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Gomes lleva a Berlín un alegato contra el Brasil colonial y los males presentes

  • Mario Gomes ofrece un duro retrato del héroe nacional brasileño "Tiradentes"
  • El surcoreano Hong Sangsoo vuelve a sus conversaciones de amor y desamor

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La actriz portuguesa Isabel Zuaa posa para los fotógrafos durante la presentación de la película 'Joaquim'.
La actriz portuguesa Isabel Zuaa posa para los fotógrafos durante la presentación de la película 'Joaquim'.

La Berlinale entra la recta final con Joaquimun duro retrato del héroe nacional brasileño "Tiradentes", que compartió la penúltima jornada a concurso con la poética del aclamado director surcoreano Hong Sangsoo. El director Marcelo Gomes dejó al festival bajo el impacto de su filme sobre Joaquim José da Silva Xavier, un personaje sobre el que el realizador ve dibujadas las raíces de los desequilibrios del Brasil actual.

"Brasil está viviendo una grave crisis democrática", apuntó Gomes, quien además de presentar su película, dejó en la capital alemana un manifiesto firmado por doce cineastas de su país alertando sobre esa situación y sus efectos sobre el sector.

En su país se ha instalado "desde hace casi un año un gobierno ilegítimo", sostiene el texto, que apela a la solidaridad de la comunidad internacional ante esa situación. El toque de atención sobre los "males del presente" quedó incluido en la presentación de un filme no exactamente apologético sobre un héroe cuyo nombre quedó inscrito en los libros de historia y que acabó decapitado y descuartizado.

Se le apodó "Tiradentes" porque, además de oficial, ejerció de dentista de otros soldados o de simples campesinos, aunque no siempre practicó ese oficio con lealtad hacia su paciente, sino consciente del poder que le otorgaba tener una tenaza en mano.

Se lanzó a una peligrosa expedición como buscador de oro en su ansia por comprar a una esclava y amante, a la que simplemente llamaba "negra", sin pensar siquiera que tenía un nombre propio. Una esclava no siempre es una mujer sumisa, como demuestra la negra interpretada por Isabel Zuáa, y tampoco un luchador contra el poder colonial tiene por qué tener necesariamente madera de libertador, como es el Joaquim al que da cuerpo Julio Machado.

El filme se mueve entre distintas constelaciones mixtas -portugueses, mestizos, brasileños, indios y africanos esclavizados-, fundamento del Brasil multiétnico de hoy. "Las estructuras de poder del Brasil colonizado se mantienen en el Brasil actual", insistió Gomes, quien regresó a la Berlinale, ahora en competición, tras haber exhibido en 2014 O Homem das Multidoes en la sección Panorama.

La explotación y la crueldad del hombre blanco sobre el negro, la expoliación de la riqueza que se practicó en el siglo XVIII "echó raíces en esa sociedad y se perpetúa ahora en forma de corrupción".

"A 'Tiradentes' se le ve aún como un Dios, pero en la lucha de entonces no había dioses ni héroes. Él tampoco pretendió serlo", prosiguió, para insistir en su convicción de que "el pasado dejó su huella en los males del presente".

Joaquim es la segunda representante de América Latina a concurso en la 67 edición de la Berlinale, tras el estreno el pasado domingo de Una mujer fantástica, del chileno Sebastián Lelio.

Poética de Sangsoo

Su dureza contrastó con la poética de Bamui Haebyun-Eoseo Honja (On the Beach at Night Alone), de Sangsoo, a quien en la Berlinale se esperaba como el más firme rival del finlandés Aki Kaurismäki en la lucha por el Oso.

Ambos directores, el coreano y el finlandés, tienen una legión parecida de entusiastas entre los medios que siguen la Berlinale y había cierta expectación ante la intensidad del aplauso final a la proyección de sus respectivos filmes. Kaurismäki cautivó con su bien dosificado humor extraseco y humanismoalrededor de un refugiado de Alepo al que las autoridades rechazan y los neonazis acosan, pero que logrará un asilo oficioso.

Sangsoo vuelve en su filme sobre uno de sus temas preferentes, una larga conversación sobre amor y desamor, en este caso a partir del personaje de una famosa actriz desengañada por un hombre casado.

Se trata del tercer intento en la competición de la Berlinale -tras Night and Day, en 2008, y Nobody's Daughter Haewon, en 2013-, de un director acostumbrado a triunfar en cualquier festival internacional al que acude.

Su proyección fue como un bálsamo para los ojos ya algo fatigados de muchos asistentes, una semana después del arranque del festival.

Los aplausos que se ganó el filme tenía algo de reconocimiento a ese alivió y a la maestría del cineasta, creador de una estética y un lenguaje propio.