Más allá del cine
- La política antiimigración de Trump convierte a la categoría en protagonista
- El iraní Asghar Fahadi, director de El viajante, no acudirá a la ceremonia
- Land of mine, Tanna y Un hombre llamado Ove, el resto de candidatas
Este año la categoría de mejor película en lengua no inglesa se ha convertido, muy a su pesar, en una de las grandes protagonistas de la ceremonia. Y todo gracias, o sería más correcto decir, y todo por culpa de de Donald Trump y su decisión de prohibir durante tres meses la entrada a Estados Unidos de ciudadanos procedentes de siete países musulmanes. Una prohibición que de momento ha quedado suspendida pero que afectaba de manera directa a Asghar Farhadi, realizador de la magnífica El viajante y que ha anunciado que no acudirá a la ceremonia. No era necesario añadir esta reprobable circunstancia para que la película de Farhadi acaparara el interés. El iraní lleva años haciendo cine, un cine excelente, y por sí solo se basta y se sobra para demostrar que hacer sus películas no está al alcance de cualquiera. No sólo se requiere talento, también son necesarios un dominio de la cámara asombroso, unos guiones que destilan humanismo y unos actores entregados a la causa.
Pero no nos adelantemos. Analicemos una por una las cinco candidatas a la estatuilla en una edición en la que prima la calidad.
Un hombre llamado Ove, de Hannes Holm (Suecia)
A la Academia le gusta el cine sueco. Antes de Un hombre llamado Ove, el país nórdico había obtenido 14 nominaciones, aunque sólo culminó en tres ocasiones y con Ingmar Bergman al mando.
Un hombre llamado Ove, que también está nominada en el apartado de maquillaje y peluquería, sigue los pasos de un sesentón voluntariamente desagradable para el que la vida se compone de férreas normas. El cascarrabias protagonista y su circunstancia tienen bastante que ver con otro famoso gruñón, el que interpretara Clint Eastwood en la inolvidable Gran Torino. Pero también nos remite al Antonio Casal de uno de los clásicos de nuestro cine, El hombre que se quiso suicidar (Rafael Gil, 1942). Sin embargo, a pesar de contar con momentos casi sublimes y a pesar del emotivo uso del tiempo narrativo, el trayecto vital de un hombre que asiste al derrumbe de su vida al mismo tiempo que surge un rayo de esperanza tan cegador que casi no lo ve, es el título menos interesante del quinteto final. Pero no hay que olvidar que cuenta con el aval de haber sido la mejor comedia en los Premios de Cine Europeo. Una decisión difícil de entender dado que Toni Erdmann (una comedia fuera de lo normal) fue elegida la mejor película.
Tanna, de Martin Butler y Bentley Dean (Australia)
Filmada en la República de Vanuatu, en el Océano Pacífico Sur, Tanna es el primer título australiano que compite en esta categoría. Y todo por el flechazo que supuso para dos veteranos del documental, Bentley Dean y Martin Butler, descubrir la idílica isla de Tanna. Seducidos por la belleza del entorno, y tras convivir durante un tiempo con los componentes de la tribu de Yakel, los directores sintieron la necesidad de poner en imágenes una historia que marcó el devenir de la tribu. Una nueva versión de Romeo y Julieta con unos actores inusuales, los auténticos miembros de la tribu de Yakel, quienes ni siquiera habían visto una película en su vida. Su trabajo resulta sorprendente y conmovedor.
Hablada en nauvhal, la lengua indígena, por momentos Tanna nos remite a Tabú, la obra maestra de Murnau. Pero también al cine de otro apasionado de las culturas ancestrales, Jean Rouch. Rodada con exquisita sensibilidad, Bentley Dean y Martin Butler muestran que, a pesar del aparente anacronismo entre una forma de vida que nos puede resultar arcaica, y el mundo que conocemos, las pulsiones que alimentan el espíritu del ser humano no son tan diferentes. Una pequeña joya premiada en Venecia y Londres, que se ha convertido en un fenómeno en su país.
