'Nagasaki, recuerdos de mi hijo', por qué no debemos olvidar el horror nuclear
- La película de Yoji Yamada narra la historia de una madre a la que se le aparece el fantasma de su hijo
- Una estupenda película que representó a Japón en los Oscar de 2017
Este 9 de agosto se cumplirán 72 años de la bomba atómica que los americanos dejaron caer sobre Hiroshima, causando la muerte instantánea de 40.000 personas (la mayoría civiles). Aunque la cifra de víctimas totales se ha situado sobre los 165.000, sumando los miles que fallecieron los años posteriores a consecuencia de la radiación y las secuelas. Un horror que no podemos olvidar, sobre todo en estos tiempos en los que Kim Jong-Un quiere jugar a ser dios con sus misiles de largo alcance.
Los que nunca olvidarán Nagasaki son los japoneses que siguen sufriendo las secuelas de ese horror. Por eso todos los años honran a los fallecidos y de vez en cuando nos regalan una película que nos recuerda por qué no deben repetirse actos como ese. Como Nagasaki, recuerdos de mi hijo, del gran director Yoji Yamada (Una familia de Tokio) que Mediatres estudio rescata en Blu-Ray.
Una película con toda la sensibilidad y delicadeza que los japoneses demuestran en historias tan duras como esta y que cuenta cómo, tres años después de la bomba de Nagasaki, el fantasma de un joven se aparece a su madre para cerrar página sobre ese horror y recordarnos las cosas por las que merece la pena vivir. Pero sin olvidar nunca las lecciones del pasado.
Una cinta que representó a Japón en los Oscar de 2017 y que consiguió 11 nominaciones a los Premios de la Academia del Cine Japonés (mejor película, guion, fotografía, dirección artística, sonido, montaje, iluminación, actriz, actor, actriz secundaria y actor secundario), de los que consiguió dos Mejor actor (Kazunari Ninomiya) y actriz secundaria (Haru Kuroki).
Como dijeron nuestros compañeros de Días de cine: "Cine pequeño por su modestia y sencillez, y grande por su alcance"
Antibelicismo intimista
La película es uno de los mejores alegatos antibelicistas de la historia del cine, y lo mejor es que lo hace a través de la historia de las víctimas, pero sin victimismo. Con un relato intimista en la que apenas hay cinco personajes principales y que podría ser, perfectamente, una obra de teatro.
Es emocionante cómo, a través de la relación del fantasma del hijo (Kazunari Ninomiya) con su madre (Sayuri Yoshinaga), vamos descubriendo las los sueños e ilusiones que tenían para su futuro, y que no pudieron cumplir por la bomba. Como graduarse en medicina, casarse con su novia y formar una familia.
También es admirable cómo refleja la esperanza de una madre que, tres años después del bombardeo, no pierde la esperanza de que su hijo esté vivo, ya que no se encontró su cadáver (de miles de víctimas de la bomba no quedo nada que enterrar). Y que sólo sobrevive gracias a la ayuda de la novia de su hijo y la de un hombre que se dedica al estraperlo y que, como está enamorado de ella, le regala muchos alimentos.
Una madre que, ironías de la vida, es comadrona. No pudo salvar a sus hijos de la guerra pero se dedica a traer al mundo a los hijos de otras mujeres. Como intentando conseguir para otras mujeres la felicidad que a ella se le ha negado.
Completa el trío protagonista la novia del joven (Haru Kuroki), una joven profesora que guarda luto y se resiste a casarse, a pesar de las atenciones de otro maestro.
Las consecuencias de la guerra
La herida incurable de esa madre que se queda sola por la guerra representa a los millones de japoneses que lloraron la muerte de sus seres queridos y es lo más evidente de la película.
Pero también hay otros muchos otros temas que se atisban con estupendas pinceladas, como la muerte de toda una generación de jóvenes en la guerra (el fantasma del hijo mayor también se aparece a la madre cuando muere en el frente), los miles de niños que se quedaron huérfanos, la soledad de las mujeres (viudas o solteras debido a la muerte de los hombres), y la falta de los alimentos más básicos (lo que dió lugar a la aparición del estraperlo).
La maestría de la sencillez
Pero lo mejor de la película es que consigue que atisbemos todas estas desgracias de una forma muy natural, a través de la historia de amor de una madre y su hijo. Sin caer en tragedias y manteniendo un tono amable y esperanzador. Podríamos pensar que el fantasma del hijo no existe y que es un recurso del director para que la mujer recuerde a su hijo, pero no podemos olvidar que los japoneses ven el mundo de los espíritus de una forma muy diferente a los occidentales.
Destacar también la estupenda fotografía de Masashi Chikamori que nos recuerda al cine japonés de los 50, como el de Ozu (uno de los referentes más claros de la película) y la estupenda banda sonora del gran Ryuichi Sakamonto (El renacido de Iñárritu).
Una historia que es una declaración de amor a la familia (uno de los temas favoritos de su director), a las relaciones humanas, al cine y a la vida en general. Y a la necesidad de seguir siempre hacia adelante, pero sin olvidarnos del pasado.
Destacar, como siempre, la estupenda edición de Mediatres, que incluye un libreto de 92 páginas sobre la película escrito por Mike Hostench (subdirector del Festival de Sitges) y extractos del libro Las bombas atómicas: Hiroshima y Nagasaki, escrito por Javier Vives, que profundiza en el contexto histórico que trata la cinta.
Una película que recomendaríamos especialmente a Kim Jong-Un y a todos los que quieren jugar a ser dioses.