Kristin Scott Thomas levanta la segunda semana de la berlinale con la sarcástica 'The Party'
- Una comedia cáustica ambientada en el Reino Unido pre-Brexit
- Junto a ella han competido la japonesa Mr Long y la alemana Helle Nächte
- La berlinale venía de una primera semana floja, por debajo de las expectativas
El Festival de Cine de Berlín iniciaba su segunda semana necesitado de una película que levantase el ánimo, y la ha encontrado en The Party, una comedia sacarcástica británica protagonizada por Kristin Scott Thomas, dirigida por Sally Potter y con un elenco de grandes actores, como Cillyn Murphy, Bruno Ganz a Patricia Clarkson y Timothy Spall.
En blanco y negro y con 71 minutos de duración, la cinta gira en torno a una mujer que se cree en el cénit, personal y político, en un Reino Unido donde se respira ya el "brexit".
"Mi filme tiene algo de declaración política sobre una Inglaterra que se desgarra", ha reconocido Potter, una asidua de ese festival, donde estrenó ya The Gold Diggers (1983), The London Story (1986), Yes (2004) y Rage (2009).
Una fiesta que acaba mal
La cineasta ha acudido al pase acompañada de su elenco casi al completo y capitaneado por Scott Thomas, la anfitriona que pretende celebrar con una fiesta entre amigos su designación como ministra de un gobierno a la sombra.
El festejo deriva en catástrofe, entre un matrimonio ya moribundo -el de la incisiva Clarkson, empeñada en llamar nazi a su esposo alemán, Ganz- y el formado por Scott Thomas y Spall, en parecido estado, sólo que hasta ese día se lo ocultaban.
Es una película con estructura teatral, que discurre entre el comedor, la cocina, el baño y el pequeño jardín de los anfitriones, pero que, según Potter, se concibió de manera cinematográfica.
"Rodar en un espacio reducido y en unas pocas semanas tenía algo de liberación. No es preciso pensar en grandes sumas de dinero, sino que nos concentramos en desarrollar los personajes", ha explicado. "Toda la película respira el pánico ante tanta cercanía", ha apuntado Scott Thomas, la ministra que se defenestra ante sus invitados, sea el matrimonio amigo, sea una pareja de lesbianas que espera trillizos o el esposo cocainómano de una asesora traidora.
Todos están impecables -especialmente Spall, en su papel de enfermo terminal- y todo, incluida la música, funciona en perfecta armonía en la coral que dirige Potter.
Era la película que la Berlinale precisaba para retomar brío, tras el flojo arranque que tuvo con Django y de que quedaran también por debajo de las expectativas algunos teóricos platos fuertes a concurso, como el The Dinner de Richard Gere y Laura Linney.
The Party ha aportado, además, unos cuantos grandes nombres sobre su alfombra roja, asimismo necesitada de presencias mediáticas.
Representación japonesa y alemana
Potter ha compartido la jornada de competición con Mr Long, del japonés Sabu, y Helle Nächte -Bright Nights-, dirigida por Thomas Arlsan, el primer representante alemán a concurso.
La cinta asiática parte de un asesino a sueldo taiwanés que se convertirá en cocinero accidental en Japón mientras busca la forma de regresar a su país, malherido tras una misión fracasada. Una botella de agua mineral recibida de manos de un niño da un vuelco a lo que inicialmente parecía una de tantas películas profusas en sangrías entre hampones asiáticos.
De las guerras de hampones se pasa a una historia de solidaridad entre vecinos e integración del refugiado que ni habla su idioma. "Es 'cool' porque no habla", dice el niño respecto al matón, en esta peculiar historia de exitosa integración.
Lo contrario le ocurre al protagonista de la cinta alemana, un hombre que viaja a Noruega con su hijo adolescente para desmantelar la casa del abuelo, muerto inesperadamente, tras años sin visitarse. Trata de recuperar con su hijo la comunicación que no tuvo con su progenitor, pero tiene ante sí a un adolescente sin ningún interés en hablar con el mundo adulto, menos aún con su padre.
La excursión por Noruega va de mal en peor, como la película, con un padre que no consigue dormir en el verano escandinavo donde no cae la noche. Al espectador acaba asaltándole cierta comprensión hacia el muchacho, en esa compleja fase llamada pubertad y, encima, con un padre sin dotes para comunicarse, pero empeñado en hablarle.