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'El cuento de la criada', la distopía cercana de Margaret Atwood

  • Salamandra reedita en español la novela coincidiendo con la emisión de la serie
  • Atwood participó en un cameo que le produjo "una horrenda perturbación"
  • La novela es ya un clásico a menudo comparado con 1984 de George Orwell

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La escritora canadiense Margaret Atwood en una imagen de 2014 en Colonia (Alemania).

"Aunque solo era 'una serie de la tele' en la que participaban actrices que al cabo de un rato, en la pausa para el café, se irían a echar unas risas, y yo misma 'solo estaba actuando', la escena me produjo una horrenda perturbación. Se parecía mucho, demasiado, a la historia". Así se refiere la escritora canadiense Margaret Atwood al pequeño cameo que hizo en el rodaje del primer capítulo de El cuento de la criada, la adaptación para televisión que ha realizado la plataforma HBO de su libro homónimo de 1985. Coincidiendo con el exitoso estreno de la serie, Ediciones Salamandra reedita la novela en español, que, publicada anteriormente por otra editorial, estaba agotada desde hace años y que ya se ha colado en la lista de los más vendidos, al igual que ha ocurrido en Estados Unidos.

El cuento de la criada (Salamandra, 416 páginas, 19,90€) es una novela distópica feminista que cuenta la historia de Defred (Offred) una Criada en la totalitaria República de Gilead, una dictadura militar teocrática y puritana instaurada en los antiguos Estados Unidos tras un golpe de Estado y que, amparándose en la coartada del terrorismo, como primeras medidas suspende la libertad de prensa y los derechos de las mujeres. A consecuencia de la radiación, la toxicidad del aire y el agua, muchos hombres y mujeres son infértiles y los nacimientos han caído en picado, por lo que las Criadas son forzadas a acostarse con los Comandantes -oficiales de alto mando del régimen- para procrear. En Gilead, las Tías son las encargadas de inculcar las férreas normas vigentes a las Criadas, que, a su vez, tienen que servir a las Esposas. En caso de rebelarse, a las Criadas les espera la muerte en ejecución pública o el destierro a unas Colonias en las que sucumbirán a la polución de los residuos tóxicos.

Un vistazo más de 30 años después

Atwood, que también es supervisora de producción de la serie televisiva, se refería a su cameo en una escena en la que las Criadas recién reclutadas se ven sometidas a un lavado de cerebro en un centro de reeducación denominado Centro Rojo. Allí, relata la autora, tienen que aprender a renunciar a sus identidades anteriores, a asumir las obligaciones que les corresponden, a entender que no tienen ningún derecho y "a tenerse en muy baja estima para poder aceptar el destino que se les adjudica sin rebelarse ni huir".

"Las Criadas están sentadas en corro, mientras las Tías, equipadas con sus aguijadas eléctricas, las fuerzan a participar en lo que ahora se llama "la deshonra de las zorras" contra una de ellas, Jeanine, a quien se obliga relatar la violación en grupo que sufrió en la adolescencia. 'Fue culpa suya, ella los provocó', canturrean las otras criadas", describe la autora de 77 años sobre la escena en la que participó en el rodaje de la serie televisiva que protagoniza Elisabeth Moss (Mad Men) y que tanto la perturbó.

La ganadora de premios como el Booker y el Príncipe de Asturias de las Letras, hace estas apreciaciones en un interesante prólogo que acompaña a la nueva edición del libro y en el que reflexiona sobre el proceso creativo de este clásico ahora renacido que empezó a redactar en la primavera de 1984, curiosamente el año del título de la novela de George Orwell con la que la se compara inevitablemente El cuento de la criada.

La primera novela ganadora del prestigioso Premio Arthur C. Clarke a la mejor obra de ciencia ficción, fue escrita en el Berlín Occidental que aún estaba rodeado por el Muro, donde vivía entonces Atwood, que también había experimentado la "sensación de ser objeto de espionaje" que se daba al otro lado del Telón de Acero en alguna de sus visitas. Eso, reconoce la autora, influyó en el libro que estaba escribiendo, al igual que, como persona nacida en 1939 y crecida durante la Segunda Guerra Mundial, su conciencia de que "el orden establecido puede desvanecerse de la noche a la mañana".

La 'pesadilla' de la historia

A Atwood siempre le ha gustado definir El cuento de la criada como "ficción especulativa", es decir, aquella que puede ocurrir. Y, de hecho, una de sus normas a la hora de escribirlo fue "no incluir en el libro ningún suceso que no hubiera ocurrido ya en lo que James Joyce llamaba la "pesadilla" de la historia".

Así, según confiesa, la novela se nutrió, entre otros muchos hechos históricos, de ejecuciones grupales, las leyes suntuarias de la Edad Media, las quemas de libros, el programa Lebensborn de los nazis, el robo de niños de la dictadura militar argentina, la historia de la esclavitud y la historia de la poligamia en Estados Unidos.

La autora de El año del diluvio (2009) recuerda que las violaciones masivas y el asesinato de mujeres -adultas y niñas- ha sido "característica común de las guerras genocidas" y el control de las mujeres y sus descendientes han sido "piedra de toque de todo régimen represivo". También señala que muchos regímenes totalitarios han recurrido a la ropa -sus criadas van vestidas de un modo distintivo- para "identificar y controlar a las personas" y que, en muchos casos, "se han escudado en la religión para gobernar".

En esta introducción, la autora no puede además evitar hacer un símil de los hechos relatados en El cuento de la criada con el "clima de división" que se respira en Estados Unidos tras la victoria electoral de Trump con la proliferación de los "miedos y ansiedades" y la "percepción" de que están "en peligro" las libertades civiles básicas y los derechos conquistados por las mujeres, además de la proyección al alza "del odio contra muchos grupos" y el "desprecio a las instituciones democráticas" por parte de "extremistas de toda denominación". No obstante, Atwood confía esperanzada en que su novela no acabe convertida en una "predicción".

En cualquier caso, 33 años después de que, de una máquina de escribir alquilada con teclado alemán, salieran las páginas de esta novela distópica, la actualidad informativa y el valor al alza de las series televisivas, dan nueva vida a una novela cuya capacidad para no envejecer con el paso del tiempo pone los pelos de punta. Una distopía angustiosamente cercana.