La misión Rosetta permite describir cómo cambia la superficie de un cometa en su paso alrededor del Sol
- Un estudio analiza detalladamente las alteraciones de 67P en esta fase
- Las imágenes captadas por la cámara OSIRIS lo han permitido
- El trabajo apunta a un pasado más activo de Churyumov-Gerasimenko
Los cometas, pequeños cuerpos helados que proceden de las regiones externas del Sistema Solar, adquieren su apariencia característica cuando se aproximan al Sol. Entonces, los hielos subliman y emergen la cola y la coma, una envoltura gaseosa que rodea al núcleo. Las semanas anteriores o posteriores al perihelio (la región de la órbita más cercana al Sol) constituyen un momento culminante de actividad, que se ha podido observar de cerca por primera vez gracias a las imágenes captadas por la cámara OSIRIS de la misión Rosetta de la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés).
Un estudio, en el que participa el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y que se publica en Science, analiza los cambios que ha sufrido la superficie del cometa 67P Churyumov-Gerasimenko en esta fase. El trabajo apunta a un pasado más activo.
“Los cambios que sufre un cometa, en el más amplio sentido de la palabra, desde el Sistema Solar externo hasta el perihelio no consisten solo en el desarrollo de una coma de gas y una cola de polvo. Podemos afirmar que esos grandes cambios parten de modificaciones a pequeña escala, en ocasiones se trata de decenas de metros e incluso menos, en la superficie del núcleo cometario y cuyo origen está en la sublimación del hielo superficial y sub-superficial”, apunta Luisa M. Lara, investigadora del CSIC en el Instituto de Astrofísica de Andalucía, que participa en la misión Rosetta.
La apariencia de un núcleo cometario en las fases cercanas al perihelio antes era desconocida, ya que quedaba oculta tras la coma. La cámara OSIRIS, a bordo de la misión Rosetta, ha podido fotografiar todo el proceso de actividad de 67P desde su despertar, en mayo de 2014, hasta el máximo acercamiento al Sol, durante el perihelio en agosto de 2015, y en su progresivo distanciamiento del mismo.
Derrumbamiento de cordilleras
Ahora, la comparación de las imágenes obtenidas a lo largo de dos años, que cubren escalas de incluso menos de metros, ha permitido analizar los cambios que se han producido en la superficie del cometa en su viaje alrededor del Sol. Entre esos cambios destacan el derrumbamiento de cordilleras en las regiones de Seth y Ash, la prolongación en unos 30 metros de la fractura de más de medio kilómetro de largo que atraviesa el cuello del cometa y la formación de otras más pequeñas paralelas a esta. También se ha detectado el desplazamiento de grandes masas rocosas.
Así, en la región de Khonsu, una roca de más de 20 metros de lado y con un peso equivalente en la Tierra de 250 kilos se movió unos 140 metros, posiblemente debido a eventos explosivos ocurridos en el entorno.
Además, se ha observado el transporte de material no consolidado en la superficie del cometa, que ha dejado al descubierto terrenos antes ocultos. Por ejemplo, en la región de Imhotep se desvelaron unas estructuras circulares, similares a otras que aparecieron y desaparecieron en la región de Hapi, que en las imágenes de 2014 aparecían cubiertas. Parecen un indicio de la erosión de materiales, de hecho, el retorno a las condiciones iniciales previos a la máxima actividad ha sido frecuente en varios de los cambios observados.
“La cadencia de adquisición de las imágenes y de su comparación no nos permite reproducir la evolución de ciertos procesos, como los responsables de mover grandes bloques de roca, pero sí concluir que la actividad cometaria es un fenómeno que involucra procesos violentos, como estallidos de actividad. En otro artículo que se publica en Nature Astronomy, documentamos por primera vez una relación inequívoca entre un estallido y el derrumbamiento masivo de una cordillera”, señala la científica.
Sin cambios en los grandes accidentes geográficos de 67P
Lara añade: “Además, intervendrían procesos más delicados pero continuados en el tiempo que provocan que el polvo se levante y se vuelva a depositar en la superficie, que hacen colapsar paredes de material o que dejan expuestas zonas de hielo subsuperficial”. Sin embargo, todos los cambios resultan locales y no han afectado a los grandes accidentes geográficos de 67P, lo que indica que la orografía del cometa se fraguó en una etapa anterior en la historia del cometa.
Se sabe que la interacción gravitatoria de Júpiter ha modificado al menos dos veces la órbita de 67P, en 1940 y en 1959, en las que la distancia mínima al Sol pasó de ser 600 millones de kilómetros (insuficiente para activar el cometa) a 410 y 186 millones de kilómetros, respectivamente.
Los investigadores creen que los grandes relieves de 67P pudieron formarse bien en órbitas anteriores en esta misma configuración orbital, o bien en épocas aún más pretéritas. El estudio revela que el cometa vivió en su pasado un periodo de actividad mucho más intenso del que ha podido documentar la misión Rosetta.