Volker Schlöndorff y los amores perdidos en 'Regreso a Montauk'
- El director alemán retorna al cine con el drama sentimental Regreso a Montauk
- RTVE.es entrevista al cineasta, ganador de un Oscar por El tambor de hojalata
El cineasta alemán Volker Schlöndorff reconoce que ha tenido que cumplir 77 años para fundir ficción y su propia biografía en un filme, después de múltiples adaptaciones literarias en su larga carrera.
“Tenía la sensación de que me estaba perdiendo, de que ya no sabía quién era yo, y cuando vino la oportunidad de contar una historia con la novela Montauk de Max Fristch, con la historia de mi vida, sentí que era una idea genial. Necesité ayuda para escribir el guión aunque recurrí a un novelista y seguí trabajando dentro del marco de la literatura pero sirviéndome de personajes míos y de un episodio mío propio”, explica el realizador.
Regreso a Montauk, un drama sentimental protagonizado por Stellan Skarsgård y Nina Hoss en el que reflexiona sobre las oportunidades perdidas y el arrepentimiento, es el vehículo elegido para “exorcizar un episodio nunca superado y entender por qué sentía ese pesar”. La cinta llega a las pantallas españolas este viernes, cuatro de agosto.
Schlöndorff es leyenda viva del cine europeo. Bebió de las fuentes de la Nouvelle Vague de la mano de Louis Malle y Alain Resnais, y alcanzó la cima con la aclamada El Tambor de hojalata con la que ganó la Palma de Oro y el Oscar en 1979.
“Una vez que ganas el Oscar te conviertes en una marca (…) Puede ser una ayuda para seguir trabajando pero también puede ser una roca que te pesa porque de pronto te congelas, te conviertes en esa identidad, y siempre tienes que hacer algo así, por eso, en la siguiente, hay que explorar otras cosas. El extremo sería Regreso a Montauk, tres personajes en un espacio muy restringido todo lo contrario a El tambor, aquí solo son desgarros del corazón”, señalaba el director en una entrevista con RTVE.es este verano a su paso por Madrid.
Regreso a Montauk representa uno de los proyectos más personales del autor, que retorna a una historia contemporánea después de largo tiempo centrado en filmes de contenido político y con la IIGM como escenario principal, un tema recurrente en su trayectoria.
Nueva York, una ciudad que el cineasta conoce a fondo, es el lugar elegido para este filme crepuscular, que tardó cinco largos años en gestarse, “nadie parecía creer en una película con tantos diálogos y tan poca acción”-señala con ironía-, en una adaptación muy libre de la novela de su íntimo amigo, el fallecido novelista suizo Max Fristch
Un filme de ritmo pausado que el veterano director, puntal del Nuevo Cine Alemán de los 70, arranca con un largo monólogo de reminiscencias teatrales: “Directamente saltamos dentro de la narración, sin saber quiénes son, y me pareció un juego muy satisfactorio”.
La idealización del amor y los fantasmas del pasado
Regreso a Montauk narra la historia del escritor alemán Max Zorn (Stellan Skarsgård), que aterriza en Nueva York, donde le espera su joven esposa Clara (Susanne Wolff) para promocionar su último libro.
En la urbe, casualmente se reencontrará con Rebeca (Nina Hoss), un antiguo amor con el que viajará a la playa de Montauk, en Long Island, lugar donde nació su romance y donde encarará la realidad de los rescoldos de aquella relación, en la que sobrevuela la pregunta universal de sí se ha escogido la pareja de vida correcta.
“Max es escritor pero está tan acostumbrado a contar historias que inventa todo el tiempo, no miente, cambia, arregla las cosas. Y de golpe se enfrenta a la persona real que él había idealizado de forma superromántica, el gran amor de su vida, cómo si no hubiera cambiado en todos estos años (…) Ella se envuelve en un misterio, es como si no fuera una mujer, el personaje de Nina Hoss es una fantasía”, detalla el realizador, guionista y profesor, que se confiesa un lector empedernido.
La idealización del pasado y su confrontación con los traumas del presente, asoman enmarcados en los impresionantes paisajes de Montauk, que significa ‘fin del mundo’ en indio. Un lugar impregnado de nostalgia, encabezado por su mítico faro y su extensa playa, dónde en un tono bañado de melancolía los personajes se enfrentan a sí mismos.
“Son cosas que ocurren en Nueva York muy a menudo, todo es enorme, te aplasta, y trabajas en una especie de confusión total y cuando sales de la ciudad y ves esas playas es como si llegaras al final del mundo”, reflexiona el autor de El honor perdido de Katharina Blum.
El peso de la trama se sostiene en un frío y elegante triángulo amoroso, en un argumento sencillo que transcurre en una semana y no lanza mensajes porque “por una parte es una historia positiva porque él supera a sus fantasmas, pero, por otro, es triste por la soledad en la que acaba Rebeca ”.
Volker Schlöndorff seleccionó a dos estandartes de la interpretación europea como Skarsgård y Hoss, en un rodaje que transcurrió fluido, a pesar de las dificultades iniciales para que la película viera la luz, “todo fue muy natural no había interpretación, en realidad, y tuvimos oportunidad de conocernos muy bien”, afirma el director alemán, viajero incansable y políglota, que compara los tempos reposados en el cine, herederos de la Nueva Ola francesa, con el vértigo de la era actual.
“Antes era como trabajar el mármol, algo más artesanal, lo que se hace ahora es más cómo trabajar con barro por la rapidez, pero quizás no sea tan duradero como el mármol”.