Land of mine. Bajo la arena, de Martin Zandvliet (Dinamarca)
Presentada en España en el Festival de Gijón de 2015, donde obtuvo el premio del público, la danesa Land of mine. Bajo la arena es de esas películas que se quedan contigo para siempre. El motivo no es otro que la fuerza de una historia que nos empuja a reflexionar, desde un punto de vista inusual, sobre la contradictoria naturaleza humana. Y para ello Martin Zandvliet indaga en un oscuro episodio de posguerra.
En 1945, una vez finalizada la guerra, un grupo de prisioneros alemanes casi adolescentes son obligados a desactivar nada menos que dos millones de minas terrestres que el ejército nazi había esparcido por la costa danesa. Malnutridos y con sus manos como única herramienta, los soldados se arrastran por la arena ante la despectiva mirada del sargento que los vigila. Para él los jóvenes que se enfrentan al horror tan sólo son monstruos para los que no cabe la menor misericordia.
Convertida en un éxito de crítica y taquilla en Dinamarca, Land of mine. Bajo la arena acapara premios en los más diversos festivales del mundo, habiendo obtenido también los del cine europeo a la mejor fotografía, peluquería y maquillaje y vestuario. Confesamos que no nos sorprendería que diera la sorpresa porque la película, una eficaz mezcla de drama histórico y thriller, apela sin rubor a la cabeza y a la emoción sin falsedad o artificio. Una muestra más del buen estado de forma de una cinematografía que en los siete últimos años ha contado con cinco nominados en esta misma categoría.
Toni Erdamnn, de Maren Ade (Alemania)
Toni Erdmann a priori parece una de las más firmes apuestas para llevarse la estatuilla, algo que Alemania no consigue desde La vida de los otros (2006). Multipremiada a lo largo y ancho del mundo, el premio Fipresci de la última edición de Cannes no deja indiferente a nadie. Prueba de ellos son las cinco recompensas que obtuvo de la Academia europea (película, dirección, actor, actriz y guión).
Partiendo de la relación entre una consultora de una multinacional y su estrafalario padre, un actor aficionado que quiere recuperar el tiempo perdido con su hija, Toni Erdmann resulta una película tan compleja como fascinante. Haciendo del humor su arma más poderosa, esta radiografía del tiempo presente muestra sin piedad el absurdo de una existencia volcada en alcanzar el triunfo en una sociedad en la que importa más lo que cuestas que lo que vales. Perspicaz, luminosa y por momentos sugestivamente surrealista, la película de Maren Ade nos pone frente al espejo para interrogarnos sobre cuestiones vitales.
Una montaña rusa de emociones que, como los buenos vinos, requiere paladearla con especial atención. Tanta, que nos surge la duda de si los académicos habrán tenido la paciencia necesaria para ello.
El viajante, de Asghar Farhadi (Irán)
Asghar Farhadi es un viejo conocido de la Academia. En 2012 su película Nader y Simin, una separación, ya ganó Oscar y también optó al mejor guion. Tras su aventura francesa con El pasado, Farhadi volvió a Irán para rodar la película que nos ocupa. Y el resultado no puede ser mejor.
Escrita por el propio Farhadi, El viajante nos muestra la tragedia emocional de una pareja desubicada tras una inesperada agresión a la mujer. Actores aficionados en la ficción, los protagonistas representan sobre el escenario Muerte de un viajante al tiempo que el marido se obsesiona con descubrir al autor del ataque. Pero el peso de la obra de Arthur Miller traspasa las puertas del teatro. Los últimos veinte minutos de la película son puro oro.
No parece exagerado suponer que los últimos acontecimientos hayan añadido un motivo al margen del cine que puede otorgar cierta ventaja a El viajante si Farhadi es erigido en estandarte de las protestas anti-Trump. El director iraní ya anunció que renunciaba a cualquier visado especial por parte de un país que “humilla a una nación con el pretexto de proteger a otra”. Farhadi, como su cine, es humano, sensible y lúcido. Tanto que una vez más ha dotado a su obra de una calidad y maestría capaces de obtener cualquier reconocimiento. El viajante es nuestra favorita sin ninguna duda.