'Ghost Recon Wildlands': Plata o plomo en un mundo sin límites
- El juego de Ubisoft está ambientado en una Bolivia donde no exiten los límites
- El shooter táctico, décimo de la saga, innova convirtiéndose en un sandbox
- En Ghost Recon nos enfrentaremos a Santa Blanca, un grupo narcoterrorista
"Plata o plomo". Cualquier seguidor de la serie Narcos reconocerá esta famosa frase del actor Wagner Moura cuando se pone en la piel del narcoterrorista más famoso de la historia, Pablo Escobar. En Ghost Recon Wildlands encontraremos muchas similitudes con esta ficción.
La saga Tom Clancy's regresa cinco años después con la décima entrega, Ghost Recon Wildlands, en la que se aleja de mundos futuros para centrar la trama en el presente, con una novedad que destaca por encima del resto. Ubisoft ha apostado por dar una vuelta de tuerca a la franquicia y se ha tirado a la piscina convirtiéndolo en un sandbox (mundo abierto), aunque no ha descuidado el aspecto de shooter táctico.
El título está ambientado en Bolivia y la trama, nada original, aunque tampoco lo necesita, se desarrolla entre los malos malísimos y los buenos buenísimos. Un maniqueísmo hollywoodiense que suele funcionar y en este caso no va a ser menos.
Ubisoft ha elegido Bolivia como ubicación de la historia, donde un equipo de élite del ejército estadounidense, formado por cuatro miembros, se enfrentará al mayor cartel de la droga que se haya conocido jamás, el de Santa Blanca. Como toda organización criminal es de tipo piramidal y en su cúspide está 'El Sueño', que es el 'capo di tutti capi' y el personaje más atractivo del juego.
En este pequeño ejército contralaremos a uno de los cuatro personajes y si jugamos en solitario podremos dar una serie de órdenes al resto del equipo, para culminar con éxito las misiones principales que deberemos de ir cubriendo para desmantelar la organización.
Antes de llegar a 'El Sueño', deberemos enfrentarnos a los 'cuatro jinetes del apocalipsis' de la estructura: El Yayo (jefe de la producción), El Muro (jefe de la seguridad), El Cardenal (jefe de la operación de influencia) y Nadia Flores (la jefa de la operación de contrabando). Además hay que añadir todos y cada uno de sus lugartenientes. Así que vamos a disfrutar de horas y horas de tiros y destrucción.
Ambientado en Bolivia
El mundo abierto creado por Ubisoft y ambientado en Bolivia es el punto fuerte del regreso de la saga de Tom Clancy's. Una vez demos el aspecto que mejor nos convenga a nuestro personaje, y que podremos ir cambiando y mejorando con los puntos de experiencia, ya no hay nada que nos impida explorar el extenso mapa boliviano, eso sí, hay que ir con cuidado porque es un país controlado por cartel de Santa Blanca.
Además de evolucionar a nuestro soldado de élite, también iremos mejorando todas las armas que iremos recogiendo a lo largo de la historia, que serán muchas, aunque en un inicio se queden algo cortas.
Pero no estaremos solos en esta terrible guerra contra el narcoterrorismo que controla todo un país, sino que tendremos la ayuda de los guerrilleros locales de la resistencia, aunque primero deberemos ganarnos su confianza.
Estos rebeldes están liderados por Pac Katari y mientras más les ayudemos a liberar sus tierras del opresor, más cobertura nos darán en la batalla y será muy necesaria, porque no solo nos las veremos con los criminales de Santa Blanca, sino que habrá que ir con cuidado para no molestar a 'Las Fuerzas de la Unidad', componentes del ejército boliviano, permisivos con el cartel, pero que a nosotros no nos pasarán ni una. Mientras más nos hagamos notar, matar civiles o a sus propias tropas, más unidades habrá desplegadas, y son muy letales.
Un mundo sin límites
Como en cualquier mundo abierto no tenemos límites, podremos ir a nuestras anchas, aunque lo más acertado es seguir el camino marcado por el GPS para ir cumpliendo con las misiones sin intentar buscar atajos que, a la larga, se harán pesados y solo retrasarán la llegada al punto deseado.
