Expresionismo Abstracto, una perspectiva renovada y única
- Una muestra irrepetible por la cantidad y variedad de obras prestadas expuestas
- El Guggenheim revisita el fenómeno artístico, 60 años después de su auge
- Se podrá visitar en el museo bilbaíno del 3 de febrero al 4 de junio
A mediados del siglo XX, con el fin de la II Guerra Mundial aún reciente y las heridas en proceso de curación, el mundo de la cultura y el arte se encontraba en un momento de renovación, especialmente en Estados Unidos.
En la música jazz empezaban a aparecer los primeros sonidos estridentes y la liberación de estructuras de tendendias anteriores como el bebop, para desembocar años después en el Free Jazz de manos de Ornette Coleman, Charles Mingus o Archie Sepp. De manera paralela, en la literatura, la generación beat se enfrentaba a las estructuras y temáticas narrativas clásicas, para empezar a hablar de la liberación y exploración sexual, la experimentación con las drogas y la representación explícita de la condición humana.
Y fue en 1946 cuando el crítico de arte Robert Coates emplea el término "Expresionismo abstracto" para definir a una corriente de artistas de múltiples procedencias que tuvieron Nueva York como uno de sus principales núcleos, y que empezaban a crear un estilo en respuesta a los ismos de la Europa de principios de siglo. Mural (1943) de Jackson Pollock se convertiría a posteriori en la obra más representativa de este fenómeno tan difícil de clasificar y acotar.
"Desde 1959 no se ha hecho ningún estudio del Expresionismo Abstracto tan exahustivo, por la dificultad que supone, por la enorme diversidad de artistas y procedencias, y quizá porque también haya llegado el momento de revisitarlo y leerlo de una manera diferente, 50 años más tarde", explica en una entrevista a RTVE.es Lucía Agirre, una de los tres comisarios (junto a David Anfam, Edith Devaney) de la exposición Expresionismo Abstracto, que se podrá disfrutar en el Museo Guggenheim de Bilbao desde el 3 de febrero hasta el 4 de junio de 2017.
Organizada por la Royal Academy of Arts, de Londres, en colaboración con el museo bilbaíno, la muestra recoge más de 130 pinturas, fotografías y esculturas de algunos de los artistas estadounidenses más representativos de este movimiento, como Jackson Pollock, cuyo Mural es una de las joyas de la colección, o Clyfford Still. Pero también otras figuras "menos conocidas, pero que van a sorprender mucho al espectador", asegura la comisaria.
La heterogeneidad del fenómeno
Pese a que a menudo se haya entendido el Expresionismo Abstracto como un todo unificado, explica Lucía Agirre que existe un punto de vista más actualizado y completo, desde el cuál se percibe como un fenómeno poliédrico, complejo y difuso. Y es que la historia del arte "siempre había relacionado este movimiento con el hombre blanco estadounidense o de origen europeo afincado en Estados Unidos, pero había figuras muy destacadas entre las mujeres, y también artistas de color".
Y tampoco se ciñe solo a la pintura de Nueva York, como se ha tendido a generalizar anteriormente. Escultura y fotografía, también en la costa oeste y de la región central, son otras de las expresiones de este fenómeno.
Se trata de una sociedad, la de aquél Estados Unidos de principios del S. XX, en la que "ya había llegado el arte europeo. Ya se había producido el Armory Show (primera gran exposición de Arte Moderno en EE.UU., ya habían visto a Picasso, a Kandinsky, se empezaban a crear las primeras colecciones, como la de Peggy Guggenheim", contextualiza Agirre.
"Todos estos artistas habían estudiado todo lo que venía de Europa y necesitaban romper con todo esto. Les influye mucho el existencialismo y las corrientes filosóficas" de un momento en el que el presidente de EE.UU., Franklin D. Roosevelt, instauró el programa de ayudas económicas conocido como New Deal, que a su vez ayudó a financiar el Federal Art Project, por el cual se pagaba a los artistas un sueldo mensual que les permitía dedicarse al desarrollo de su arte.
Emociones sin pautas de interpretación
Fue precisamente esa comodidad económica la que permitió que los artistas del momento gozaran del tiempo y la tranquilidad necesarias para expresar las emociones acumuladas a lo largo de la gran depresión, las dos guerras mundiales o las devastadoras postguerras.
Campos de color, expresividad vigorosa, pinceladas veloces y sensación de movimiento y acción, son algunos de los rasgos comunes a todos estos pintores y que también están presentes en la fotografía y en la escultura. Tal y como se explica en el dossier de la muestra, "estas creaciones redefinieron la naturaleza de la pintura y aspiraban no solo a ser admiradas desde lejos sino también a ser disfrutadas como encuentros bidireccionales entre el artista y el observador."
"La pintura abstracta es abstracta. Se enfrenta a ti", dijo Jackson Pollock en 1950. Y esa intención de los expresionistas abstractos de "no dar pautas a la interpretación", como explica la comisaria, llega hasta el punto de que "Clifford Still llamó a sus obras Sin título. Se catalogan con un PH, de fotografía, más un número. Jackson Pollock las titula con números, Rotko hacía referencia a los colores y Franz Kline, por ejemplo, les daba títulos que no estaban relacionados con la obra, sino con sus propios orígenes".
“La pintura abstracta, es abstracta. Se enfrenta a ti. “
Una manera de "dejar abierta la relación entre la obra y el espectador, de hacer que el observador se enfrente a la obra y tenga que reaccionar frente a ella", en palabras de la comisaria Agirre.
Una exposición irrepetible
Aunque sí ha habido exposiciones monográficas, desde 1959 no se realizaba ninguna tan exhaustiva como esta del Guggenheim. "En aquella época tuvo una acogida muy diferente según la ciudad, estaba en pleno apogeo pero también en plena Guerra Fría. Ahora, 50 o 60 años después, la lectura es totalmente diferente", señala Lucía Agirre.
La muestra propone un recorrido por ocho salas, empezando por la obra temprana de artistas como Jackson Pollock, Mark Torhko, Willem de Kooning. En este primer momento, la comisaria subraya la especial importancia de Arshile Gorky (Lo inalcanzable, Agua del molino de las flores), "un artista que hizo de eslabón, filtró todo lo que venía de los ismos europeos y se convirtió en la conexión y el impulso para todos los demás artistas".
A lo largo de dichas salas se podrán observar capillas dedicadas a De Kooning, Franz Kline, Rothko, Barnett Newman, Ad Reinhardt o David Smith. Además de, por supuesto, una sala dedicada individualmente a Pollock, hay algunas estancias que confieren a esta exposición ese carácter tan especial. En el caso de la capilla Un epicentro difuso, que pone de manifiesto la presencia de las mujeres en el Expresionismo Abstracto. O también la sala 204, dedicada a la fotografía, una disciplina que fue excluída en las primeras definiciones de esta corriente. Y, sin duda, la sala dedicada a Clyfford Still, que incluye nueve obras del artista, cedidas por primera vez en la historia por el Clyfford Still Museum de Denver, propietario del 95% de su producción.
En suma, una colección de pinturas, fotografías y esculturas que van de la inmensidad de lo colosal a otros formatos más íntimos, tanto de la primera como de la segunda generación de expresionistas abstractos, y que, en palabras de la propia comisaria, "sorprenderá a los espectadores, que descubrirán artistas desconocidos para la mayoría y tomarán una nueva perspectiva de los ya conocidos".