'El otro lado de la esperanza': otro hermoso alegato pro-inmigración de Aki Kaurismäki
- El finlandés estrena su estética y marciana historia de un refugiado sirio en Helsinki
- Obtuvo el premio a la mejor dirección en el Festival de Berlín
Una buena y una mala noticia. El drama es que el cineasta Aki Kaurismäki se despide del cine con El otro lado de la esperanza tras 18 películas a sus espaldas. La buena es que es otra gran película del gran esteta contemporáneo del absurdo. Tras lograr el premio a la mejor dirección en el último festival de Berlín, se estrena en España el 7 de abril.
Parece que Kaurismäki va a clausurar su carrera con dos hermosos y marcianos alegatos por la integración de los inmigrantes en Europa. Ya lo hizo en el El Havre (2011) y, un lustro después, persistir parece todavía más oportuno. Su intención era culminar una trilogía, pero en Berlín declaró estar “cansado del cine” y su intención “de vivir su propia vida".
En El otro lado de la esperanza se cuenta la historia de Khaled, un joven refugiado sirio que entra en Finlandia oculto en un barco tras recorrer varias veces Europa en busca de su hermana. Su camino se cruza con Wikström, un hombre adulto que ha roto con su mujer y abre un restaurante moribundo.
Kaurismäki afirmó que el proyecto nació tras la llegada de refugiados iraquíes a Finlandia, un contraste que fijaba rápidamente un conflicto básico. El joven actor sirio Sherwan Haji, que llegó a Finalndia como refugiado en 2010, pone rostro a la dignidad, miedo y determinación de la inmigración, mientras que Sakari Kuosmanen, habitual en las películas de Kaurismäski es su recto y solidario benefactor.
Con su magistral fórmula del absurdo, el cineasta vuelve a retratar a los perdedores, pero en las antípodas del cine social realista. Kaurismäki no tiene problemas en reconocer que su cine viaja a contracorriente y que no está interesado lo más mínimo en disimular ecuanimidad o pretender mostrar la vida.
Es un creador de universo reconocible: paleta de colores contrastados enmarcados en claroscuros, fondo de rockabilly y blues, y unos personajes atrapados en caracterizaciones de los años 50, extraños del mundo moderno que les rodea.
Depura la acción, minimiza los diálogos, busca la esencia hasta rozar el cine mudo (experiencia que ya realizó en 1999 con Juha). Todo sazonado con su peculiar humor, heredero de Jacques Tati, y tan próximo a su coetáneo nórdico Roy Andersson.
Con Sombras en el paraíso (1986), Ariel (1988), La chica de la fábrica de cerillas (1990) forman la llamada ‘trilogía del proletariado' de Kaurismäki, y no es descabellado soñar que su anuncio de retirada no sea más una de las habituales bromas del finlandés y, a sus 60 años, todavía saque energía para cumplir su nueva triología.