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Juan Mayorga: "Cada ser humano es responsable de todos los demás, incluso de los muertos"

  • El dramaturgo estrena El cartógrafo, teatro histórico sobre la memoria
  • Dirige a Blanca Portillo y José Luis García-Pérez en las Naves del Español
  • RTVE.es entrevista a Juan Mayorga tras el estreno

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Juan Mayorga cartografía el gueto de Varsovia con Blanca Portillo y José Luis García-Pérez

Los mapas –se dice en El cartógrafo- mezclan arte y ciencia. Una confluencia que explica también a Juan Mayorga (Madrid, 1956), matemático y filósofo, pero esencialmente dramaturgo. Y una obra de teatro- se dice en El cartógrafo- no es más que un mapa hecho de tiempo. Blanca Portillo y José Luis García-Pérez protagonizan el nuevo texto del autor en la Naves del Matadero del Teatro Español (del 26 de enero hasta el 26 de febrero).

Como sucedía con El chico de la última fila, todo parte de una experiencia real de Mayorga: en 2008, en Varsovia, contempló en una sinagoga una exposición fotográfica de la vida en la época del gueto implantado por los nazis. Y localizó aquellas imágenes en su mapa turístico. “Lo convertí en otro tipo de documento, un mapa intervenido”, afirma en una entrevista con RTVE.es, en el que sobre los monumentos se dibujaban historias privadas de aquella cárcel urbana de 400.000 personas.

El buen mapa –se dice en le obra- es aquel que te descubre lo que no ves a simple vista. Y, así, la obra muestra una leyenda inventada por Mayorga sobre un anciano cartógrafo recluido que pide a su nieta información para trazar un mapa del gueto, y la entreteje con un matrimonio español, atravesado por el dolor, que habita en la Varsovia moderna. Todos, los presentes, y los muertos, somos de algún modo contemporáneos.

Las propias obras de Juan Mayorga están vivas en el mapa del mundo, con múltiples montajes no solo en España, sino en Italia o Brasil. Horas después del estreno, Mayorga intentaba descifrar otro mapa: el de los espectadores del estreno. “Es difícil leer los estrenos. Además, es una función exigente para los actores y los espectadores”.

Con una escenografía desnuda y monocromática, los dos actores interpretan hasta 13 personajes vestidos completamente de rojo. El cartógrafo recupera muchas de sus obsesiones: Europa, holocausto, metateatro o Walter Benjamin. Es teatro histórico que respeta la imposibilidad de reproducir el holocausto, y aspira a honrar el duelo por las víctimas y también a lanzar la pregunta de cuánto queda del mal que lo inició.

“De la experiencia atroz de la Europa en los años 30 y la Shoah me parece que tiene que derivar una ética del auxilio y del cuidado. Aquella catástrofe debería demandar de nosotros una conciencia de que cada ser humano es responsable de los demás, incluso de los muertos”, sostiene. “Esa ética radical es difícil de asumir, y mi vida está lejos de ella, pero es importante reivindicarla”.

Juan Mayorga escribe y dirige 'El cartógrafo'

El estreno de El cartógrafo coincide con un momento histórico en el que las líneas de los mapas amenazan, aún más, levantarse en muros. “Lo que crece ahora es un discurso de exclusión, amurallamiento, de reducción. Lo que ocurre en la Casa Blanca es estremecedor. Y El cartógrafo habla precisamente de la utilización del pasado por parte de los poderosos. El lema de Trump, Make America great again alude a una mirada nostálgica y orgullosa del pasado, pero conviene recordad que hay millones de personas que no querrán retornar a una América que fue extraordinariamente discriminante con las minorías. Hay un combate por el pasado que es un combate por el presente”.

Afirma Mayorga (y lo recuerda en El cartógrafo) que en el teatro no importan las tesis, sino las preguntas. Y su obra interpela directamente: ¿Qué merece la pena ser recordado? “Es una pregunta central en la obra, en la medada que habla no solo de mapas de territorio. Si tú, espectador, tuvieras que hacer el mapa de tu vida. ¿Qué lugares señalarás? ¿Serían lugares de presencias? ¿De ausencias? ¿De gozos? ¿De dolor? ¿Qué crees que debería ser recordado de ti?”, enumera Mayorga.

Para el dramaturgo, “quizá el teatro no pueda cambiar la sociedad, pero los que lo hacemos tenemos que hacerlo como si pudiera”. Y cita su experiencia como prueba. “Quién lo probó, lo sabe. A mí me ha cambiado. Si no hubiera visto Doña Rosita la soltera a los 17 años, si no me hubiera encontrado ante El rey Lear, sería otro, sospecho que peor”.