Libreros de la Cuesta de Moyano: en busca de la solera perdida
- Los libreros denuncian el declive de una actividad antaño muy popular
- Con 92 años de vida, la calle está dedicada a la compraventa de libro usado
- El Ayuntamiento de Madrid arranca un plan para revitalizar este espacio
Los libreros de la Cuesta de Moyano luchan por recuperar la solera que antaño disfrutaron en el corazón de Madrid: el bullicio en una calle consagrada en exclusiva a la compraventa de libros de segunda mano, que ya suma 92 años de vida.
La Feria de Libros de Moyano arrancó su andadura en 1925. Un grupo de intelectuales, entre los que se encontraba Pío Baroja, impulsó un manifiesto en el que solicitaban un lugar donde se pudieran adquirir libros económicos.
Un paraíso para los amantes de la lectura al que el escritor Ramón Gómez de la Serna calificó jocosamente como Feria del boquerón: en los años 20 un boquerón costaba quince céntimos, lo mismo que un libro usado.
En estas décadas de historia, las casetas de Moyano fueron un rincón muy popular, pero en la actualidad no atraviesan su mejor momento. Los libreros denuncian la lenta decadencia en la que se han sumido, traducida en una bajada de ventas y público. Tras varias mudanzas y avatares, el inicio del declive lo sitúan en 2007, cuando la vía se peatonalizó por el traslado de una subestación eléctrica.
“La peatonalización nos ha hecho invisibles, mucho más invisibles, porque antes los autobuses y los coches pasaban por delante y paraban, ahora no se puede ni aparcar y es todo mucho más complejo”, señala a RTVE.es Francisco Moncada, presidente de la Asociación de Libreros de la Cuesta de Moyano, que también señala que los jóvenes se alejan de la cultura en busca de otras formas de ocio.
El librero de viejo afirma que este mercadillo permanente de venta de libros al aire libre es único en el mundo, “ni siquiera los buquinistas de París”-asegura- y lamenta que “ni un 1%” de madrileños y visitantes los conoce, sobre todo entre las nuevas generaciones, reitera en la semana en la que celebramos el 23 de abril, el Día Internacional del Libro.
El Ayuntamiento de Madrid ha atendido la llamada de auxilio de los libreros, y ha arrancado un plan para revitalizar este espacio emblemático que forma parte de la memoria literaria de la ciudad.
La Cuesta de Moyano contará con una programación fija en determinados día de la semana con conferencias, actividades, talleres infantiles y emisiones en directo de la radio municipal en torno al libro.
El epicentro está localizado en la Caseta 1, de la que es titular el Ayuntamiento, y que ha sido renombrada como barraca de boquerones y castañas en honor a la ocurrencia de Gómez de la Serna.
También se trabaja una petición histórica del colectivo: dar difusión sobre la existencia de la Cuesta en las Oficinas de Turismo municipales, y la ubicación de señalización que les saque del ostracismo. Los libreros aspiran a que algún día el lugar sea declarado Bien de Interés Cultural.
En el proyecto se incluye la futura construcción de una cafetería-velador, donde poder disfrutar de la lectura, y un nuevo mobiliario urbano que invite a pasear entre libros.
Desde Moyano se mantienen expectantes ante la posibilidad de recuperar el brillo perdido: “Antes, los puntos de referencia para ir un domingo a darse una vuelta en Madrid eran El Rastro y la Cuesta de Moyano, y ahora ya nadie nos conoce”, nos recuerdan.
Los rescatadores de libros
En las 30 atestadas casetas de la Cuesta de Moyano, los bibliófilos pueden rastrear auténticas joyas. “Aquí viene desde el que busca algo sobre heráldica a alguien que quiere un manual sobre hacer ganchillo, por poner un ejemplo”, señala Francisco Moncada.
Libro de viejo (a partir de 50 años), antiguo (más de 100 años), novedades, revistas de época y cómics se pueden hallar en este espacio histórico concentrado en una empinada calle situada a un costado del Jardín Botánico. Moyano abre al público todos los días del año.
Los libreros compran sus tesoros a particulares o a instituciones. Rescatan ejemplares descatalogados que acabarían convertidos en pasta de papel.
“Somos recuperadores de patrimonio bibliográfico. (…) Hay que poner en valor nuestra labor porque es muy especializada y para esto hay que saber”, subraya Moncada.
“Yo he llegado a comprar una biblioteca de hasta 30.000 libros (…) Nosotros avisamos a Patrimonio o la Biblioteca Nacional cuando encontramos algo importante, para que no se pierda y lo adquiera el Estado”, explica con orgullo el librero sobre sus hallazgos.