Para desplazarnos podremos utilizar cualquier vehículo que nos vayamos encontrando a nuestro paso. Desde coches o motos, hasta lanchas, helicópteros o avionetas. Hay dos maneras de sacar a alguien de su transporte para hacerlo nuestro, la educada y la que no lo es tanto.
Los primeros problemas del juego llegan a la hora de controlar alguno de los medios de transportes. Cuando nos decantemos por las dos ruedas se hará evidente que su conducción no se hace muy real y que si no andas con cuidado, puedes salir por orejas a la velocidad del sonido.
La ilusión inicial al ver el primer helicóptero hará contraste con lo difícil e impreciso que puede llegar a ser su manejo. Aunque merece la pena intentarlo. Casi siempre optaremos por ser nosotros los que controlemos el vehículo, pero también podemos disfrutar del paseo como acompañantes, lo que nos permitirá disparar en marcha.
Otro de los fallos llega con la IA de los enemigos y los saltos ilógicos de nuestro equipo. Lo dejamos atrás y cuando llegamos al punto requerido vuelven a aparecer los tres, como por arte de magia.
Como jefes de este pequeño pelotón podremos dar una serie de órdenes básicas y muy necesarias para triunfar a la hora de iniciar las batallas con el cartel. También podremos usar un dron para vigilar a nuestros enemigos y marcarlos. Podremos señalar a nuestro placer hasta tres 'malos', para luego sincronizar un disparo masivo que acabe con todos y coger por sorpresa a las cuadrillas de Santa Blanca.
Solos o con amigos, diversión asegurada
Las dos maneras de afrontar la batalla nos dan caminos diferentes e iguales de divertidos. Si tienes ganas de desestresarte, puedes entrar por las bravas y sin miramientos, aunque lo más probable es que acabes con la pantalla en gris, esperando que alguien de tu equipo te reanime, o bien, escondido en algún recoveco a la espera de que se calme la tormenta.
La otra manera es utilizar tus habilidades tácticas y sorprender al enemigo para no darle opción de reaccionar y que despliegue todas sus fuerzas. Conforme se avanza en la historia hay que ser más hábil y diestro en el arte de la guerrilla.
Si bien es cierto que el paso del tiempo puede hacer el juego algo repetitivo, puede caer en el 'mata-mata', sus diferentes misiones evitan que la monotonía te haga alejarte del título. Hay misiones de rescate, de asalto, de interrogatorio, de secuestro, de interceptación o de sabotaje.
Los puntos de experiencia se van ganando según vamos obteniendo el triunfo ante nuestros enemigos y con misiones secundarias que no se hacen nada pesadas, ya que van saliendo a lo largo de los desplazamientos que haremos por el extenso territorio boliviano.
El modo online del título es el más divertido, sobre todo, si compartimos las horas de batalla con tres amigos más, aunque las sincronizaciones a la hora de afrontar el combate a viva voz a través del micro de nuestros cascos no serán igual de exactas que cuando damos las órdenes a nuestro equipo en solitario. También nos podemos o se pueden unir a nuestra partida jugadores desconocidos.
Todo el terreno conquistado, tanto si es en nuestra partida como si es en otra ajena, se guardará en nuestro progreso, aunque no los víveres que cosechemos por el camino.
Conclusión:
Ubisoft ha acertado en convertir la décima entrega de Ghost Recon Wildlands en un sandbox con muchas posibilidades, en el que las horas de diversión están aseguradas, tanto en solitario como en cooperativo.
El aspecto gráfico está muy bien ejecutado, como suele ocurrir con los títulos de la empresa gala y aciertan con el 'infinito' mapa boliviano, no solo en la extensión, sino en la recreación de los paisajes, sin límites de exploración.
La banda sonora, la IA de los enemigos y el control de algunos vehículos entran en los 'peros' de este shooter táctico, que se aleja de lo futurista de la entrega anterior para regresar la saga a temas actuales y más reconocibles.