Eduardo Mendoza sobre las tablas
- Teatro reunido recopila las tres obras escritas por el autor barcelonés
- Mendoza es un apasionado del teatro, que descubrió a través de su padre
- A raíz del Premio Cervantes se publica su último libro: Las barbas del profeta
“El teatro es para Eduardo Mendoza un buen recurso alternativo, como las mariposas lo fueron para Nabokob”. Son palabras del escritor Félix de Azúa sobre la pasión por las tablas del último Premio Cervantes.
El veneno del teatro corre por las venas del narrador barcelonés, aunque esta faceta en su carrera quizás sea menos conocida entre sus lectores. Mendoza (Barcelona, 1943) es uno de los autores españoles más internacionales, y pilota con maestría por el mar del surrealismo, el sentido del humor y la ironía, santo y seña de sus novelas.
El teatro pertenece a otra dimensión sentimental en su vida. El vínculo con los escenarios tiene un cariz iniciático y familiar, tal y como recuerda el escritor: “En las biografías más o menos fiables de algunos actores se dice que nacieron en un teatro. De mí no se podría decir tanto, aunque sí algo muy aproximado: no nací en un teatro, pero nací con el teatro puesto”, escribe en el prólogo de Teatro reunido (Seix Barral), un recopilatorio de las tres obras teatrales escritas por el autor: Restauración, Gloria y Grandes preguntas.
Tres creaciones escritas originalmente “mitad en catalán y mitad de castellano”, con un lenguaje dramático despojado de toda solemnidad pero que no abandona la sencillez, la travesura y el folletín imbricados en su adn. Alta comedia donde el teatro es reflejo puro de la vida, con Barcelona como telón de fondo, como es habitual en las obras del autor de La verdad sobre el caso Savolta.
El veneno del teatro
Al creador del desopilante detective sin nombre, le inoculó la semilla del teatro su padre, fiscal de profesión, pero que ejerció de actor semiprofesional.
De niño, el futuro novelista acompañaba a su progenitor a disfrutar de las mejores obras en los escenarios barceloneses. El adolescente Mendoza creció leyendo teatro, clásico y moderno.
Ya en su juventud hizo sus pinitos como actor aficionado en una pequeña compañía: “Por desgracia o por fortuna no estaba dotado ni para hacerlo mal, de modo que me retiré muy pronto”, señala con sorna sobre la experiencia, que a pesar del traspiés le dejó poso.
Eduardo Mendoza rememora que mecanografiar tres veces “en una máquina de antes de la guerra” Esperando a Godot, de Beckett, le impulsó a escribir sus propias obras. “Copiar a los clásicos es un ejercicio que deberían practicar todos lo que quieran escribir. No basta con leer. Hay que prestar atención a cada palabra”.
El autor de Sin noticias de Gurb compaginó la escritura con el disfrute como espectador de las mejores representaciones de la escena mundial en Nueva York, Londres, París o Viena, lugares donde residió por largos periodos.
Tres obras de juventud
En los 80, por encargo de su representante Rosa Jovell, creó Restauració, su debut teatral. Una obra escrita en origen en catalán, en la que recurrió al verso blanco para enmascarar sus dificultades con la escritura en su segundo idioma-admite-, y que fue estrenada con gran éxito en el Teatro Romea de Barcelona.
Después vendría Gloria, también en verso blanco y que no se llegó a representar ante el público, y luego Grandes preguntas, que se subió a escena en un pequeño teatro fuera del circuito comercial,y que fue ideada a petición de su grupo de amigos.
Esta es la obra de la que se siente "menos insatisfecho", precisa Mendoza en la introducción de Teatro reunido. Grandes preguntas narra la historia de Daniel, un hombre corriente que un día muere y aparece en el más allá, una oficina en la que Tobías, que tiene mucho tiempo libre, le hace un curioso interrogatorio sobre su vida.
Mendoza reconoce que su faceta teatral se ciñe sobre todo a una ingente labor de traducción y adaptación fruto de su labor profesional, pero la fascinación por las tablas continúa viva aunque avanza que no tiene proyecto a la vista en este sentido.
Aún así, el proceso mágico por el que la palabra escrita “cobra vida” cuando se abre el telón sigue enamorando al último Premio Cervantes, que reside a caballo entre Londres y Barcelona.
Este germen se palpa en las tres obras recogidas en Teatro reunido, publicadas en castellano y sin ninguna enmienda por expreso deseo del escritor, que habla sobre su ligazón con los escenarios en un prólogo inédito. El volumen también cuenta con un texto de Pere Gimferrer, procedente en parte del programa de mano del estreno original de Restauración. Una oportunidad para asomarse a otra cara del universo Mendoza.
Las barbas del profeta: el texto inédito de Mendoza
La Historia Sagrada que estudió en el colegio fue para Eduardo Mendoza la primera fuente de "verdadera literatura" a la que tuvo acceso, unos recuerdos que recupera en Las barbas del profeta, su última novela que ha salido a la venta el pasado mes con motivo de la concesión del Premio Cervantes. El libro ha sido publicado en la colección Biblioteca Premios Cervantes del Fondo de Cultura Económica y la Universidad de Alcalá de Henares.
Como muchos niños de la posguerra española, Mendoza estudió una asignatura denominada Historia Sagrada, resumen e ilustración de algunos pasajes de la Biblia que hicieron nacer en él la fascinación por la palabra escrita y por los mundos de ficción, además de enseñarle a distinguir entre lo real y lo imaginario, recuerda la editorial, y recoge EFE.
"No exagero al afirmar que la Historia Sagrada que estudié en el colegio fue la primera fuente de verdadera literatura a la que me vi expuesto", señala el autor en "Las barbas del profeta", basado en sus recuerdos y en la certeza de que una sociedad se explica mejor si no se desvincula de sus mitos fundacionales.
El narrador repasa en este libro algunos pasajes, como el de la serpiente que tienta a Eva, la expulsión de Adán y Eva del paraíso, la muerte de Caín a manos de Abel o el sacrificio de Isaac y muchos más, así como algunos episodios centrales del Nuevo Testamento.
Sin perder nunca el hilo de la narración, el autor reflexiona sobre los ángeles, sobre la creencia y la incredulidad, sobre la moral y la ética, o sobre cómo el arte ha tratado estos asuntos.
En este viaje "a la tierra de José y sus hermanos, de Salomón, de la Torre de Babel o de Jonás", El novelista explora esos mitos que, sostiene, "tienen por objeto explicar lo desconocido y lo inconmensurable y la Biblia es el compendio de mitos fundacionales más grande que existe".