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'Stefan Zweig, adiós a Europa': el espectador como voyeur del exilio y el suicidio

  • Se estrena la película de Maria Schrader sobre los últimos años del escritor austríaco
  • "Es una historia de amor trágica entre Zweig y el continente entero", dice la cineasta en una entrevista para RTVE.es

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Josef Hader como Stefan Zweig en 'Stefan Zweig, adiós a Europa'
Josef Hader como Stefan Zweig en 'Stefan Zweig, adiós a Europa'

Cualquier suicidio deja sobrevivientes desconcertados y heridos. Y el número aumenta si el suicida es, por ejemplo, el escritor en lengua alemana más popular de la primera mitad del siglo XX. Stefan Zweig, y su mujer Charlotte Altmann, se quitaron la vida el 22 de febrero de 1942. Sin embargo, el novelista e intelectual austríaco comenzó a despedazarse años antes cuando, para huir del hostigamiento de los nazis a los judíos, tuvo que abandonar primero Alemania y luego Europa.

La cineasta (y actriz) alemana Maria Schrader estrena en España Stefan Zweig, adiós a Europa, una ambiciosa y elegante exposición del exilio y final de Zweig a través de cinco escenas sueltas de sus últimos años, desde 1936 a 1942, pasando por Buenos Aires, Nueva York y Petrópolis.

“Es una historia de amor trágica, pero no entre dos personas, sino entre Zweig y el continente entero”, afirma en una entrevista para RTVE.es. “Como actriz he participado en películas sobre ese periodo, todas ambientadas en Europa. Hay cientos de ellas que hablan de la lucha por sobrevivir. Y quería hablar del exilio: la perspectiva de alguien que ha perdido su casa, pero toda su familia, amigos y conocidos están en el otro lado del mundo y, de algún modo, su mente sigue allí. Quería hacer una película sobre Europa sin mostrar Europa”, dice Schrader, conocida por su papel en Aimée y Jaguar (1999).

Zweig había edificado su castillo ideológico sobre una utópica Europa sin fronteras ni guerras. Y el ascenso nazi le empujó a Brasil, donde optimistamente vislumbró un futuro de convivencia interracial. Pero, mientras el avance alemán parecía imparable al comienzo de la II Guerra Mundial, tomaba conciencia de que no era más que un vienés perdido en trópico. La idea de Europa, no como territorio, sino como sueño democrático y pacífico, permanece latente en la mirada desencantada del actor Josef Hader. “Es la tensión de una persona que, obviamente, no pertenece, y es igual para un europeo hace 75 años como para un sirio o un afgano ahora”, explica la directora.

Stefan Zweig, adiós a Europa no es solo una película para amantes e iniciados en Zweig, sino también para cinéfilos y curiosos en general. La valiente, afortunada y creativa propuesta de Maria Schrader es recrear cinco escenas que suceden prácticamente en tiempo real. Recrear es la palabra clave porque la película detalla minuciosamente cada ceremonia de las relaciones públicas y privadas de Zweig.

“Cuando, junto a mi coguionista, leíamos e investigábamos, nos convertíamos de alguna manera en público. Cuando veía una foto del ministro de Exteriores brasileño en una recepción, con la mesa llena de flores y 16 personas alrededor nos preguntábamos: ¿Qué tipo de película queremos hacer? Y decidimos acompañar a Zweig en cinco escenas muy precisas, lo que nos dio libertad para hacer algo inusual”, sostiene.

Robert Bresson dejó escrito que el cineasta no debía perseguir la poesía porque la poesía penetraba sola entre las elipsis, y Schneider logra convertir al espectador, más que en un receptor de una obra narrativa al uso, en un voyeur de la vida de Zweig, trascendiendo las habituales mentiras a 24 fotogramas por segundo de los biopics. “No vemos todo, porque no podríamos. Su vida está llena de momentos, de contradicciones. No podríamos explicar en una estructura melodramática su suicidio y por qué acabó con su vida: al final hay un misterio secreto que nadie puede interpretar”, dice Schrader.

La cinta arranca en el congreso del Pen Club de Buenos Aires de 1936. Con el mundo a punto de estallar, y la hoguera de la Guerra Civil española ya prendida, escritores contrarios al régimen nazi, o directamente exiliados, denuncian la situación. Zweig no encaja en la superflua confluencia de gente básicamente de acuerdo y le toman por un cobarde moral. ‘Cada gesto de resistencia, carente de riesgo o de impacto, es solo afán de protagonismo’, dice en la película. ¿Cuál es el papel del artista en la sociedad?

“Consideraba que era un circo de la vanidad. Siempre estaba en contra de la guerra: era un pacifista radical y nunca usaba el lenguaje para atacar. No se puede pedir a los artistas que se involucren en política. No es su deber. Su único deber es ser honestos con su trabajo y obra”, aclara Schneider.

Schrader comenzó el proyecto en 2011. Desde ahí hasta el estreno en 2016, el viraje del continente hacia el nacionalismo ha crecido exponencialmente. “Fue un shock. Rodamos en 2015 y de pronto los diálogos sonaban actuales. Cuando estrenamos en 2016, en Alemania llevaron la película a la portada de los periódicos con el titular ‘La escapada de Europa’. Iba pegado a noticias sobre 'la escapada hacia Europa', es decir, sobre los refugiados. Nos enseña que es una coincidencia que nuestra generación viva en el lado bueno del Mediterráneo: hace 76 años era Europa lo que había que abandonar”.

Para Schneider, el panorama general es una reminiscencia de la pesadilla de Zweig. “Hace poco viajé en tren a Dinamarca y, después de tantos años sin frontera, me pidieron el pasaporte. ¿Por qué me lo pidieron? Porque mi aspecto no es el del típico alemán o danés. Antes de la existencia de la Unión Europea, pedían el pasaporte a todo el mundo. Ahora seleccionan gente que étnicamente parezca diferente. Es racismo puro y duro. Estamos peor que antes”, alerta.

En su carta de suicidio, Zweig deseaba que llegara “el amanecer después de esa larga noche” y en sus memorias, El mundo de ayer, deseaba un nuevo futuro. En la película, recuerda oportunamente que la pregunta más importante de cada generación, también de la nuestra, es solamente una: ¿cómo lograr coexistir pacíficamente en esta tierra pese a las diferencias de clase, religión y raza?