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Putin y el descrédito de la democracia

  • Varios expertos analizan en Madrid las políticas del líder ruso
  • Su política exterior busca apuntalar su posición interior, confrontado a Occidente
  • El objetivo, coinciden, es socavar los valores democráticos en la UE y EE.UU.
  • "Si la propaganda de Putin tiene éxito, es porque nosotros estamos muy débiles"

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El presidente de Rusia, Vladímir Putin
El presidente de Rusia, Vladímir Putin.

La trama rusa que acecha a Donald Trump en Estados Unidos, los hackeos al equipo de campaña de Emmanuel Macron en Francia, la intervención armada en Siria, la anexión de Crimea y el conflicto de Ucrania... Los tentáculos de la Rusia de Vladímir Putin parecen especialmente largos y poderosos en los últimos tiempos, en los que ha desplegado una agresiva política exterior, al tiempo que sofoca las protestas de la oposición para apuntalar su poder en el país.

Un grupo de expertos, convocados por el Barcelona Centre for International Affairs (CIDOB) y el Friedrich Ebert Stiftung (FSE), se han reunido este viernes en Madrid para analizar las políticas con las que Putin trata de extender su visión del mundo, especialmente en el área de influencia rusa, y cómo se relacionan con su propia situación interna, cuando se encamina hacia las dos décadas a las riendas de Rusia.

Putin necesita un enemigo, su visión del mundo está basada en la confrontación

Todos ellos han coincidido no solo en la deriva autoritarista de Putin, sino en que su proyección exterior es una manera de reforzar su posición interior. "Putin necesita un enemigo, su visión del mundo está basada en la confrontación; no tiene amigos", señalaba Stephen Dalziel, analista de The Institute for Statecraft de Londres.

En el marco de esa estrategia se deben entender los movimientos para influir en las elecciones estadounidenses y en las europeas, con tácticas como la desinformación y la difusión, apoyado en las redes sociales, de bulos e informaciones alternativas.

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Tácticas de acoso mediático y desinformación

La meta es destruir nuestra brújula de valores

"El objetivo es destruir nuestra fe en los valores, en la democracia. Que todos creamos que todos son iguales, que todos son como Putin y que la democracia es un juego. La meta es destruir nuestra brújula de valores", resumía el periodista alemán Boris Reitschuster, que ha sufrido el ataque de los trolls -matones de internet- rusos por sus investigaciones sobre el país.

Porque las tácticas de desinformación no se limitan a distorsionar los hechos, tal como ha contado la periodista finesa Jessika Aro, especialista en Rusia y víctima del acoso ruso por sus informaciones.

Aro, que ya había sufrido amenazas e intentos de desacreditarla por parte de activistas rusos, vio como esos ataques repuntaban en 2015, cuando publicó un reportaje sobre la "fábrica de trolls" que el Gobierno ruso patrocina en San Petersburgo: no solo se difundió contenido ofensivo contra ella, tildándola de colaboradora de los servicios secretos estadounidenses, sino que llegaron a seguirla en actos públicos, entre otros intentos de intimidación.

El resultado es que se informa menos de esas maniobras: "Esto aleja a los periodistas de los temas sobre Rusia, porque son acosados por los trolls", denunciaba Aro en el encuentro. Un diplomático de la embajada rusa en España que asistía al encuentro, sin embargo, negaba que sean prácticas autorizadas por el Kremlin, aunque Reitschuster era contundente al respecto: "Si críticas a Putin de forma abierta, inmediatamente cargan contra ti".

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Desacreditar los valores democráticos

Las campañas rusas tratan de aprovechar las vulnerabilidades de las sociedades democráticas occidentales, por lo que inciden en problemas que ya existen. "La percepción rusa es que Occidente esta en crisis, politica, economica, social y moral", recordaba el responsable del departamento sobre Rusia del Centro de Estudios de Europa del Este de Varsovia, Marek Menkiszak.

Si la propaganda de Putin tiene éxito, es porque nosotros estamos muy débiles

"Putin no es responsable de nuestros problemas. Hemos perdido nuestra unidad”, admitía, a su vez, Reitschuster. "Si tiene éxito, es porque nosotros estamos muy débiles", apostillaba el periodista alemán.

El analista francés Jean-Yves Camus, del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas de París, explicaba a su vez cómo opera esa estrategia en el respaldo de movimientos populistas que tienen objetivos similares, como el Frente Nacional en Francia, que comparte la visión nacionalista, patriótica, tradicionalista y de pureza étnica que anima a la Rusia de Putin.

"¿Por qué Rusia tiene tanto interés en un partido como el Frente Nacional, totalmente aislado, sin posibilidad de gobernar? Porque es el único partido que habla de acabar con la Unión Europea, no de reformarla desde dentro. Y el único partido que dice que Francia debe abandonar la OTAN. El único partido que está en contra la UE y la OTAN es el Frente Nacional", resumía.

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El valor simbólico de la política exterior

En último término, la agresividad exterior le sirve a Putin y a su Gobierno para apuntalar su situación en el interior del país, esgrimiendo la grandeza recuperada después del derrumbe de la Unión Soviética como aval compensatorio de las dificultades económicas y sociales que, según los analistas, están germinando una crisis política en Rusia.

Cuando crezca la tensión, tendrás que hacer algo para distraer a la gente y unirla; eso significa conflicto

Así, la anexión de Crimea sirvió, según Menkiszak, como sustituto de las pobres perspectivas económicas individuales que brinda Rusia a sus ciudadanos: "El argumento es: 'Somos respetados, porque somos fuertes, hemos retado a la Unión Europea y Estados Unidos'. El problema es que este efecto no dura mucho y Crimea ya está amortizado. Ese es el mayor reto para el Gobierno ruso, porque cuando crezca la tensión, tendrás que hacer algo para distraer a la gente y unirla; eso significa conflicto".

En la misma línea se pronunciaba el periodista moscovita Konstantin von Eggert: "Crimea era un asunto domestico con Putin convirtiéndose en el nuevo Pedro el Grande", dentro de lo que ha descrito como "una constante carrera contra el tiempo para inventar una narrativa que explique porque Putin está en el poder".

Frente a esa permanencia al frente de los destinos de Rusia, que ya roza los 18 años -Putin llegó a la presidencia por primera vez en 2000-, la frustración del día a día está sacando a la calle una nueva generación, que protesta para reclamar un futuro mejor"La crisis política está ya ahí", sentenciaba Von Eggert.