Mutilación genital femenina, disyuntiva entre el exilio social y la muerte de los sentidos
- Doscientos millones de mujeres han sufrido esta práctica (MGF) en el mundo
- Víctimas, ONG e instituciones denuncian sus efectos y trabajan para erradicarla
- Este lunes se conmemora el Día Internacional de Tolerancia Cero con la MGF
- En Alemania, cerca de 50.000 mujeres han sido víctimas de la ablación
La mutilación genital femenina (MGF) es una práctica que consiste en la extirpación total o parcial de tejido de los órganos genitales femeninos, particularmente del clítoris (clitoridectomía), con objeto de eliminar el placer sexual en las mujeres, considerando razones culturales, religiosas o cualquier otro motivo no médico. Suena terrible: la acción física en si, el propósito, y los devastadores efectos que implica en las mujeres que sufren la sufren.
Ninguna religión contempla esta práctica como obligatoria, pero es ancestral y habitual en muchos grupos religiosos. 200 millones de mujeres y niñas han pasado por ella. Es una condena inevitable y no escrita.
"Estamos ante una práctica cultural. En algunas comunidades es una condición para que las jóvenes pasen a la etapa adulta, para que sean elegibles para el matrimonio o para alcanzar un estatus social elevado", ha explicado la consejera del Comité Interafricano de Prácticas Tradicionales, Adebisi Adebayo, en la conmemoración, este lunes, del Día Internacional de Tolerancia Cero con la MGF.
La circuncisión femenina se lleva a cabo en 29 países de África, Asia y Oriente Medio. No someterse a ella, aboca a las mujeres al ostracismo social en sus comunidades. Es su disyuntiva; exiliadas de la comunidad, o reducidas a carne insensible y herida. Afortunadamente, la lucha contra la MGF está viva y avanza.
El desprecio del cuerpo de la mujer, un vestigio del pasado
Amel vive en Tamouh, un pueblo a las afueras del Cairo. Con nueve años y apoyada por su madre, rechazó ser mutilada después de que una amiga suya muriera desangrada tras ser circuncidada. Luego asistió a las charlas de concienciación de la Asociación de Desarrollo de Tamouh, que trabaja con la ONG Plan International.
Los problemas de salud asociados a la ablación total o parcial de los labios vaginales y el clítoris: desequilibrios durante la menstruación, dificultades en el parto, hemorragias o infecciones del aparato urinario. “Quiero eliminar la mutilación genital femenina de mi pueblo porque tiene muchos efectos nocivos para la sociedad”, explica. “Solo causa dolor a las niñas”.
Las sociedades donde está vigente esta práctica contemplan la mutilación de la capacidad de sentir como una fórmula de purificación. En zonas de Kenia y Nigeria, "un niña que no se ha sometido a la incisión no puede casarse", mientras que en otros lugares "una mujer que no ha sido circuncidada no tiene voz en la sociedad y no puede pertenecer a los grupos más importantes de mujeres", ha señalado Adebayo en una rueda de prensa.
La MGF, viola derechos fundamentales de quienes la sufren y causa en las mujeres graves trastornos psicológicos de por vida, explica la ONG Plan International trabaja para erradicar la mutilación genital femenina en países como Mali, Guinea Bissau, Etiopía, Egipto, Sierra Leona y Kenia, aumentando la concienciación en las comunidades a través de talleres, charlas, material divulgativo y grupos de discusión para dar a conocer los riesgos y consecuencias negativas de la MGF.
Una práctica global
Aunque la incidencia de la mutilación genital femenina ha disminuido en varios países (entre ellos Burkina Faso, Kenia, Liberia y Egipto), se mantiene como una práctica generaliza en otros. "Las familias se avergüenzan tanto que harán los posible para asegurarse que sus hijas son sometidas a la MGF", ha apuntado Adebayo.
Más recientemente se ha confirmado la amplitud de la MGF en Indonesia e Irán, y se ha descubierto que para el pueblo indígena embera en Colombia es un rito ancestral de pasaje a la edad adulta. En Indonesia, ha sufrido esta práctica cerca de la mitad de niñas de once años.
"Se trata de un problema global, que cada vez cruza más las fronteras", ha asegurado en declaraciones trasladadas por Efe Alfonso Barragués, representante del Fondo de Naciones Unidas para la Población, que gestiona con UNICEF un programa de lucha contra esta práctica.
