Moneo: "Lo que más me gusta es ver cómo la gente siente como suyos mis edificios"
- El Thyssen exhibe la primera gran retrospectiva del trabajo del arquitecto
- RTVE.es charla con Moneo sobre su visión del futuro de la arquitectura
Amabilísimo, elegante y con un punto de timidez, el arquitecto Rafael Moneo (Tudela, 1937) atiende sin descanso las preguntas de los periodistas sobre su personal forma de abordar sus proyectos.
En sus palabras, Moneo concibe el desarrollo de los edificios por su capacidad de integrarse en la vida de las personas y por el respeto al lugar donde se ubican. Un tema que le apasiona y motiva.
“Ver a la gente hacer uso de un edificio y sentirlo como suyo y ver que es un marco para la vida, y ver como el edificio construye ciudad pues es algo que me pregunto cuando veo algunas de mis obras”, señala el arquitecto navarro en una entrevista para RTVE.es.
La mirada de Rafael Moneo contiene la historia reciente de la arquitectura, encarnada en un genio ecléctico que atesora los galardones más prestigiosos reservados a las grandes figuras mundiales.
Moneo ha sido el primer español en ganar el Prizker en 1996, considerado el Nobel de la arquitectura, y también son suyos el Premio Príncipe de Asturias de las Artes (2012) y el Premio Nacional de Arquitectura (2015). El arquitecto ha pasado 30 años como docente a caballo entre España y EEUU donde ha ejercido como Director de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Harvard.
Inquieto y pionero, salió de nuestro país cuando no era habitual y se formó por su insistencia con Sáenz de Oiza y el danés Jorn Utzon. Su huella reconocible se plasma en edificios de vanguardia que dialogan con el entorno, y respetan los valores históricos. La luz y la sencillez son protagonistas en su imaginario.
El trabajo de Moneo, desde dentro
Algunos de estos hitos pueden contemplarse en la primera gran retrospectiva que le dedica el Museo Thyssen-Bornemisza: Una reflexión teórica de la profesión. Materiales de Archivo (1961-2016), que se puede visitar hasta el 11 de junio, y que engloba el embrión del trabajo de todo arquitecto: dibujos, maquetas y fotografías. La exposición es una coproducción del Thyssen, la Fundación Barrié y el Estudio Rafael Moneo, y tras mostrarse en A Coruña, México, Lisboa y Hong Kong, ahora llega a Madrid.
La muestra está compuesta por 52 proyectos emblemáticos de Moneo, entre los que se encuentran la ampliación del Museo del Prado (2007), el Auditorio Kursaal en San Sebastián (1999), el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida (1985), la Catedral de Los Ángeles en EEUU (2002) o el Museo de Arte y Arquitectura de Estocolmo (1998), entre otros.
Rafael Moneo confiesa que es reacio a las exposiciones sobre arquitectura porque “la ciudad misma es la arquitectura y es donde la gente entiende y debe apreciar lo que un edificio debe dar de sí”, señala, no obstante, explica que el dibujo es la forma más pura de mostrar las entrañas del proceso, que en el siglo XXI viaja por otros canales.
“Ya no se piensa un edificio desde una visión tan unitaria como el dibujo. Un edificio, hoy, se piensa más casi como el que hace un collage o ensambla una película y el dibujo ha dejado de ser el modo desde el que se piensan las cosas”, responde escogiendo cuidadosamente cada palabra. El navarro reivindica el papel del dibujo como herramienta y de la arquitectura como forma específica de conocimiento.
"La ampliación de El Prado fue muy difícil"
En una reconocida trayectoria de 50 años, sus trabajos también se han situado en el centro de la polémica. La ampliación del Museo del Prado, a la que dedicó siete años y donde se enfrentó a la burocracia y a críticas vecinales, es una de las más recordadas.
“El Museo del Prado fue muy difícil, pero no por dar satisfacción a una expresión personal, fue por la confluencia de muchos intereses distintos de muchos grupos sociales que estaban presentes y que se sentían incomodados, y también por las dificultades técnicas (…) No era un proyecto obvio pero entiendo que esa dificultad también respondía a la importancia de El Prado en nuestra vida y lo hacía más interesante”, afirma sin aparente resquemor.
Con un mensaje positivo, atemperado por el paso del tiempo, el arquitecto asegura que “le da mucho gusto” ver la naturalidad con la que se mueve la gente por El Prado en la actualidad. “Me parece que después de la ampliación, las personas lo sienten más como suyo”, dice con una sonrisa.
Amante de la poesía y viticultor experimentado, lejos de jubilarse, Moneo mantiene un estudio con una veintena de profesionales en el que vuelca una actividad con la que aspira a que los edificios adquieran su propia personalidad por encima de los arquitectos. Algunos de sus proyectos en curso son un edificio de viviendas en Miami y una bodega en El Bierzo.
El arquitecto español más renombrado no se detiene. Ante el zarpazo de una crisis que ha devastado su profesión aconseja a las nuevas generaciones que no renuncien a su creatividad.
“Hay que pensar en esta sociedad que viene, nada está tan claro, ni el ejercicio profesional va a ser tan lineal. Ahora, la práctica de la arquitectura da lugar a trabajar en conjuntos profesionales amplísimos (…) Me gustaría transmitir confianza en que cualquier trabajo es susceptible de recoger la intención arquitectónica de alguien que la tenga, y de plasmar la fuerza de la juventud”.