje, cientos de volantes, cinturones-joya, tiaras, coronas... Alexis Mabille tira la casa por la ventana para hacer una colección marcada por el color y los tejidos sensuales. Una propuesta demasiado sofisticada en la que se mezclan túnicas ligeras con vestidos de aire lencero.