Los últimos datos recogidos indican que los países con mayor prevalencia de MGF entre las mujeres de 15 a 49 años son Somalia (98%), Guinea (97%) y Yibuti (93%), aunque la gran mayoría sufre la ablación al cumplir los cinco años. Entre las niñas de catorce años y menos, Gambia es el país con más prevalencia, con un 56 % de mujeres sometidas a la MGF, seguida de Mauritania (54%).
En Alemania, cerca de 50.000 mujeres han sido víctimas de la ablación, y entre 1.500 y 5.500 niñas corren riesgo de ser sometidas a ella, según un estudio financiado por el Ministerio de Familia alemán y realizado por un grupo de ONG que luchan contra la mutilación genital.
Testimonios: "Dormir con un cuerpo muerto"
Como la madre de Amel, Salwa, otra mujer de Tamouh, de 37 años, también decidió no mutilar a sus tres hijas, resistiendo la presión de su suegra en el proceso. “Tuve una experiencia horrible cuando fui mutilada a los nueve años” dice Salwa. “Estaba herida, sangrando y con muchos dolores”. Cuando todo terminó, durmió durante 12 horas seguidas.
La mutilación se convirtió en una cicatriz y un recuerdo amargo, pero cuando se casó empezó el infierno. “Antes de estar casada, era una chica normal y no tenía problemas. Esto es perder la armonía en las relaciones sexuales con tu marido. No estás al mismo nivel”, ha relatado a la ONG Plan Internacional. “Actualmente, no hay ningún tipo de comunicación entre nosotros”, continua Salwa. “Mi marido dice que es como dormir con un cuerpo muerto”.
Fátima fue mutilada en Guinea Bissau cuando tenía cuatro años pero, a pesar de su corta edad, recuerda perfectamente "la fiesta, con comida y mujeres bailando" que se hizo con motivo del ritual. Tampoco podrá olvidar "el miedo que tenía a orinar" por el dolor que le provocaba. Con "13 o 14" se atrevió por fin a hablar de ello. En su familia la tomaron "por loca".
Lucha activa contra la ablación genital
"Desde tiempos ancestrales, muchas comunidades dan a esta práctica un valor positivo, así que nuestro trabajo consiste en aportarles evidencias de que causa graves daños a la salud", ha explicado Barragués. Con ese fin las organizaciones trabajan directamente con las comunidades, ya que está comprobado que el cambio sólo puede provenir de ellas mismas y no de imposiciones exteriores.
Desde que se inició en 2008 el Programa de Naciones Unidas contra la MGF, cerca de 18.000 comunidades en 17 países han declarado públicamente que renuncian a esta práctica, con 2.900 declaraciones de este tipo sólo en 2016 y una tasa de cumplimiento del orden del 70%.
Además, 13 países han aprobado leyes para luchar contra la mutilación genital femenina y el año pasado hubo 72 condenas, que en algunos casos involucraron a personal médico que aceptó a realizar esas intervenciones y en otros a familiares.
Sin embargo, Barragués explicó que la solución de este problema no pasa por condenar a padres o abuelos de las víctimas, que constituyen el sosten de sus familia, sino de convencerles de erradicar esta práctica.
El caso de Burkina Faso
Burkina Faso tiene una alta incidencia de MGF pero es señalado como un ejemplo a seguir en la lucha contra esta práctica, explican desde Plan Internacional. El Gobierno ha perseguido penalmente la ablación y a todo aquel relacionado de algun modo con su práctica.
Entre el 2005 y el 2009, 686 personas (40 extirpadores y 646 padres) fueron sentenciados de conformidad con la ley, una cifra mucho mayor a las 94 condenas de los ocho años anteriores. Equipos de seguridad visitan las comunidades para disuadir a las personas de realizar esta práctica y hacer que se cumpla con la ley.
Los índices de mutilación genital femenina en Burkina Faso se redujeron en un 31% entre las jóvenes de 15 a 19 años, en comparación con las mujeres entre 45 y 49 años. Aunque el 21% de las mujeres y niñas apoyaban la práctica en 1999, en 2010 únicamente el 9% pensaban que debería continuar, según la ONG.
Los medios de comunicación, así como la participación de la comunidad y las intervenciones educativas, contribuyeron para alcanzar una concienciación casi completa sobre la ley y a la penalización de la práctica, del 78% en 1999 al 92% en 2006.