París, poesía para vestir el cuerpo
- Se presentan las colecciones para la primavera y el verano de 2018
- Kenzo y Paul Smith juntan sus colecciones de mujer y hombre
- Se lucha para elininar fronteras entre lo femenino y lo masculino
- Blog: Loewe y Palomo Spain, dos visiones distintas de 'lo español'
Hasta hace muy poco la moda para hombre se limitaba a presentar variaciones de prendas básicas y los diseñadores se esforzaban por versionar los armarios de los iconos de la masculinidad: la sensualidad de Marlon Brando, la rebeldía de James Dean, el estilo deportivo de Steve McQueen, la elegancia de Gary Grant y más tarde la ambigüedad de David Bowie.
Hoy es distinto. Ahora los creadores están enfrascados en derribar barreras y romper con tabúes, pero los más sensatos se esmeran en controlar esta desatada euforia y hacer colecciones que gusten a un mayor número de personas, independientemente de su orientación sexual, de su género, de su cuerpo.
París es el gran laboratorio de ideas, un centro de experimentación más real que Londres y el termómetro real para la aceptación de las tendencias que, a veces, salen de los lugares más insospechados, o de los talleres más osados. O de la calle.
Después de cinco días de desfiles podemos decir con rotundidad que la moda masculina está conquistando nuevos territorios pero, a la vez, mantiene a salvo sus armarios más tradicionales o clásicos. ¿Cómo? Reinventando las piezas icónicas de la historia del vestir y utilizando tejidos técnicos que sirven para rejuvenecer algunas de esas prendas.
Las colecciones se fijan en los diferentes momentos del día y saben cómo seducir a distintas generaciones. La funcionalidad marca las prendas de día y los trajes para los más maduros, dejando la osadía y la vanguardia para la noche y para un cliente – o público, ya que muchos desfiles son meros escaparates- más joven.
Kenzo ha cerrado el calendario de París mezclando las colecciones de hombre y mujer , igual que Paul Smith, con una clara apuesta por el estilo deportivo urbano. Los colores llamativos tiñen las prendas y los estampados, de flores, rayas o letreros que parecen vallas publicitarias.
Sarah Burton, creativa de la casa Alexander McQueen, combina la sastrería tradicional masculina con elementos de la lencería tradicional femenina, como corsés o puntillas que decoran camisas. Además, reinterpreta prendas atemporales como las cazadoras moteras, las biker jacket, y otras más de moda, como los pijamas, poniendo cuellos mao a las camisas. El punto, con un ‘punto’ retro pone la nota nostálgica a la colección. Una de las mejores de esta semana.
Casi en la misma onda está Tom Browne que traslada el armario de la mujer a una colección para hombres que no tienen miedo a dar rienda suelta a su lado femenino, una colección que masculiniza lo femenino y lo hace con la ayuda del color (blanco, negro y gris) y los tejidos. Sus modelos llevan zapatos de tacón, vestidos, capas y faldas. Destaca un traje que por delante es un esmoquin negro de ceremonia y por detrás un vestido blanco de novia. Las dos caras de la misma moneda, las dos partes de un todo.
Paul Smith, El grande, navega a contracorriente y propone vestir a mujeres y hombres con llamativas prendas marcadas por los estampados tropicales y los colores vibrantes. Valentino y Louis Vuitton hacen la enésima reinterpretación de los códigos deportivos. La casa italiana con más acierto que la francesa. Balmain viaja a los ochenta y se divierte cortando las chaquetas, jugando con el largo o metiendo la tijera en la cadera.
Hermés es una de las pocas casas de moda que saborea el éxito porque logra colecciones reales mezclando pasado y presente, mezclando su adn con las tendencias del momento, utilizando tejidos nobles y patrones tradicionales que luego confecciona con tejidos de nueva generación. La paleta de color, tranquila y amable, lleva blancos, negros, gris y granate, como tono conductor, y destacan las pinceladas en verde 'digital' que rejuvenece algunos estampados.
Lo importante es vender y para ello es preciso que las colecciones tengas piezas fáciles de llevar. Los diseñadores más inteligentes saben que, a la vez, es necesario llamar la atención y epatar, y para ello presentan las prendas con atrevidos ejercicios de estilismo. La fórmula ahora es deconstruir el look, no el patrón.
Lanvin juega con la estetica militar y las culturas urbanas en una colección sensual marcada por las mezclas arriesgadas. "El caos reina en nuestra época y en vez de combatirlo he decidido aceptarlo", decía el diseñador de la casa Lucas Ossendrijver, un creador de tendencias, un voyeur del asfalto: "Nuestro trabajo es salir a la calle a encontrar poesía, a pesar de la dificultad".
Las temporadas pasadas están marcadas por la renovación del traje y ahora es el pantalón la estrella de los desfiles. El denim desaparece de las pasarelas y también el modelo ajustado, el pitillo. Los nuevos pantalones son anchos y amplios, la cintura vuelve a su sitio y el talle cada vez es más alto. Los rotos se han cambiado por las pinzas, y los calcetines desaparecen porque el bajo vuelve a rozar el suelo.
Las camisas se desprenden del cuerpo aportando comodidad y las superposiciones permiten jugar con las prendas para obtener distintos looks. Los tonos lisos ganan la batalla a los estampados, aunque las rayas y las flores se resisten a abandonar nuestros armarios y se imponen a los cuadros.
Podríamos hablar de un nuevo minimalismo, menos sobrio que en los noventa. No se trata de reducir la prenda a la mínima expresión artística, más bien se trata de dar protagonismo a la estructura y no al artificio. Es casi una experiencia religiosa, es el misticismo de moda.
El poder de una camisa blanca, de un pantalón gris de corte perfecto y de un trench de tejido técnico. Básicos con detalles de autor o guiños al deporte, básicos que admiten códigos femeninos o aires historicistas. La moda es arma potente, un excelente medio de expresión. Y lo mejor es que ahora ha ampliado su vocabulario para ofrecer enriquecer su lenguaje y lanzar mejor su mensaje de tolerancia y diversidad.